Las montañas, los osos y el peligro oculto: el lado salvaje de Anchorage en temporada de salmones
Los recientes ataques de osos en Alaska reflejan el frágil equilibrio entre la vida salvaje y la vida urbana en una de las ciudades más peculiares de Estados Unidos
Una ciudad entre la naturaleza y el riesgo
Anchorage, la ciudad más poblada de Alaska con unos 290,000 habitantes, no es una metrópolis como cualquier otra. Sus límites conviven con bosques densos, montañas y ríos, donde especies salvajes coexisten cotidianamente con la vida humana. La frontera entre lo urbano y lo natural es tan difusa que encuentros con alces, osos y lobos no son raros; al contrario, forman parte de la rutina.
Pero esa convivencia tiene un precio, y puede derivar en tragedia. En la última semana de julio y la primera de agosto de 2025, se registraron dos ataques de osos a excursionistas en zonas próximas a barrios residenciales. Ambos sobrevivieron, pero estas historias son un recordatorio de que la naturaleza, por muy fotogénica y espectacular que sea, también impone reglas de respeto y precaución.
Los hechos: dos encuentros aterradores en siete días
El primer ataque ocurrió el 22 de julio, cuando una mujer fue embestida por un oso mientras caminaba por un sendero cercano al barrio de Stuckagain Heights. La víctima logró llamar a emergencias mientras describía al animal como un oso pardo. Las condiciones del sendero –poca visibilidad, vegetación densa y zonas obscuras– hacían muy difícil detectar al animal hasta que fue demasiado tarde.
Cuatro días después, otro incidente se reportó cerca del suburbio de Eagle River. En este caso, un excursionista fue atacado por una osa parda que iba acompañada por su cría. Todo ocurrió cuando el perro del hombre, que no estaba atado, se topó con los animales cerca de un arroyo donde se encontraban salmones. La amenaza fue tal que el hombre vació su bote entero de aerosol disuasorio, lo que logró detener el ataque momentáneamente. Aun así, el oso regresó una segunda vez y fue necesario volver a usar el spray.
¿Qué está pasando con los osos en Anchorage?
No se trata de una situación aislada. Según datos del Departamento de Caza y Pesca de Alaska, Anchorage tiene una población estimada de 350 osos negros y 65 osos pardos viviendo en o cerca de la ciudad. Esto convierte a la capital en una especie de experimento urbano-salvaje.
Además, con el inicio de la temporada alta de migración de salmones en los arroyos y ríos locales, los osos se ven atraídos masivamente a estas zonas para alimentarse y almacenar energía para la hibernación. El resultado es una concentración elevada de animales en zonas también frecuentadas por humanos, lo que incrementa las probabilidades de encuentros peligrosos.
“Cada año recomendamos a la gente evitar arroyos con salmones, porque eso concentra a ambas especies de osos”, dijo Cory Stantorf, biólogo del área Anchorage para el Departamento de Caza y Pesca.
Por qué no se mata al oso
La reacción de las autoridades puede parecer sorprendente para algunos: No se planea sacrificar al animal responsable del segundo ataque. ¿La razón? Se considera un acto defensivo natural por parte de la osa, que protegía a su cría y reaccionó ante la irrupción de un perro suelto seguido de un humano.
“Eso no es algo por lo que cazamos a los osos, porque cualquier madre en esa posición probablemente habría hecho lo mismo”, explicó Stantorf.
En el caso del primer ataque, los oficiales recogieron muestras de pelo y heces del lugar para su análisis, con el objetivo de identificar lo más posible al animal (especie, sexo, estado). Hasta la fecha, no se ha logrado determinar si se trató de un oso pardo o de un oso negro color canela, que puede confundirse fácilmente a simple vista.
