El renacer del terrorismo yihadista: África y Siria bajo la lupa del Consejo de Seguridad

Mientras Dáesh y Al Qaeda se expanden en África y resurgen en Siria, la ONU advierte sobre amenazas crecientes a Europa y América a través de combatientes radicalizados.

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Una alerta global encendida desde África

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas acaba de recibir un informe impactante: África se ha convertido en el nuevo epicentro de la amenaza yihadista global. Grupos afiliados tanto al Estado Islámico (EI o Dáesh) como a Al Qaeda han ganado terreno a pasos alarmantes, aprovechando la fragilidad institucional y los vacíos de poder en muchas regiones del continente, particularmente en el Sahel.

Al oeste, el grupo Jama’at Nasr al-Islam wal-Muslimin (JNIM), vinculado a Al Qaeda, crece con fuerza en Malí y Burkina Faso, aprovechando la debilidad gubernamental y el desgaste de las fuerzas internacionales. Al este, Al Shabab continúa azotando Somalia desde hace más de una década, sin señales de debilitamiento. Según los expertos de la ONU, estos grupos ahora controlan más territorio que nunca antes.

El declive de Medio Oriente, la oportunidad de África

Después de años de ofensivas militares y bombardeos, el califato territorial del Estado Islámico en Siria e Irak colapsó. Pero como advertían muchos analistas de seguridad, su ideología y estructura no desaparecieron; simplemente mutaron. África se convierte así en el nuevo bastión estratégico y geopolítico para estas organizaciones.

Como afirma el informe: “La organización ha pivotado hacia África debido a las pérdidas en Medio Oriente provocadas por presiones antiterroristas”. Al perder sus fuentes de financiación, campos de entrenamiento y rutas de tránsito tradicionales, Dáesh encuentra en el continente africano nuevas oportunidades: minería ilegal, secuestros extorsivos, y tráfico diversificado permiten su financiamiento.

Siria: un polvorín con consecuencias internacionales

Seis meses después de la caída del régimen de Bashar Al Assad en Siria, el caos generado por la transición ha proporcionado un terreno fértil para el resurgimiento de células de Estado Islámico y Al Qaeda. Según el reporte, más de 5.000 combatientes extranjeros estuvieron involucrados en la operación militar que tomó Damasco el 8 de diciembre.

La situación se complica aún más con la figura ambigua del nuevo líder interino Ahmad Al-Sharaa, ex jefe de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), un grupo que nació como rama de Al Qaeda antes de independizarse. Aunque ha prometido elecciones inclusivas, analistas internacionales cuestionan la viabilidad de un proceso democrático real bajo su liderazgo.

Mientras tanto, la designación de varios líderes extremistas dentro de la cúpula militar levanta sospechas. Algunos de estos nombramientos incluyen a extranjeros de ideología radical y rango de generales de brigada. Según el informe, “varios probablemente compartan ideologías violentas y objetivos externos”.

Una amenaza silente para Europa y América

Aunque los campos de batalla del yihadismo se ubican actualmente en África y Asia Occidental, las consecuencias se sienten también en Occidente. Europa y las Américas siguen siendo objetivos principales de las células durmientes o individuos radicalizados por redes sociales y canales encriptados.

En Estados Unidos, durante 2024, varios planes de ataque fueron desactivados por el FBI. Incluyen un atentado masivo en una base militar en Míchigan y un atropello masivo en Nueva Orleans que dejó 14 víctimas mortales; este último, perpetrado por un simpatizante de Dáesh. Los expertos indican que muchos de estos individuos son influenciados remotamente por la filial del Estado Islámico en Afganistán, conocida como IS Khorasán.

Innovación militar alarmante en el Sahel

El informe resalta los avances técnicos de grupos como JNIM, que ahora ejecutan ataques complejos con drones, artefactos explosivos improvisados y columnas armadas. Ya no se trata solo de insurgencias rurales, sino de movimientos con capacidad bélica sustancial capaz de atacar cuarteles fuertemente defendidos.

En la frontera entre Níger y Nigeria ha resurgido el Estado Islámico en el Gran Sahara, mostrando una clara intención de afianzarse en la región. Este redireccionamiento geoestratégico refleja una adaptación táctica de los grupos yihadistas a nuevos entornos operacionales.

Somalia y Yemen: conexión transoceánica

En el este africano, Al Shabab ha reforzado su presencia en el centro-sur de Somalia y ha instaurado alianzas funcionales con los rebeldes hutíes de Yemen. Según el informe de la ONU, se han intercambiado armas y hasta entrenamientos militares, creando una peligrosa red insular que cubre parte del Océano Índico.

Este vínculo podría acelerar la transferencia de tecnología bélica y técnicas de insurgencia, como se ha evidenciado en el uso de drones por parte de Al Shabab, algo que no era común en su arsenal hasta recientes años.

Una economía del terror refinada

Además del control territorial y militar, el informe dedica espacio a las nuevas estrategias financieras de los grupos yihadistas. Entre ellas destacan:

  • Uso de mujeres como correos de dinero, para evitar ser detectadas en controles fronterizos.
  • Sistemas de hawala digitalizados, en los que la información se almacena en la nube y permite transferencias sin contacto.
  • Cajas de depósito seguras en casas de cambio que liberan dinero solo mediante contraseñas.

Los informes indican que los ingresos de Dáesh han mermado tanto que los sueldos mensuales de sus combatientes varían entre 50 y 70 dólares, con ayudas familiares de apenas 35 dólares.

¿Qué puede hacer la comunidad internacional?

Los expertos de la ONU llaman a reforzar la cooperación antiterrorista global, adaptándose a los nuevos epicentros y métodos de operación. Recalcan que África no puede ser ignorada en la estrategia antiterrorista mundial. Además, señalan la importancia de limitar el retorno de combatientes extranjeros desmovilizados a sus países de origen, algo especialmente delicado en Asia Central y Europa.

En una era donde la radicalización digital avanza más rápido que los controles de seguridad, es indispensable invertir también en prevención educativa, economía informal y estructuras administrativas locales que sean resistentes al influjo de grupos extremistas.

Como advierte un diplomático anónimo citado en el informe: “La amenaza ha cambiado de coordenadas, pero no ha desaparecido. Nuestra vigilancia debe alcanzar todos los continentes, incluido el ciberespacio.”

África y Siria son hoy territorios clave donde se libra esta nueva fase del terrorismo global, y su evolución tendrá consecuencias directas para todos.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press