Turismo Ético en Tiempos Turbulentos: Afganistán Desde los Ojos de Sus Guías Mujeres

En medio de restricciones extremas del régimen talibán, un nuevo tipo de turismo guiado por mujeres florece en Afganistán, devolviendo esperanza y una cara humana a un país malinterpretado

A medida que los titulares internacionales continúan enfocándose en las restricciones impuestas por los talibanes en Afganistán, una nueva ola silenciosa de turistas, principalmente mujeres y guiadas por mujeres, comienza a cambiar narrativas. Esta historia no es solo sobre un país devastado por décadas de conflicto. Es también sobre resiliencia, descubrimiento cultural y el poder del turismo ético en uno de los lugares más sorprendentes e incomprendidos del planeta.

Una industria naciente en una tierra compleja

Desde que los talibanes retomaron el poder en agosto de 2021, Afganistán ha estado mayormente aislado del mundo. Sin embargo, contra todo pronóstico, el turismo internacional ha resurgido tímidamente. Aunque las advertencias de viaje de gobiernos occidentales siguen en pie, y la inseguridad persiste en algunas zonas, la relativa estabilización ha abierto la puerta a un fenómeno inesperado: grupos pequeños de turistas extranjeros que buscan experimentar lo auténtico de una tierra con miles de años de historia.

Entre estos aventureros, destacan especialmente los grupos exclusivamente femeninos, guiados por las pocas mujeres que, a pesar de las numerosas restricciones impuestas, han encontrado una forma de compartir su cultura y su país con el mundo.

Somaya Moniry: Una pionera inesperada

Una de estas figuras es Somaya Moniry, una joven de 24 años que se convirtió en guía turística gracias a una feliz coincidencia: navegando internet en busca de cómo mejorar su inglés, descubrió la red Couchsurfing. Invitar a un viajero extranjero a su hogar despertó una pasión.

Fue tan único e interesante. Nunca había oído hablar de ser guía turística. Pensé: ¿por qué no intentarlo?”, dice Moniry. Su entusiasmo por mostrar el rostro amable de Afganistán despegó desde ese momento. Ahora forma parte de una red incipiente de guías mujeres que colabora con agencias especializadas en «destinos inusuales», como Koryo Tours.

Turismo como herramienta de cambio de percepción

Moniry no quiere edulcorar la realidad: “Claro que Afganistán tiene muchos desafíos. Pero también tiene belleza, historia, hospitalidad. La negatividad no define todo lo que somos”.

¡Y cuando ves esa naturaleza, esos paisajes, cuando convives con gente tan generosa, todo cambia!”, explica con emoción.

Y su visión tiene eco. Suzanne Sandral, una australiana de 82 años que soñaba con Afganistán desde los años 60 pero no pudo visitarlo hasta ahora, se unió a uno de los tours solo para mujeres.

No es lo que esperaba. Imaginaba sentir miedo, o miradas acusatorias. Pero no fue así. Fue todo sonrisas y amabilidad”, cuenta desconcertada —y feliz— desde Kabul.

El dilema ético: ¿Turismo o complicidad?

El resurgimiento del turismo en Afganistán plantea una dura pregunta ética: ¿contribuye a mejorar la situación o legitima un régimen opresivo?

Las restricciones impuestas por el gobierno talibán a las mujeres han sido ampliamente denunciadas: exclusión educativa, limitaciones en la movilidad pública, cierre de salones de belleza, prohibición de actividades recreativas e incluso control sobre qué ropa usar y con quién andar.

Aun así, Zoe Stephens, guía británica de 31 años en Koryo Tours, defiende el turismo como una forma de empoderamiento y visibilidad. “Creo que se puede separar la política de la gente. Un país no es solo su gobierno. Es su historia, cultura, comida y sobre todo, su gente”, afirma con determinación.

Stephens ha organizado varios tours femeninos con Moniry y otras guías locales. Estos tours incluyen desde visitas a monumentos históricos hasta clases de bordado y cocina con mujeres afganas, además de charlas en centros femeninos.

Una oportunidad para hacer conexiones humanas

Durante años Afganistán fue terreno vedado para el turismo. Pero la actual apertura tímida ha revelado otra faceta: la hospitalidad arraigada en su cultura desde tiempos antiguos.

Los afganos son increíblemente hospitalarios. A pesar de sus problemas, te hacen sentir bienvenido”, dice Jackie Birov, una viajera independiente de Chicago.

Las mujeres extranjeras son conscientes de su privilegio. “Yo sé que tengo mucha más libertad que las mujeres locales”, reconoce Birov. Pero eso no le impide apostar por una conexión cultural en terreno y real.

El rol del turismo en un contexto de opresión

En este escenario, el turismo no es solo aventura o placer: es también una herramienta de visibilización y reconstrucción de narrativas.

  • Afganistán recibía menos de 20.000 turistas anuales antes de 2021, según el Banco Mundial.
  • Hoy, esa cifra está aumentando lentamente con visitantes provenientes de Grecia, Reino Unido, Países Bajos, China, y más.
  • Las principales rutas incluyen Herat, Bamiyán, Balkh, y la capital Kabul.

Muchos de los viajes son organizados por agencias extranjeras en colaboración con pequeñas redes locales. Según datos extraoficiales, cerca del 10% de las visitas actuales son grupos liderados por mujeres.

Un gobierno ávido de legitimidad

Para el gobierno talibán, aislado internacionalmente y solo reconocido formalmente por Rusia, el turismo representa una oportunidad económica y diplomática en un escenario donde toda fuente de ingresos cobra relevancia.

Los visados turísticos para estancias de hasta 30 días se han vuelto más accesibles en las pocas embajadas afganas en funcionamiento, y Kabul cuenta con conexiones aéreas frecuentes a Estambul y Dubái.

Un nuevo modelo de viaje: compasivo y responsable

La idea detrás del turismo ético no es ignorar los padecimientos de la población local, sino vivirlos de manera respetuosa, compartiendo desde dentro y retribuyendo el aprendizaje.

Queremos poner en contexto las vidas de las mujeres afganas. Mostrar que existen, que resisten. Y que lo que hacen vale la pena ser conocido”, indica Stephens.

Para las viajeras, especialmente las que se unen a estos grupos femeninos, la experiencia se transforma en un tipo particular de empoderamiento: el de ser testigo de lo que otros no muestran. Alejadas de los circuitos turísticos convencionales, viven un viaje que no aparece en catálogos ni promociones, pero que deja huellas profundas, a ambas partes.

¿Es seguro viajar a Afganistán?

La respuesta corta es: depende. Las recomendaciones oficiales de Estados Unidos y Europa siguen siendo de evitar el país. Hay zonas donde aún operan células de Estado Islámico, y la situación es volátil.

No obstante, para quienes deciden emprender el viaje, lo hacen con conciencia y preparación. Las agencias toman medidas severas de seguridad, trabajan con guías bien conectados en terreno y evitan zonas de alto riesgo.

No se trata de turismo masivo, sino de viajes excepcionales, conscientes y programados con extremo cuidado. Personas que aceptan el riesgo por la posibilidad de conectar auténticamente con una cultura resiliente, y con el anhelo de ver una parte del mundo que ha sido negada durante décadas.

Como lo resume Moniry: “Si logramos que algunos visitantes regresen a casa con otra visión de Afganistán, todo este esfuerzo valió la pena”.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press