La convivencia peligrosa: cifras y antecedentes
Anchorage no es ajena a este fenómeno. Entre 2013 y 2021, el Departamento de Pesca y Caza registró más de 35 ataques confirmados de osos a humanos en el área urbana o sus inmediaciones. En muchos casos se relacionan con:
- Senderismo cerca de arroyos con salmones
- Perros sin correa
- Desperdicios de comida en campamentos
- Ruido insuficiente para alertar a los osos
Un caso emblemático ocurrió en 2017, cuando un joven de 16 años fue atacado mortalmente por un oso durante una carrera de montaña cerca de Bird Ridge, al sur de Anchorage. Fue uno de los pocos ataques mortales documentados, pero bastó para provocar una revisión completa de las medidas de seguridad en competencias deportivas al aire libre.
El problema de los perros sueltos
Uno de los elementos comunes en incidentes de este tipo es la participación indirecta de mascotas sin correa. Muchos dueños subestiman el impacto que puede tener un perro enfrentándose a un oso. Al oler, ladrar o simplemente presentarse como intrusos en el territorio del animal salvaje, los perros pueden desencadenar un comportamiento defensivo letal. En varios ataques registrados, los osos han perseguido al perro... y también a su dueño.
“Recomendamos mantener a los perros atados. Un perro puede provocar un encuentro que de otro modo no ocurriría”, dijo Timothy Gurnett, guardabosques del Parque Estatal Chugach.
Cómo protegerte: consejos y medidas esenciales
Las autoridades, conscientes de que la vida silvestre forma parte de Anchorage por diseño y no por accidente, recomiendan:
- Evitar senderos cercanos a ríos con salmones durante su época de migración (julio-agosto).
- Caminar en grupo, hacer ruido constante, usar campanas o pitos para alertar a los animales.
- Llevar y saber usar spray anti-osos: es efectivo en el 90% de los casos si se emplea correctamente.
- No usar auriculares durante las caminatas.
- Observar señales de actividad de osos: huellas, excrementos, ramas rotas, etc.
- No correr si ves un oso: retrocede lentamente y no lo desafíes ni lo mires fijamente.
- Mantener las mascotas con correa y vigiladas en todo momento.
300 millas de senderos... y muchas opciones más seguras
Afortunadamente, Anchorage y sus alrededores ofrecen más de 483 kilómetros (300 millas) de senderos dentro del Parque Estatal Chugach, de los cuales más del 95% están dentro de la propia ciudad. Muchos de estos caminos atraviesan zonas menos propensas a la concentración de osos, especialmente en elevaciones superiores o lejos de los cursos de agua.
“Hay tantos otros lugares donde caminar. Solo hay que planear bien y conocer los riesgos”, recordó Gurnett.
¿Dónde termina la ciudad y empieza el bosque?
La pregunta que muchos se hacen, especialmente si no viven en Alaska, es: ¿No sería más fácil reubicar a los osos o mantenerlos alejados?
La respuesta es compleja. Anchorage no es como otras ciudades fronterizas con naturaleza. En su ADN urbano está inscrita su integración con los ecosistemas. El mensaje que las autoridades, ambientalistas y ciudadanos transmiten no es imponer la ciudad sobre la naturaleza, sino aprender a coexistir con ella.
La popularidad de grupos como “Alaska Urban Bear Watch” (seguimiento de osos urbanos de Alaska) en redes sociales, donde los usuarios comparten avistamientos de osos, alces y lobos caminando frente a casas o cruzando calles, muestra que hay una cultura de admiración y respeto por la fauna—aunque también miedo y desconcierto.
En muchos sentidos, Anchorage funciona como un termómetro de lo que podrá ser el futuro para muchas otras ciudades cercanas a zonas naturales, a medida que la expansión humana se topa con límites ecológicos. Por eso, lo que ocurre en estas montañas no solo es una anécdota aislada, sino una alerta temprana: la convivencia es posible, pero exige educación, prevención y mucho respeto por una naturaleza que, incluso dentro de los límites urbanos, sigue marcando sus reglas.