El colapso textil de Lesoto: cuando los aranceles de EE. UU. apagan una industria entera
Una mirada crítica al impacto económico de los aranceles impulsados por Donald Trump sobre el principal sector privado de un pequeño país africano
En la pequeña nación de Lesoto, enclavada dentro del territorio sudafricano, las máquinas de coser han dejado de zumbar. El silencio en las fábricas de ropa ha reemplazado al bullicio habitual, y cientos de operarios han sido obligados a regresar a casa. ¿La causa? Los aranceles impuestos por la administración del expresidente estadounidense Donald Trump.
Un golpe arancelario inesperado
En abril de 2019, Donald Trump anunció nuevos aranceles a casi todos los socios comerciales de Estados Unidos. Para el mundo, se trataba de otra medida dentro de su guerra comercial global; para Lesoto, fue una sentencia de muerte económica. El país africano con apenas dos millones de habitantes y una economía dependiente del sector textil enfrentó un arancel del 50% para la exportación de textiles al mercado estadounidense. Ese porcentaje, superior incluso al impuesto a China, fue recibido con asombro tanto por los funcionarios locales como por analistas internacionales.
"No, esto no puede ser real", recuerda haber pensado Mokhethi Shelile, ministro de Comercio de Lesoto, al enterarse durante la madrugada del nuevo gravamen. Y no era para menos. La economía de Lesoto ya enfrentaba retos estructurales profundos, con una tasa de desempleo en torno al 30% y una pobreza generalizada.
Una relación histórica con EE. UU.
La ironía de la situación está en la historia compartida entre Lesoto y Estados Unidos. Washington fue el primer país en establecer una embajada en la capital Maseru tras la independencia de Lesoto del Reino Unido en 1966. Además, Lesoto ha sido beneficiario de millones de dólares en ayuda estadounidense a través de programas como PEPFAR y USAID para luchar contra epidemias como el VIH/SIDA.
Esta relación también se reflejaba en el comercio. Desde principios de los 2000, gracias a la Ley de Crecimiento y Oportunidad para África (AGOA), Lesoto podía exportar productos a EE. UU. sin pagar aranceles. Tal ventaja hizo que Lesoto se convirtiera en la “capital africana del denim”, produciendo jeans para marcas como Wrangler, Levi’s, Walmart y JCPenney, y generando cerca de 240 millones de dólares al año solamente en exportaciones textiles.
El colapso de una industria vital
La introducción de aranceles del 50% fue suficiente para hacer huir a los compradores estadounidenses. Las grandes cadenas dejaron de realizar nuevos pedidos y las fábricas, como Tzicc Manufacturing, comenzaron a cerrar sus puertas. Más de 1.300 empleados fueron enviados a casa, algunos posiblemente de forma permanente.
“Terminamos”, dice Rahila Omar, gerente de cumplimiento de Tzicc, mientras camina entre máquinas cubiertas de polvo. Solo unos pocos empleados permanecen para labores administrativas. El impacto ha sido brutal: según el gobierno, directamente 9.000 empleos están en peligro inmediato y hasta 40.000 personas serán afectadas indirectamente, incluyendo transportistas, arrendadores, taxistas, proveedores de alimentos y más.
Mapontso Mathunya, madre de dos hijos y ex trabajadora de la fábrica, ahora vende cigarrillos y snacks en la calle. Su esposo también está desempleado. “Las cosas están mal”, dice, intentando juntar unos pocos centavos al día.
Aranceles desproporcionados y sin sustento
La administración Trump justificó el arancel alegando un desequilibrio comercial. Lesoto exportó 240 millones de dólares a EE. UU. en 2023 pero solo importó 2,8 millones. Según Trump, eso ameritaba medidas “correctivas”. Sin embargo, numerosos expertos han refutado este análisis.
“Un déficit comercial es natural cuando comparas economías tan dispares”, señaló Shelile. “Imponer aranceles punitivos no cerrará esa brecha. Solo agrava la desigualdad”.
Peor aún, Lesoto fue uno de los pocos países que no recibieron una carta oficial estableciendo condiciones claras ni se les ofreció la posibilidad de negociar bilateralmente, según denunciaron las autoridades locales.
Consecuencias humanas más allá de las cifras
El drama no solo se mide en dinero. En Lesoto, el sector textil es la mayor fuente de empleo privado con más de 30,000 trabajadores en 2024. Y la mayoría son mujeres, jefas de hogar. La pérdida de ingresos afecta el acceso a educación, salud y alimentación. En mayo de 2024, el país declaró un estado de desastre por el desempleo galopante.
“No importa cómo lo veamos, ya hemos sufrido muchas pérdidas. Volver al punto donde estábamos antes llevará mucho tiempo”, advirtió Shelile.
¿Venganza o desdén?
En un discurso en marzo de 2019, Trump se refirió a Lesoto como “un lugar del que nadie ha oído hablar”, y pronunció mal su nombre. La torpeza puede parecer inofensiva, pero evidenció una desconexión peligrosa con los efectos reales de sus políticas. Lesoto, una nación sin poder militar o influencia geopolítica, fue tratada como vértice de una guerra comercial global que no era suya.
Alternativas inviables
Desde el gobierno y el sector privado se ha planteado diversificar las exportaciones hacia el mercado sudafricano. Pero como señala Omar, eso no alcanzaría ni para cubrir la nómina de empleados. Y aunque las marcas estadounidenses regresaran, es poco probable que la industria recupere su escala previa.
El caso de Lesoto contrasta con la narrativa estadounidense de “America First”, pues penaliza justamente a quienes respetaban las reglas del juego. Estas fábricas cumplían con normas laborales, pagaban impuestos y confiaban en acuerdos vigentes como AGOA.
Cuando el proteccionismo atropella al desarrollo
Donald Trump argumentó durante su mandato que sus medidas proteccionistas estaban diseñadas para “proteger empleos estadounidenses”. Pero en este caso, la medida afectó desproporcionadamente a una economía que dependía del acceso al mercado norteamericano para sobrevivir.
¿Se generaron empleos en EE. UU. por los aranceles impuestos a Lesoto? No hay evidencia concreta de ello. Las grandes marcas simplemente cambiaron sus pedidos a otras plataformas de producción más seguras, como Bangladesh o Vietnam, dejando a Lesoto fuera de la cadena de suministro.
Al final, el proteccionismo mal dirigido no solo daña relaciones diplomáticas, sino que puede destruir sectores enteros en países emergentes, exacerbando la pobreza, el desempleo y la desigualdad.
Y para una nación cuya población joven enfrenta un desempleo cercano al 50%, las consecuencias no son únicamente económicas; son sociales, humanas y estructurales.
¿Un futuro posible?
El futuro de Lesoto como potencia textil africana es incierto. Todo depende ahora de gestos políticos y decisiones comerciales desde el extranjero. Mientras tanto, sus habitantes, como Mapontso Mathunya, siguen luchando día a día por subsistir.
“La vida es difícil. No hay nada, absolutamente nada. La gente no tiene dinero”, afirma con voz resignada.
Lo más trágico es que, en un mundo globalizado, la estabilidad económica de millones puede pender de una firma o de un capricho presidencial.