Gloriavale: Abuso, poder y silencio en la comunidad cristiana más aislada de Nueva Zelanda

El caso Howard Temple revela décadas de agresiones sexuales encubiertas bajo el manto religioso de una secta ultraconservadora

Un escándalo sacude el corazón de una comunidad religiosa oculta

La figura religiosa que alguna vez se erigía como guía moral de una de las comunidades cristianas más secretas de Nueva Zelanda, Howard Temple, de 85 años, ha admitido su culpa en 12 cargos de abuso y agresión sexual cometidos contra mujeres y niñas durante dos décadas. Temple, líder espiritual de la comunidad Gloriavale, ubicada en la remota Costa Oeste de la Isla Sur, enfrenta un inminente juicio de sentencia tras aceptar su responsabilidad por comportamientos indecentes y agresiones físicas, hechos que marcaron la vida de al menos nueve víctimas entre los años 1998 y 2022.

¿Qué es Gloriavale? Un vistazo a la vida dentro del aislamiento

Fundada en la década de 1970 por el predicador Hopeful Christian (cuyo verdadero nombre era Neville Cooper), Gloriavale es una comuna cristiana fundamentalista que cuenta con aproximadamente 600 miembros. Ubicada estratégicamente lejos de núcleos urbanos, sus integrantes viven una vida de completa autarquía: comparten bienes y dinero, estudian y trabajan dentro de la comuna y mantienen contacto mínimo o inexistente con el mundo exterior, incluidos familiares que abandonaron la secta.

El control sobre los miembros es férreo. Solo los hombres ocupan cargos de liderazgo, mientras que las mujeres deben vestir túnicas azules hasta los tobillos con cofia blanca, mantener una postura sumisa y obediente y tener familias numerosas. El dogma de Gloriavale va más allá de lo religioso y se convierte en un sistema social totalitario que regula incluso el más mínimo aspecto de vida cotidiana.

El ascenso y caída de Howard Temple

Nacido en Estados Unidos y exmiembro de la Marina de EE.UU., Temple se convirtió en el líder de Gloriavale después de la muerte de Hopeful Christian en 2018, quien también fue condenado en 1995 a cuatro años de prisión por abuso sexual. La sucesión parecía mantener una tradición oscura en el liderazgo del grupo.

Temple, conocido como el Shepherd o pastor supremo, fue acusado inicialmente de dos docenas de cargos por delitos sexuales, pero tras el inicio del juicio, aceptó su culpabilidad en una docena modificada de delitos, incluyendo cinco cargos de agresión indecente y cinco de actos indecentes, además de dos agresiones comunes.

Según reportes judiciales, Temple groped and abused mujeres y niñas de entre 9 y 20 años, incluso en presencia de otros miembros durante actividades cotidianas como las comidas. Muchas víctimas relataron ante la corte que vivían bajo un temor constante, con el miedo arraigado de ser culpadas por el abuso y sin recursos para denunciarlo debido al aislamiento extremo y el control total de los líderes.

La cultura del silencio: represión legal y social dentro de la secta

Según el informe final de la Comisión Real sobre el Abuso Institucional en Nueva Zelanda de 2024, Gloriavale ha creado durante décadas condiciones que fomentaron el abuso: impedían reportar crímenes a autoridades externas, socializaban a los miembros para obedecer sin cuestionar, y encubrían sistemáticamente cualquier tipo de actitud disidente.

Las reglas de Gloriavale nos enseñaban que obedecer era más importante que la verdad”, declaró Lara, una exmiembro de la comunidad, durante su testimonio ante la Comisión. Varias denunciantes apuntaron que cualquier protesta contra el liderazgo se percibía como rebelión moral.

Temple testificó ante dicha Comisión en 2022, defendiendo que había impulsado una “nueva cultura” desde una investigación policial en 2020. Afirmó que, desde entonces, todos los casos de abuso eran tomados con seriedad e incluso dijo haber denunciado a presuntos abusadores. No obstante, sus palabras no convencieron a exintegrantes del grupo, quienes calificaron su “disculpa pública” en enero de 2024 como poco sincera y políticamente calculada.

Patrones históricos de abuso sistemático

El caso de Temple no es un hecho aislado en la historia de sectas religiosas cerradas. Similar a lo ocurrido con los Branch Davidians en Waco, Texas en los años 90 o los Niños de Dios en Sudamérica y Europa, Gloriavale representa un patrón recurrente: aislamiento, control social férreo, sexualización de roles de poder y manipulación de preceptos religiosos para justificar la explotación.

Una investigación del canal neozelandés TVNZ reveló en 2021 que múltiples miembros y exempleados denunciaron abusos sexuales, físicos y laborales dentro de la comuna. Aún así, la policía enfrentó largas dificultades para acceder a víctimas debido a su lealtad interna y al miedo al ostracismo o represalias.

Repercusiones legales y morales inmediatas

La policía neozelandesa celebró la decisión de Temple de declararse culpable el pasado miércoles. “Este avance es el resultado directo del valor y la disposición de las víctimas para hablar”, afirmó la inspectora Jacqueline Corner. La pena máxima por asalto indecente en Nueva Zelanda puede llegar a 7 años de prisión, por lo que se espera que Temple, debido a la gravedad y persistencia de los delitos, enfrente una sentencia considerable a partir de agosto de 2024.

Sin embargo, activistas y defensores de víctimas subrayan que el mayor cambio pendiente es interno: la necesidad de desmantelar las estructuras y dinámicas que permitieron tales abusos durante décadas.

¿Reforma o disolución? El dilema de Gloriavale tras la caída de su líder

Tras la renuncia forzada de Temple, el futuro de Gloriavale es incierto. ¿Podrá reformarse desde dentro o debe ser desmantelada completamente para proteger a las generaciones futuras? El Ministerio de Desarrollo Social de Nueva Zelanda ha comenzado a monitorear de cerca las actividades dentro de la comuna y a proveer atención psicológica y social a las víctimas.

Mientras tanto, exmiembros piden la intervención estatal para garantizar un proceso de justicia restaurativa real. “Durante años nos dijeron que el mundo exterior era maligno y corrupto; ahora sabemos que la verdadera oscuridad vivía entre nosotros”, compartió Ben, un joven que escapó de Gloriavale en 2021.

Crisis de fe y confianza: ¿cuánto pesan las cicatrices colectivas?

El escándalo desatado por Temple abre de nuevo el debate sobre cómo las estructuras religiosas cerradas, en su potencial de protección comunitaria, pueden fácilmente degenerar en microcosmos de impunidad. El caso no solo sacude las bases de Gloriavale como institución, sino que invita también a una reflexión cultural y legal en Nueva Zelanda sobre la autonomía religiosa versus la protección de los derechos humanos.

Mientras Temple espera su sentencia, el verdadero juicio comienza ahora: un pueblo dolido, dividido y enfrentado al trauma de descubrir que el poder espiritual puede ser también un vehículo para la impunidad más devastadora.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press