NFL, traumas cerebrales y tragedia: El lado oscuro del fútbol americano que explotó en Nueva York
Una masacre vinculada a un presunto caso de encefalopatía traumática crónica (CTE) reaviva el debate sobre las lesiones cerebrales en el deporte
Una tragedia que sacude a Manhattan
El lunes por la noche, el corazón de Manhattan fue escenario de una tragedia que combinó armas, trauma psicológico y una crítica directa al deporte que representa a millones de estadounidenses: el fútbol americano. Shane Tamura, un exjugador de preparatoria que trabajaba en seguridad de casinos en Las Vegas, irrumpió armado en un rascacielos que alberga las oficinas de la NFL y mató a cuatro personas antes de suicidarse.
El ataque revivió preocupaciones profundas sobre cómo los deportes de contacto, específicamente el fútbol americano, pueden estar relacionados con enfermedades neurodegenerativas como la encefalopatía traumática crónica (CTE), y cómo estas pueden afectar gravemente la vida y el equilibrio mental de los atletas una vez alejados del campo de juego. Pero también expuso fisuras en el sistema de acceso a armas, control de salud mental y seguridad laboral en empleos de alto riesgo.
¿Quién era Shane Tamura?
Tamura, de 27 años, fue recordado como un joven callado pero atlético en su época de estudiante en Golden Valley High School, en California. Durante su juventud, destacó como running back por su velocidad y habilidad, siendo descrito por los medios deportivos locales como "una chispa en botella". Sin embargo, diez años después, estaba completamente fuera del radar del deporte y sumido en problemas de salud mental y episodios erráticos documentados por la policía.
Aunque nunca jugó fútbol americano profesional, dejó una nota en la que decía sufrir de CTE y acusaba directamente a la NFL de "ocultar los peligros" del juego. La enfermedad, que solo puede diagnosticarse tras la muerte mediante autopsia cerebral, ha sido objeto de un intenso debate desde hace más de una década.
¿Qué es la CTE y por qué es tan controversial?
La encefalopatía traumática crónica (CTE) es una enfermedad cerebral degenerativa causada por repetidos golpes en la cabeza. Se ha encontrado con mayor frecuencia en deportistas de alto impacto, como jugadores de fútbol americano, boxeadores y algunos soldados. Entre sus síntomas están depresión, pérdida de memoria, comportamiento agresivo, ideación suicida y deterioro cognitivo progresivo.
Uno de los casos más emblemáticos fue el del jugador de los Patriots, Aaron Hernandez, quien fue diagnosticado póstumamente con uno de los casos más severos de CTE en alguien de su edad tras cometer un asesinato y luego suicidarse en prisión.
Un estudio publicado en la revista Journal of the American Medical Association en 2017 halló que el 99% de los cerebros de jugadores profesionales donados para investigación mostraban signos de CTE. Desde entonces, el debate ha crecido: ¿Hasta qué punto es responsable la NFL? ¿Qué tanto sabían y cuándo?
La respuesta (tardía) de la NFL
Durante años, la NFL negó con vehemencia cualquier vínculo entre el deporte y el desarrollo de la CTE, enfrentándose incluso con científicos y medios de comunicación. No fue hasta 2016 que, en audiencia frente al Congreso de EE.UU., reconoció por primera vez la relación entre conmociones cerebrales reiteradas y este trastorno.
Desde entonces, ha invertido más de $1.4 mil millones en el acuerdo de demandas colectivas con exjugadores, y ha implementado nuevas reglas y protocolos de seguridad, incluyendo normas específicas contra "helmet-to-helmet hits" y protocolos de evaluación médica más estrictos.
Sin embargo, críticos argumentan que estas medidas llegaron demasiado tarde y siguen siendo insuficientes. Para muchos, como Tamura aparente pensaba, ese reconocimiento llegó cuando ya era irrelevante para quienes pagaron el precio más alto.
