El reto de retener talento en el fútbol universitario de EE. UU.: entre la lealtad y el dinero

En una era dominada por el NIL y el portal de transferencias, los entrenadores luchan por mantener a sus jugadores estrella en el roster

Por estos días, mantener a un jugador de fútbol americano en su universidad durante toda su carrera parece ser más la excepción que la regla. Con más de 3.000 jugadores del Bowl Subdivision ingresando al transfer portal solo en la primavera pasada, los programas universitarios de fútbol en Estados Unidos enfrentan una crisis silenciosa: la retención.

Los contratos del NIL (Name, Image and Likeness), la creciente influencia del dinero en el deporte amateur y las nuevas normativas de repartición de ingresos están reconfigurando radicalmente cómo se construyen —y reconstruyen— los equipos.

Arkansas: una radiografía de la fuga de talento

Sam Pittman, entrenador en jefe de los Razorbacks de Arkansas, es uno de los rostros más visibles de esta transformación. Según él, de su clase de reclutamiento 2023, solo cinco jugadores permanecen en el programa. El resto sucumbió a otras ofertas.

No se van por cómo los tratamos o por cómo los desarrollamos”, explicó Pittman. “Puede ser por tiempo de juego, pero la mayoría de las veces, es un tema financiero”.

En efecto, la amplia disponibilidad de contratos NIL, muchos de los cuales se negocian con agentes, abogados o incluso personalmente por jugadores de solo 18 años, hace que cada temporada sea un nuevo campo de batalla.

¿Lealtad en los tiempos del NIL?

En medio de este vaivén, hay casos como el de Cam Ball, liniero defensivo sénior de Arkansas, quien decidió quedarse. “Soy una persona leal. Arkansas ha sido leal conmigo”, dijo, destacando un valor que ahora cotiza a la baja.

Ball es un caso poco común: un jugador con potencial NFL que decide no cambiar de universidad, incluso ante mejores ofertas económicas. Esta estabilidad ha hecho que entrenadores como Pittman intenten premiar la permanencia.

Florida: otra fórmula de retención

Billy Napier, entrenador de la Universidad de Florida, ha optado por una estrategia diferente: la transparencia brutal. “No todo será sol y arcoíris aquí. Es un reto intentar que Florida vuelva a su antiguo nivel”, acotó durante su presentación.

El resultado: su clase de reclutamiento 2023 permanece prácticamente intacta. Para Napier, la clave está en el pitch inicial. “Tenemos que vender el título, la red de egresados y el programa Gator-made”, subrayó.

Florida se diferencia de otros programas de la SEC en su éxito reciente para mantener jugadores, lo cual deja claro que la retención no depende solamente de la billetera.

NIL y House Settlement: una caja de Pandora

El asentamiento judicial conocido como House v. NCAA —valorado en 2,800 millones de dólares— obliga a las universidades a modificar sus finanzas para estar “en el juego” del NIL. Arkansas, por ejemplo, necesita al menos 12 millones de dólares adicionales anuales para competir financieramente en el fútbol.

Como resultado, muchos programas están recurriendo no solo a donantes y boosters, sino a estrategias empresariales. “Esto ya no es amateurismo. Es una industria”, afirmó Rhett Lashlee, entrenador de SMU.

La meritocracia en las nuevas finanzas universitarias

El NIL trajo consigo un concepto incómodo: no todos ganan lo mismo. Pero para muchos entrenadores, esto es simplemente capitalismo en acción.

Como explicó Lashlee, “los que juegan mejor merecen ganar más”. Sin embargo, también matizó: “No vamos a traer jugadores que ganen mucho más que los que ya están aquí luchando”.

Esta visión ha permitido a ciertos programas mantener una cultura coherente donde la retención se convierte en el primer paso antes de considerar nuevas adquisiciones.

Louisville: estabilidad basada en convicción

TJ Quinn, apoyador sénior de Louisville, representa otro ejemplo anecdótico de estabilidad en un entorno cada vez más volátil. “Estoy en una buena situación aquí”, explicó en relación con su decisión de no cambiar de universidad a pesar de contar con múltiples ofertas.

Para Quinn, negociar contratos NIL ha sido una evolución natural: “Ya es mi tercer año lidiando con esto. Tienes que saber tu valor”. Curiosamente, su ancla ha sido su convicción más que los números en un cheque.

La crisis del reclutamiento local

Hasta hace unos años, los programas confiaban en el reclutamiento local como columna vertebral. Hoy, esa estrategia ya no es suficiente. Sam Pittman lo dijo claramente: “El reclutamiento dentro del estado ha cambiado por el NIL. Ahora debemos balancear talento con expectativas salariales”.

Esto ha llevado a una expansión de las redes de reclutamiento, a veces lejos del radio geográfico usual, introduciendo aún más variables en una ecuación ya compleja.

La amenaza de la profesionalización completa

Con nuevos contratos y más poder en manos de jugadores jóvenes, el fútbol universitario se parece cada vez más a la NFL. Dave Doeren de NC State lo resume con crudeza: “El sentido común no está prevaleciendo en el fútbol universitario ahora mismo”.

Y es que, aunque muchos celebran el salto hacia una mayor equidad financiera, otros temen que el espíritu del deporte se diluya entre cláusulas, bonos e incentivos.

El futuro: retener antes de reclutar

La lección que muchos entrenadores están adoptando es sencilla pero potente: retener antes de reclutar. Y en este nuevo ecosistema, factores como cultura, transparencia y lealtad —valores antes difusos— están siendo codificados monetariamente.

No todo es igualitario, pero intentamos que sea justo”, concluyó Rhett Lashlee. Su visión empieza a moldear la narrativa de un deporte que ya no solo se juega en los sábados de otoño, sino también en salas de negociación y hojas de cálculo.

Con las próximas temporadas a punto de comenzar, las preguntas son urgentes: ¿Puede el fútbol universitario sobrevivir a su propia transformación? ¿O estamos a la puerta de un modelo semi-profesional con aroma colegial?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press