Protestas, turismo y geopolítica: la controversia por cruceros israelíes en Grecia
Las manifestaciones en contra de la guerra en Gaza llegan al corazón turístico de Grecia, desatando una tormenta entre activismo, diplomacia e intereses económicos.
El turismo de verano entre el conflicto y el activismo
A medida que el verano avanza en Europa, las islas griegas, tradicionalmente sinónimo de relax, sol y playas paradisíacas, se han convertido en campo de batalla simbólico de un conflicto a miles de kilómetros: la guerra en Gaza. En los últimos días, varias manifestaciones propalestinas han estallado ante la llegada del crucero israelí Crown Iris a distintas islas.
El epicentro más reciente fue el puerto de Agios Nikolaos, en la isla de Creta, donde manifestantes desplegaron una enorme bandera palestina y corearon proclamas como “Free, free Palestine” (Palestina libre). Las imágenes transmitidas por medios locales mostraron también la intervención de la policía antidisturbios, que tuvo que utilizar gas pimienta y detuvo a al menos cuatro personas.
Una repetición en cadena
Los eventos en Creta no fueron aislados. Un día antes, la isla de Rodas, también en el mar Egeo, fue escenario de protestas similares. Allí, aunque las manifestaciones no derivaron en violencia, sí dejaron claro el creciente malestar en sectores de la población griega con la política exterior israelí.
Pero todo comenzó el 22 de julio en la isla de Syros, en el grupo de las Cícladas. Fue allí donde la empresa operadora del Crown Iris, la israelí Mano Cruise, decidió que el barco no desembarcaría debido al número y tono de los manifestantes. La embarcación, que transportaba alrededor de 1,700 turistas, abandonó el puerto antes de lo previsto. Los manifestantes portaban pancartas con frases como “Detengan el genocidio” y “Sin aire acondicionado en el infierno”, denunciando las condiciones humanitarias en Gaza.
Turismo israelí en Grecia: un destino en tensión
Grecia, y en especial sus islas, es uno de los destinos predilectos del turismo israelí. Durante el verano, miles de turistas viajan desde Tel Aviv a Atenas o directamente a islas como Creta, Rodas y Mikonos. Hay varios vuelos directos diarios y una creciente infraestructura turística que se ha beneficiado económicamente de estos vínculos cercanos.
Según datos de la Confederación de Turismo de Grecia (INSETE), antes del estallido actual del conflicto entre Israel y Gaza en 2023, cerca de 700,000 turistas israelíes viajaban anualmente a Grecia. Para muchas comunidades isleñas, estos visitantes representan una parte sustancial de los ingresos por turismo.
Esta dinámica ha puesto al gobierno griego en una posición delicada. Tras la protesta en Syros, el ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Gideon Saar, contactó directamente a su homólogo griego, Giorgos Gerapetritis, buscando garantías para la seguridad de los ciudadanos israelíes.
¿Libertad de expresión versus intereses diplomáticos?
Estas manifestaciones han reavivado el eterno dilema en democracias con instituciones fuertes: ¿hasta qué punto puede aceptarse la protesta ciudadana cuando amenaza con afectar intereses económicos o geopolíticos?
Desde ciertas esferas políticas griegas se ha pedido mano firme para garantizar el orden y no ahuyentar el turismo. Pero desde organizaciones pro derechos humanos, académicos y movimientos sociales se recalca que la solidaridad con el pueblo palestino forma parte del derecho a la protesta y que Grecia no debe caer en la censura por presión extranjera.
“Los mismos principios democráticos que hacen de Grecia un pueblo hospitalario deben permitir también que su ciudadanía exprese rechazo a genocidios y ocupaciones militares”, declaró a Kathimerini un profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Atenas.
La dimensión simbólica del crucero
El hecho de que el crucero se llame Crown Iris y navegue bajo una bandera asociada al entretenimiento turístico ha añadido una capa más de simbolismo. Muchos de los manifestantes lo ven como un emblema flotante del intento de normalizar una guerra en curso. Para ellos, estos cruceros proyectan una doble imagen: de vacaciones y lujo dentro de un contexto humanitario desolador en tanto que Gaza sigue siendo bombardeada.
La polarización griega sobre Palestina
Históricamente, la sociedad griega ha mostrado posturas mayoritariamente pro-palestinas. Desde los años 70, con el liderazgo de Andreas Papandreou, Grecia ha mantenido una postura de cercanía con las causas árabes. Las banderas palestinas en manifestaciones sindicales o estudiantiles no son nuevas. Pero en los últimos años, especialmente con el fortalecimiento de las relaciones diplomáticas y militares entre Grecia e Israel, este apoyo ha menguado a nivel institucional.
Actualmente, Atenas e Israel desarrollan ejercicios militares conjuntos, acuerdos bilaterales en defensa, inteligencia y energía. Todo esto ha hecho que el respaldo político a Palestina quede relegado al terreno social, generando fricciones entre los ciudadanos y las decisiones del Estado.
Reacciones en cadena en el Mediterráneo
Curiosamente, los incidentes en Grecia no están ocurriendo en soledad. En Europa, las protestas propalestinas frente a instituciones israelíes y empresas con vínculos con Tel Aviv han ido en aumento desde 2023. Italia, Francia y España han vivido sus propios episodios, pero ha sido en Grecia donde la protesta se ha trasladado al turismo mismo.
Esto plantea preguntas abiertas para el futuro: ¿dejará de ser el turismo una “zona neutral”? ¿Podrá una familia de vacaciones seguir ajena al escenario político global? ¿Es legítimo interferir la experiencia turística para visibilizar una injusticia?
La narrativa en pugna: ¿vacaciones o complicidad?
Desde muchas agrupaciones juveniles griegas, la postura es clara: “No se puede bañar uno en la playa mientras niños mueren bombardeados”. Este tipo de consignas apunta directamente al turista como actor dentro del conflicto. Aunque la mayoría de los viajeros no son responsables de las decisiones políticas de sus gobiernos, en el marco de una guerra con fuerte carga emocional e ideológica como la de Gaza, su mera presencia en sitios como Grecia puede leerse políticamente.
Por otro lado, hay quienes señalan que atacar al turismo es contraproducente, que lanza mensajes erróneos y daña economías locales sin lograr un cambio real. Las empresas turísticas han comenzado a reforzar medidas de seguridad y rediseñar itinerarios para evitar zonas con tensión política.
¿Qué sigue?
Las protestas pueden aumentar, sobre todo si no se visualiza un avance hacia el fin del conflicto en Gaza. Las islas griegas, con su belleza mediterránea, se han vuelto inesperados escenarios de esta narrativa en disputa. Y con ellas, los gobiernos europeos deberán preguntarse por el delicado equilibrio entre turismo, libertad de expresión, derechos humanos e intereses estratégicos.
La pregunta ya no es si el turismo es político, sino qué tipo de política permite reflejar.