La masacre y sus víctimas
El ataque de Tamura comenzó en el lobby del edificio en Park Avenue, uno de los centros neurálgicos financieros de Nueva York. Usando un rifle estilo AR-15, mató al oficial de seguridad Didarul Islam —un inmigrante de Bangladesh y padre de dos hijos—, a una alta ejecutiva de Blackstone y a otros dos trabajadores de empresas situadas en el rascacielos. Un empleado de la NFL resultó gravemente herido pero sobrevivió.
Según las autoridades, Tamura planeaba atacar específicamente las oficinas de la NFL, pero tomó el ascensor equivocado, dirigiéndose al piso 33 donde disparó a otra víctima y luego se quitó la vida.
¿Cómo alguien con problemas mentales accedió a armas y un empleo de seguridad?
Un aspecto que incrementa la polémica es cómo Tamura, con antecedentes de comportamiento errático —incluyendo un arresto menor en 2023 por negarse a abandonar un casino—, todavía pudo trabajar en la industria de seguridad de Las Vegas, considerada una de las más vigiladas del país. Además, tenía una licencia de portación oculta e incluso había adquirido una pistola en el mes previo al ataque.
Su licencia estatal como oficial de seguridad había expirado en diciembre, pero nada le había impedido comprar partes de rifles y ensamblar un arma estilo militar. Las autoridades están ahora investigando al proveedor de las piezas clave del arma, incluyendo el receptor inferior, parte esencial del arma de fuego.
El eco histórico: otros casos que marcaron un punto de inflexión
- Junior Seau: ícono de la NFL, se suicidó en 2012, disparándose en el pecho para preservar su cerebro. Fue diagnosticado con CTE.
- Mike Webster: emblemático centro de los Steelers, murió en 2002 viviendo en su auto, completamente deteriorado mentalmente. Fue el primer diagnóstico clínico de CTE relacionado con la NFL.
- Chris Benoit: luchador de la WWE que mató a su esposa e hijo antes de suicidarse; estudios post-mortem mostraron daños cerebrales compatibles con CTE severa.
Estos y otros casos provocaron reformas en las reglas de contacto y generación de protocolos médicos, aunque para muchos todavía son poco estrictos.
Reacciones desde el deporte, la política y la sociedad
Roger Goodell, comisionado de la NFL, calificó el tiroteo como un “acto de violencia indescriptible”. Sin embargo, activistas y expertos reclaman más que palabras. El ataque se suma a una larga lista de incidentes donde los vacíos legales sobre el acceso a armas, la atención a la salud mental y la regulación laboral desatan consecuencias letales.
El alcalde de Nueva York, Eric Adams, lanzó un llamado inmediato a reforzar las leyes de control de armas: “No podemos responder a leyes de armas sin sentido con simples vigilias”.
¿Qué podemos (y debemos) aprender?
Este caso no es solo la historia trágica de un individuo perdido. Es un espejo que refleja múltiples fallas del sistema:
- La negligencia institucional frente a una enfermedad que silenciosamente destruye vidas.
- El acceso relativamente fácil a armas de asalto aun con historial mental dudoso.
- La falta de seguimiento de trabajadores en áreas críticas de seguridad.
Y también es una oportunidad para parar, pensar y revaluar colectivamente qué tanto estamos dispuestos a sacrificar en nombre del espectáculo deportivo.
La salud mental y los deportes: un debate imprescindible
Es urgente enfrentar el estigma que rodea la salud mental en atletas, que a menudo son criados para “aguantar sin quejarse". Muchos jóvenes aspirantes al estrellato deportivo se enfrentan al silencio, al dolor y a la expectativa de invulnerabilidad.
Hoy, los equipos profesionales y universidades deben sumar psicólogos deportivos, procedimientos de seguimiento postretiro y detectar signos tempranos de afecciones relacionadas con golpes en la cabeza.
¿Puede cambiar el paradigma?
La NFL ha dado pasos, pero insuficientes ante la dimensión del problema. Hasta que no se establezcan políticas más sólidas, investigaciones independientes y un compromiso social genuino, tragaremos más noticias como la del lunes: tragedias que mezclan violencia, trauma y frustración. El deporte, cuando se desconecta de la humanidad de sus protagonistas, puede volverse un arma... literal y metafóricamente.