Sumisión o estrategia: ¿Qué hay detrás del nuevo acuerdo comercial entre Trump y la UE?

Europa cede ante Washington en tarifas a cambio de seguridad militar y energética. ¿Decisión pragmática o capitulación geopolítica?

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Un episodio más en la compleja relación transatlántica

El reciente acuerdo comercial alcanzado entre la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha encendido las alarmas y la polémica a ambos lados del Atlántico. El pacto contempla elevar los aranceles para la mayoría de las exportaciones europeas al 15%, un aumento del 10% respecto al nivel actual.

Mientras que Trump celebró el acuerdo como “enorme” e insinuó que Europa pagaría “en grande, tal como debería”, muchos líderes europeos, incluyendo el primer ministro francés, lo calificaron como un “día oscuro para la Unión Europea”. Desde analistas hasta mandatarios, muchos lo interpretaron como una claudicación ante las presiones de Washington.

Más que comercio: seguridad, geopolítica y Ucrania

Lejos de ser un simple pacto comercial, este acuerdo es reflejo de profundas dependencias geoestratégicas. Como lo señaló el comisario de Comercio, Maroš Šefčovič: “No se trata solo de comercio. Se trata de seguridad, de Ucrania y de la volatilidad geopolítica actual.”

Con la invasión rusa de Ucrania como telón de fondo, la Unión Europea ha reforzado su alianza con Estados Unidos, no solo importando armamento americano, sino confiando en Estados Unidos como garante de seguridad. En la actualidad, hay unos 84,000 soldados estadounidenses desplegados en Europa, pilar del efecto disuasorio de la OTAN frente a amenazas como Rusia.

La paradoja: sanciones a aliados

Sin embargo, la paradoja es que Estados Unidos, al mismo tiempo que protege a Europa mediante la OTAN, penaliza a sus aliados comerciales imponiéndoles aranceles. Washington justifica esta acción bajo la Sección 232 del Trade Expansion Act, argumentando preocupaciones de seguridad nacional, una lógica que muchos en Bruselas consideran absurda.

Dependencia energética: Rusia fuera, EE. UU. dentro

Tras cuatro años de guerra en Ucrania, Europa ha dado pasos importantes para reducir su dependencia energética de Rusia. No obstante, esta independencia energética ha significado una nueva dependencia: la de Estados Unidos. Como declaró von der Leyen:

“Las compras de productos energéticos de EE. UU. diversificarán nuestras fuentes de suministro y contribuirán a la seguridad energética de Europa.”

Entre los compromisos bilaterales está la adquisición masiva de gas natural licuado (LNG), petróleo y combustibles nucleares de origen estadounidense, lo que marca un giro energético decisivo hacia el otro lado del Atlántico.

¿Una Europa más autosuficiente o más dependiente?

Analistas como Niclas Poitiers, del think tank Bruegel, subrayan la encrucijada en la que se encuentra la UE:

“La UE está en una situación difícil porque dependemos mucho de EE. UU. para nuestra seguridad. No había voluntad real de iniciar una gran confrontación.”

Este acuerdo es visto por muchos como un mal necesario. La alternativa, una guerra comercial con EE. UU. cuando Europa ya sufre las consecuencias de la guerra en Ucrania, parece ser un riesgo mayor. Como dijo el mismo Poitiers: “El impacto económico será negativo, pero manejable.”

El factor Trump y su imprevisibilidad

Las negociaciones tuvieron lugar en un contexto muy peculiar: tras una partida de golf entre Trump y su hijo en Escocia. Fue entonces cuando se concretó lo que Trump describió como “el mayor acuerdo comercial de la historia”.

Las formas también generaron molestias. Trump publicó en redes sociales un mensaje privado del Secretario General de la OTAN, Mark Rutte, en el que le decía: “Europa va a pagar en GRANDE — como debe — y será tu victoria.”

Rutte minimizó la controversia, argumentando que el mensaje no era secreto. Pero el gesto dejó un sabor amargo para muchos diplomáticos europeos.

La otra cara del acuerdo: evitar un conflicto comercial

Von der Leyen mostró mesura y pragmatismo, evitando confrontaciones abiertas. Cuando Trump, incorrectamente, afirmó que solo EE. UU. ayuda en Gaza, ella no corrigió la afirmación, a pesar de que la UE es el mayor proveedor de ayuda humanitaria a los palestinos. El riesgo de represalias comerciales del 30% sobre productos europeos pesaba demasiado.

El aumento del 10% en tarifas puede parecer duro, pero ante una amenaza de guerra económica y con el conflicto ucraniano escalando, para muchos en Bruselas fue el precio de la estabilidad.

Una alianza que sufre tensiones internas

Aunque la OTAN sigue siendo el escudo de Europa, surgen interrogantes cada vez más frecuentes sobre si la alianza puede sostenerse sin redefinir sus equilibrios internos.

Los países europeos han aprobado aumentar su gasto militar significativamente. Según los acuerdos alcanzados en la cumbre de la OTAN de 2025, se espera que los países europeos inviertan más de 300 mil millones de euros adicionales en defensa en los próximos 10 años. Esta medida busca, al mismo tiempo, protegerse y mantener a Washington en el club.

La incógnita post-2025 y el efecto electoral

Muchos analistas coinciden en que esta relación bilateral —entre von der Leyen y Trump— parece, por ahora, puramente transaccional. Pero ¿qué pasa si Trump vuelve a la presidencia? ¿Y si los europeos empiezan a cuestionar más profundamente su dependencia sistemática?

Las elecciones estadounidenses de 2024 y las elecciones al Parlamento Europeo de 2025 marcarán un punto de inflexión. Si el bloque europeo apuesta por una mayor independencia estratégica, relaciones como ésta podrían ser reevaluadas profundamente.

En palabras del politólogo Stefan Lehne:

“Europa debe decidir si quiere seguir como actor subordinado o convertirse finalmente en jugador autónomo en el escenario global.”

¿Un nuevo equilibrio geopolítico?

El acuerdo con EE. UU., con sus concesiones y beneficios aparentes, puede leerse también como un episodio más del nuevo orden global multipolar en formación. El peso de Asia, el retroceso relativo de Occidente y las crisis sistémicas como el cambio climático, obligan a asociaciones flexibles y menos ideológicas.

Al final, Europa no puede permitirse estar sola. Pero ser simplemente un satélite político y comercial de Washington también tiene costos.

¿Cuál será el siguiente paso? ¿Podrá Europa capitalizar estas cesiones a cambio de mayores garantías estratégicas? ¿O quedará nuevamente atrapada en una dinámica de dependencia mutua desequilibrada?

Todo indica que el futuro de la alianza transatlántica se decidirá más en el campo de batalla político —y simbólico— que en las mesas de negociación arancelaria.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press