Chile y EE. UU.: Biometría, crimen transnacional y el nuevo rostro de la cooperación en seguridad

En medio de la amenaza del Tren de Aragua, Santiago y Washington estrechan lazos con tecnología biométrica para combatir el crimen organizado latinoamericano

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Una alianza estratégica en crecimiento

En los últimos años, América Latina ha experimentado un aumento preocupante de estructuras criminales complejas transnacionalmente. Uno de los ejemplos más recientes y mediáticos es el grupo Tren de Aragua, una red criminal originaria de Venezuela cuya expansión ha impactado profundamente a países como Colombia, Perú, Chile y Estados Unidos. Frente a esta amenaza, Estados Unidos y Chile han iniciado una colaboración sin precedentes basada en tecnologías biométricas para frenar el avance del crimen organizado.

Durante una visita oficial a Santiago esta semana, la Secretaria de Seguridad Nacional de EE. UU., Kristi Noem, firmó un acuerdo preliminar con las autoridades chilenas para implementar el programa Biometric Identification Transnational Migration Alert Program (BITMAP). El objetivo es claro: emplear reconocimiento facial, huellas dactilares y escaneo de iris para identificar y bloquear a individuos potencialmente peligrosos que intenten cruzar fronteras.

¿Qué es BITMAP y por qué es crucial?

El BITMAP ha sido implementado progresivamente por Estados Unidos en varios países aliados. Según el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), este tipo de tecnología ya se utiliza en más de 30 puntos internacionales, y ha permitido interceptar a miles de personas con antecedentes delictivos o vinculaciones con redes terroristas.

“Este acuerdo servirá como un puente que ayudará a Chile y a Estados Unidos a llevar a los criminales ante la justicia y a saber quién está en nuestros países cometiendo delitos”, declaró Noem desde el aeropuerto Arturo Merino Benítez. Respecto al BITMAP, agregó: “Esa información será increíblemente importante mientras perseguimos estas actividades criminales”.

Chile, históricamente visto como una de las democracias más estables de Sudamérica, se ha convertido en los últimos cinco años en un destino clave para el Tren de Aragua. Escapando del caos venezolano, miles de migrantes —y criminales encubiertos entre ellos— han utilizado al país andino como entrada o como base operativa.

Tren de Aragua: raíces, evolución y modus operandi

El Tren de Aragua nació en las prisiones de Venezuela en la década de 2010. Según una investigación de InSight Crime, sus líderes surgieron de la Penitenciaría General de Aragua y luego extendieron su influencia dentro y fuera de los penales.

Con el tiempo, diversificaron sus actividades criminales: tráfico de personas, trata de blancas, narcotráfico, sicariato, extorsión y robos internacionales. Operan con brutalidad sistemática, imitando estilos mafiosos y dejando mensajes intimidatorios. En Chile, se les adjudican desde balaceras hasta secuestros ligados a migrantes venezolanos y colombianos.

En 2023, la policía investigativa chilena (PDI) logró desmantelar varias células del grupo en Santiago y Valparaíso. Varios integrantes fueron formalizados por asesinato y asociación ilícita.

Intercambio de datos biométricos: la polémica detrás de la cooperación

Uno de los puntos más discutidos del acuerdo es la eventual transferencia y almacenamiento de datos biométricos pertenecientes a ciudadanos chilenos o migrantes en tránsito. Activistas por los derechos humanos han expresado preocupaciones relacionadas con la privacidad, el uso indebido de la información y el acceso soberano a la misma.

La ministra de Justicia chilena, Jaime Gajardo, defendió el convenio aclarando que “los datos compartidos estarán bajo estrictas normas de protección y no serán utilizados con fines migratorios discriminatorios, sino exclusivamente para propósitos de seguridad pública e investigaciones criminales”.

No obstante, organismos como Human Rights Watch señalan que: “Si no se establecen marcos jurídicos adecuados y transparentes, escalas de vigilancia de este tipo pueden derivar en violaciones sistemáticas a los derechos humanos”.

Un antecedente peligroso: delincuencia migrante y percepción xenófoba

El auge del crimen organizado enraizado en oleadas migratorias ha inflamado el debate público tanto en EE. UU. como en Chile. En Estados Unidos, el propio Donald Trump señaló en varios discursos que bandas como el Tren de Aragua han “penetrado la frontera entre México y EE. UU. aprovechando una política migratoria laxa”.

En Chile, figuras políticas de la derecha, como José Antonio Kast, han utilizado al grupo criminal para justificar propuestas drásticas de control migratorio y militarización de zonas fronterizas. Expertos advierten que esta narrativa puede fomentar la estigmatización de migrantes legítimos, quienes también huyen de la violencia que produce el mismo crimen al que se les asocia.

Según el informe anual de Fundación Chile21, más del 70% de los delitos cometidos por extranjeros en 2023 no están relacionados con bandas organizadas. “Relacionar migración con terrorismo o crimen sin pruebas suficientes puede tener efectos devastadores en la cohesión social”, cita el estudio.

Colaboración transatlántica contra redes criminales

Chile y Estados Unidos ya habían colaborado en el pasado en casos de robo internacional. Un ejemplo reciente fue la desarticulación de una banda de ladrones sudamericanos —chilenos, ecuatorianos y colombianos— que asaltaron propiedades de celebridades en Florida y California. Las autoridades estadounidenses identificaron a los responsables gracias al uso de tecnología de vigilancia y cooperación forense con la PDI.

Estos operativos conjuntos forman parte de una tendencia mayor: la internacionalización del crimen requiere respuestas internacionales coordinadas. En palabras del ex subsecretario de Seguridad Pública de Chile, Felipe Harboe: “Los criminales no respetan fronteras, por lo tanto, nuestra respuesta tampoco debe hacerlo”.

¿Qué sigue para la relación Chile-EE. UU. en seguridad?

Con la firma del acuerdo biométrico y la voluntad política de ambas naciones, se abre un nuevo capítulo en la lucha contra el crimen organizado desde una perspectiva regional. Se prevé que el BITMAP se extienda a pasos fronterizos clave como Colchane y Chacalluta, donde el flujo migratorio irregular ha sido constante desde 2020.

Estados Unidos ha invertido más de 25 millones de dólares en los últimos tres años para ampliar sus capacidades de verificación biométrica a través de sus aliados en América Latina. El modelo piloto aplicado en Colombia en 2021 permitió interceptar a más de 500 individuos vinculados a estructuras criminales según informes del DHS.

Sin embargo, el éxito del plan en Chile dependerá no solo de la tecnología, sino también de la capacitación de los funcionarios en el uso adecuado de los datos, el control institucional del acceso y el debido respeto a las libertades individuales.

Además, el acuerdo podría servir como prueba de fuego para evaluar futuras alianzas entre Estados Unidos y otros países de la región en un contexto donde la migración, la seguridad y la tecnología están más interlazadas que nunca.

La seguridad del futuro es binacional y biométrica

La lucha contra el Tren de Aragua y otras bandas no se limitará a arrestos espectaculares o redadas puntuales. En la era digital, el verdadero campo de batalla está en los datos. Saber quién entra, quién sale y qué historial tiene es tan vital como cualquier operativo policial.

Con esta nueva colaboración, Chile se posiciona como modelo en América Latina de cooperación tecnológica estratégica con Estados Unidos. El éxito o fracaso de esta experiencia podría marcar el rumbo de las políticas regionales en los próximos años frente a la criminalidad transnacional.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press