¿Starlink: futuro de la conectividad global o amenaza geoestratégica?

Análisis de la pugna tecnológica y militar por el dominio del espacio entre China, EE.UU. y el imperio satelital de Elon Musk

Starlink, la megaconstelación de satélites de comunicaciones creada por SpaceX, ha revolucionado la manera en que el mundo accede a internet. Pero más allá de su misión comercial, detrás de sus miles de satélites orbitando la Tierra hay una historia de poder, control, tensiones geopolíticas y profundas preocupaciones estratégicas, especialmente desde el punto de vista de China.

¿Cómo pasó una iniciativa de internet satelital a convertirse en un eje de la seguridad nacional para muchas potencias del mundo? Este análisis busca responder a esa pregunta, desentrañando la creciente desconfianza que existe hacia Starlink desde gobiernos como el chino, pasando por el papel instrumental del sistema en la guerra de Ucrania, hasta las implicaciones de depender de una infraestructura crítica dominada por una sola empresa privada.

El ascenso imparable de Starlink

Lanzado en 2019 por la empresa SpaceX de Elon Musk, el sistema Starlink busca proveer internet de alta velocidad en todo el planeta a través de una constelación de satélites en órbita baja. Desde entonces, su crecimiento ha sido meteórico:

  • Actualmente opera más de 8,000 satélites, lo que representa aproximadamente dos tercios del total de satélites activos en órbita.
  • Opera en más de 140 países, incluyendo zonas remotas e inestables donde otras redes de conectividad no llegan.
  • A largo plazo, planea desplegar decenas de miles de satélites más.

Esta ventaja como primer operador a gran escala ha creado un efecto de red casi monopolístico. “Ningún otro país, ni empresa privada, se acerca al alcance de Starlink”, comenta Jonathan McDowell, astrónomo del Centro Harvard-Smithsonian para Astrofísica.

El temor de China ante Starlink

Desde el inicio de la expansión del sistema, China ha mantenido una postura crítica. Las preocupaciones no son sólo tecnológicas, sino profundamente políticas y militares. Beijing considera a Starlink no solo como una infraestructura de comunicaciones, sino como una extensión de la influencia militar estadounidense.

Un artículo publicado por investigadores de la Universidad Nacional de Tecnología de Defensa de China en 2023 lo resume así:

“A medida que Estados Unidos integra la tecnología de Starlink en sus activos espaciales militares para obtener una ventaja estratégica, otros países perciben cada vez más a Starlink como una amenaza en dominios nucleares, espaciales y cibernéticos.”

La preocupación no es infundada: SpaceX mantiene contratos e interacciones constantes con agencias como la NASA, el Pentágono y la Oficina Nacional de Reconocimiento (NRO), esta última encargada de los satélites espía estadounidenses.

Ucrania: el punto de quiebre

El verdadero punto de inflexión fue la invasión rusa de Ucrania en 2022. Starlink desempeñó un papel clave al mantener las comunicaciones en territorio ucraniano, incluso cuando la infraestructura convencional fue destruida por los bombardeos rusos.

Además, permitió el uso de drones militares, operaciones de vigilancia y coordinación de tropas. Musk incluso controló personalmente la disponibilidad del sistema en ciertas regiones, bloqueando, por ejemplo, el acceso para un ataque ucraniano a Crimea ocupado.

“Ucrania fue un disparo de advertencia para el resto del mundo”

Así lo calificó Nitin Pai, del instituto de políticas públicas Takshashila, en India. “Sabemos desde hace tiempo que dar contratos clave a empresas chinas es riesgoso, pero ahora vemos que lo mismo puede aplicarse a empresas estadounidenses lideradas por actores impredecibles”, añadió.

Tensiones tecnológicas y guerra orbital

La fascinación tecnológica de Musk choca con la realidad militar-geopolítica: China ha publicado más de 60 artículos científicos analizando cómo sabotear o inutilizar la red satelital de Starlink.

Entre las propuestas que toman forma en publicaciones académicas y militares chinas están:

  • Submarinos armados con láseres espaciales para derribar satélites.
  • Ataques a la cadena de suministro de Starlink, que identifica más de 140 proveedores de primer nivel y numerosos secundarios y terciarios.
  • Satélites espía chinos diseñados para seguir el rastro de los satélites Starlink mediante corrosivos químicos o interferencias logísticas en sus paneles solares.
  • Uso de regulaciones internacionales para restringir el acceso de Starlink a ciertas regiones y mercados.

En una de las propuestas más agresivas, se sugiere usar telescopios ópticos comerciales para rastrear satélites y desplegar armas láser para freír sus paneles. No es solo paranoia: Musk mismo ha declarado que la militarización del espacio ya está en marcha y que sería ingenuo ignorarlo.

Guowang, la respuesta de Beijing

En 2021, China estableció la corporación estatal China SatNet para competir directamente con Starlink. Su proyecto de constelación satelital, Guowang, busca posicionarse tanto a nivel interno como en mercados internacionales. Entre sus objetivos figuran:

  • Desplegar 13,000 satélites propios con capacidad tanto comercial como militar.
  • Colaboraciones internacionales: ya inició rutas comerciales con Brasil, Kazajistán, Omán, Pakistán, Uganda y otros países.

Guowang no es la única iniciativa. Empresas como Qianfan (respaldada por el gobierno de Shanghái) buscan lanzar metaconstelaciones de hasta 15,000 satélites, con claras implicaciones duales: civiles y militares.

Europa e India: ¿aliados ambivalentes?

Mientras tanto, la Unión Europea ha empezado a despertar ante la dependencia excesiva de tecnoempresas extranjeras. IRIS2 es su intento por construir una constelación propia europea, con un presupuesto de multi-billones de euros, aunque el proyecto avanza lentamente.

“Somos aliados de EE.UU., pero necesitamos autonomía estratégica (...) El riesgo es no tener nuestro destino en nuestras propias manos.” — Christophe Grudler, eurodiputado francés

En paralelo, India acaba de aprobar la entrada de Starlink tras superar obstáculos regulatorios y resistencias internas. Esto coincide con una serie de concesiones comerciales que incluyen compras de energía estadounidense, trigo y armamento, en el marco de negociaciones estratégicas con Washington.

Musk, el jugador impredecible

Otra fuente de inquietud es el papel central que juega Elon Musk. Más allá de su rol empresarial, cada vez cobra mayor protagonismo político. Ha:

  • Financiado campañas como la de Donald Trump.
  • Jugado un papel crucial en decisiones de geopolítica global (como limitar Starlink para ataques ucranianos).
  • Mostrado simpatía por figuras ultraconservadoras en Europa.

El hecho de que una infraestructura crítica como Starlink esté supeditada a los intereses y decisiones de un solo hombre es un punto alarmante para muchos gobiernos.

¿Demasiado poder en una sola orbita?

La trama de Starlink no se limita a cables y satélites. La pugna que representa involucra economía, geopolítica, libertades digitales, soberanía nacional, y el futuro del ciberespacio. El dominio de SpaceX despierta una pregunta crucial:

¿Puede el mundo confiar en un sistema global de conectividad comandado por una empresa privada con lazos profundos con el estamento de defensa estadounidense?

China, Europa, Rusia e incluso potencias como India están respondiendo con alternativas múltiples, aunque por ahora Starlink mantiene su ventaja abrumadora. La nueva “carrera espacial” ya no consiste en llegar primero a la Luna, sino en controlar la malla invisible —pero vital— que une nuestras comunicaciones en la Tierra. Y el juego apenas comienza.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press