Los centros de alimentos en Gaza: ¿ayuda humanitaria o estrategia política?
El nuevo plan de distribución alimentaria impulsado por Trump junto a Israel desata controversias legales, éticas y geopolíticas
Una decisión que sacude la política internacional
El presidente Donald Trump ha anunciado esta semana un nuevo esfuerzo humanitario: la creación de centros de alimentos en Gaza como respuesta a la creciente crisis de hambruna tras más de 21 meses de conflicto entre Israel y Hamas. Estos centros, según Trump, serán administrados en colaboración con Israel para “asegurar la distribución apropiada”.
Sin embargo, las declaraciones —emitidas sin mayores detalles desde el Air Force One tras su viaje a Escocia— han generado una fuerte reacción política en EE. UU. y una oleada de críticas a nivel internacional. Lejos de disipar dudas, el anuncio ha levantado una serie de preguntas cruciales:
- ¿Por qué asumir este proyecto junto a Israel, cuando este país ha sido acusado de utilizar la ayuda humanitaria como herramienta de desplazamiento?
- ¿En qué se diferencia este plan del sistema vigente dirigido por la Fundación Humanitaria para Gaza (GHF)?
- ¿Qué papel juega la política electoral estadounidense en el manejo de esta crisis?
Gaza: una bomba humanitaria en cámara lenta
La situación en Gaza es, en palabras del presidente Trump, “terrible”. Las imágenes de niños con los huesos marcados por el hambre han circulado internacionalmente, provocando desde indignación hasta llamados urgentes a una intervención humanitaria real. De acuerdo con cifras de la ONU, más de 500,000 personas en Gaza enfrentan inseguridad alimentaria catastrófica, muchas de ellas sin acceso a agua potable o servicios médicos.
La guerra ha devastado infraestructura crítica, como hospitales, escuelas y carreteras. Aunque organizaciones como la ONU y Médicos sin Fronteras han intentado mantener operaciones dentro de las zonas afectadas, el bloqueo impuesto por Israel durante más de dos meses a principios de 2025 dificultó por completo la entrada de suministros.
El papel de Israel: ¿parte de la solución o del problema?
Israel será el administrador de estos nuevos centros de alimentos, según lo afirmado por Trump. «Vamos a tratar con Israel, y creemos que pueden hacer un buen trabajo», dijo. Pero esta declaración choca con hechos documentados por la ONU y organizaciones humanitarias.
La Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), ya activa desde mayo como operadora de distribución alimenticia bajo supervisión israelí, ha sido objeto de agudas críticas. Sus centros están situados en zonas militares controladas por el ejército de Israel, lo cual los vuelve inaccesibles para la prensa extranjera o monitores independientes. Varios informes de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU indican que cientos de palestinos han muerto en su intento de acceder a estos puntos.
Israel y GHF argumentan que esas muertes se deben a disparos de advertencia o al uso de gas pimienta para controlar aglomeraciones potencialmente peligrosas, pero las cifras no convencen. La ONU reafirma que su modelo de ayuda es más eficiente, sin evidencia de desvío hacia Hamas, algo que sí teme el gobierno de Netanyahu.
Parálisis en la diplomacia y ruptura con Netanyahu
Este nuevo anuncio viene apenas una semana después de que EE. UU. se retirara de las negociaciones para un cese al fuego entre Israel y Hamas, acusando a este último de negociar “de mala fe”. No obstante, Trump pareció distanciarse de su aliado tradicional, el primer ministro Benjamín Netanyahu, al subrayar las imágenes de hambruna como catalizadores de su nueva posición.
“Esos son niños que se están muriendo de hambre. Tienen que darles comida. Y nosotros vamos a dárselas”, declaró con vehemencia. Afirmaciones que sorprendieron, viniendo de un mandatario que anteriormente había concedido amplios respaldos incondicionales a Israel.
Críticas en el Congreso: presión bipartidista
En el Congreso, tanto Demócratas como algunos Republicanos han cuestionado el nuevo enfoque. Más de 40 senadores firmaron una carta pidiendo que EE. UU. vuelva a intentar un acuerdo de alto al fuego y criticando fuertemente el desempeño de GHF.
El senador Tim Kaine (D-Virginia) apuntó directamente al nuevo plan: “Me alegra que el presidente reconozca el problema, pero si queremos resolverlo, deberíamos acudir a quienes han hecho esto durante décadas”. Se refiere, claro, a organizaciones con experiencia como el Programa Mundial de Alimentos o la Media Luna Roja.
Una grieta dentro del movimiento MAGA
El anuncio ha causado revuelo incluso dentro del núcleo duro de los seguidores de Trump. Desde un lado del espectro, la congresista Marjorie Taylor Greene adoptó una postura crítica tanto hacia Israel como hacia la respuesta militar estadounidense, llegando a llamar “genocidio” a lo que ocurre en Gaza. “Esta guerra y crisis humanitaria deben terminar”, escribió en X.
Del otro lado, figuras como Charlie Kirk —líder del grupo ultra conservador Turning Point USA— han denunciado una “campaña de propaganda” que intenta retratar a Israel como un agente de hambruna deliberada. Este debate refleja una fractura emergente dentro del trumpismo, donde el apoyo automático a Israel ya no es dogma inamovible.
Preocupaciones éticas sobre la instrumentalización de la ayuda
Una de las críticas más insistentes al nuevo modelo de centros alimentarios supervisados por Israel —no solo desde la ONU, sino también desde organizaciones como Human Rights Watch— es que este sistema se aleja de los principios humanitarios fundamentales:
- Neutralidad: permitir que uno de los bandos del conflicto gestione la asistencia crea un claro sesgo.
- Imparcialidad: la obligatoriedad de desplazarse hacia zonas militares expone a la población a riesgos adicionales.
- Acceso limitado a medios y observadores independientes: lo que favorece la falta de transparencia.
Según palabras de un funcionario anónimo de la ONU citado por The New York Times, “Israel no debería dictar cómo se entrega la ayuda a los gazatíes. Esto sienta un precedente muy peligroso”.
¿Un gesto político o una verdadera ayuda?
En pleno año electoral, Trump ha sabido identificar un terreno propicio donde proyectar liderazgo humanitario. El contraste con su participación pasiva en intentos de cese al fuego y el oportunismo de romper parcialmente con Netanyahu podrían reconfigurar su perfil internacional. El tema Palestina-Israel, que tradicionalmente dividía de forma clara a demócratas y republicanos, ahora plantea nuevos matices dentro del espectro conservador.
Así, lo que parece una acción humanitaria puede también leerse como un gesto político con múltiples destinatarios: los votantes estadounidenses cansados de los compromisos bélicos sin fin, los sectores evangelistas que siguen respaldando el Estado israelí, y los independientes que se conmueven ante el drama en Gaza.
¿Qué viene después?
Aunque Trump ha prometido más detalles pronto, analistas legales y consultores de derechos humanos exigen claridad sobre la cadena de mando, los mecanismos de monitoreo y los métodos de selección de beneficiarios. De no concretarse un sistema auditable y seguro, el nuevo plan corre el riesgo de agravar aún más la desconfianza internacional hacia el papel de EE. UU. en el conflicto israelí-palestino.
En los próximos meses, el éxito —o fracaso— de este nuevo programa de ayuda marcará también el tono de la campaña presidencial republicana, en la que las posturas sobre política exterior y derechos humanos jugarán un papel cada vez más decisivo.