Crisis en el corazón del ganado estadounidense: Por qué la carne está cada vez más cara
Entre sequías, biología y riesgo climático, los rancheros luchan por reponer sus rebaños mientras los precios de la carne baten récords
La carne de res nunca fue tan cara en Estados Unidos. Desde el supermercado hasta la parrilla del domingo, los consumidores lo han notado, y aunque el gusto no ha cambiado, el precio sí. Lo que muchos no saben es que detrás de este fenómeno hay una serie de factores agravantes que tienen a los ganaderos en una posición complicada: desde el impacto del cambio climático hasta las limitaciones de la biología animal.
Una oferta que no logra satisfacer a una demanda voraz
En junio de 2025, el precio promedio de la carne molida llegó a $6.12 por libra, un salto del 12% con respecto al año anterior. Y si queremos hablar de cortes premium, el precio promedio de los filetes alcanzó los $11.49 por libra. Mientras tanto, los consumidores siguen dispuestos a pagar e incluso prefieren la carne de res sobre otras proteínas.
Según el Meat Demand Monitor de la Universidad Estatal de Kansas, los consumidores están dispuestos a pagar $17.62 por libra por un rib-eye y $8.82 por una libra de carne molida. Esto se compara con los $7.13 que pagarían por chuletas de cerdo o los $8.55 por pechugas de pollo.
La pregunta lógica es: ¿por qué no aumentan la producción de ganado para igualar la demanda?
El cuello de botella biológico: no se cría una vaca en un día
Michael Swanson, economista jefe del Wells Fargo Agri-Food Institute, lo explica claramente: “Se necesitan al menos tres años para incrementar el número de cabezas de ganado. Desde tomar la decisión, pasar por la gestación, criar el ternero y que este pueda a su vez reproducirse, es un proceso largo y costoso.”
Así lo viven Calli y Tate Williams, una pareja de 34 años que cria 70 pares de vaca-ternero en Letcher, Dakota del Sur. Aunque su ganado se encuentra en buena forma, no tienen el terreno suficiente ni los medios económicos para aumentar su producción.
“Nos gustaría expandirnos, pero no sabemos si será en los próximos diez años… o incluso más,” dijo Calli Williams.
Su relato refleja uno de los mayores cuellos de botella en esta industria: sin tierras suficientes, sin lluvias confiables y con márgenes apretados, invertir en más reses es una apuesta arriesgada.
Las secuelas de la sequía: tierra seca y decisiones difíciles
La sequía afectó enormemente al cinturón ganadero —desde Texas hasta Canadá— durante varias temporadas. Muchas familias ganaderas, incluidos los Williams, tuvieron que vender vacas jóvenes que habrían sido esenciales para crecimiento a largo plazo.
Hoy, aunque algunas regiones comienzan a recibir lluvias y la sequía amaina, los productores están lejos de recuperarse. El 2025 se proyecta con una producción de terneros de 33.1 millones, un 1% menos que el año pasado, según el Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA).
Calli describe la situación claramente: “Estamos tratando de ponernos al día. Hace poco dejamos de estar en condiciones de sequía severa, pero eso no borra los tres años anteriores.”
La incertidumbre climática limita la inversión
Colin Woodall, CEO de la National Cattlemen’s Beef Association, señala que incluso con lluvia reciente, la mayoría de los productores siguen con cautela extrema:
“¿Tendremos esta buena racha de lluvias en el otoño? ¿Y el próximo año? Nadie quiere invertir para reconstruir un rebaño y tener que liquidarlo seis meses después.”
Los efectos del cambio climático no se limitan a la temperatura: multiplican los extremos, desde inundaciones hasta sequías persistentes. Esto agrava aún más la presión sobre una industria ya frágil, especialmente cuando cada res representa una inversión de largo plazo.
El impacto de la pandemia y la lenta recuperación
A la sequía y la biología se suma otro factor: aún persisten los ecos de las pérdidas sufridas entre 2019 y 2021, en plena pandemia. La cadena de suministro se interrumpió, los mataderos cerraron y los precios se derrumbaron.
“Muchos productores todavía están pagando deudas adquiridas en esos años complicados”, comenta Woodall.
Incluso con mercados más favorables, pocos tienen capital extra como para iniciar un proceso tan largo y arriesgado como lo es la expansión de un rebaño.
¿Y los consumidores? Pagan, pero con límites
Hasta ahora, el consumidor estadounidense sigue eligiendo la carne de res por encima de otras opciones. Glynn Tonsor, responsable del Meat Demand Monitor, destaca que el sabor es el factor decisivo, y ahí es donde la carne vacuna sigue ganando.
“El tipo de carne que producimos hoy es de la mejor calidad de la historia del país. Lo que antes solo estaba en restaurantes, hoy está en las góndolas”, señala Woodall. Carnes clasificadas como USDA Prime, que han sido altamente archivadas por su sabor y marmoleo, están más accesibles que nunca, aunque no necesariamente más baratas.
Pero si los precios siguen subiendo, algunos consumidores podrían empezar a cambiar sus hábitos. El especialista en marketing Derrell Peel lo resume así:
“Cuando las proteínas alternativas como el pollo o el cerdo son abundantes y sustancialmente más baratas, los consumidores podrían reconsiderar su menú semanal.”
El futuro está en juego… y también las próximas generaciones
La historia de los Williams es también la historia de muchas familias rurales. Tate empezó a comprar ganado cuando estaba en secundaria. En 2015 compraron su primer terreno. Hoy, además de criar terneros, venden carne directamente al consumidor.
“Nos gustaría mucho expandirnos. Nuestro sueño es dejarle esto a nuestros hijos,” dice Calli refiriéndose a Jack, de 7 años, y Tommy, de casi 4. Pero todo depende de la generosidad de la tierra y la sabiduría del mercado.
Y concluye con un mensaje de resiliencia:
“Como me dijo una amiga, los ganaderos somos resilientes. Si este año fue malo por la lluvia o los precios, creemos que el próximo será mejor.”
Es un mensaje de esperanza, pero también un grito de auxilio desde el corazón de un país que, aunque se enorgullece de su carne, necesita entender el sacrificio que hay detrás de cada bocado.