La expansión imparable de ICE: ¿seguridad nacional o militarización migratoria?

Con miles de millones de dólares y una campaña de reclutamiento patriótica, EE.UU. se prepara para deportar un millón de personas al año. ¿Hasta dónde llegará el nuevo ICE de Trump?

El nuevo rostro de ICE: más que una agencia migratoria

La Oficina de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) se encuentra en plena transformación. Bajo el liderazgo del presidente Donald Trump y con el apoyo pleno del Congreso, la agencia ha lanzado una ofensiva sin precedentes para ampliar su personal, capacidades y operaciones. Esta expansión no solo es administrativa: está acompañada de una estética y retórica que recuerda a los carteles de reclutamiento militar de la Segunda Guerra Mundial.

La campaña publicitaria de reclutamiento que se dio a conocer recientemente comienza con un mensaje contundente: “Tu país te llama a servir en ICE”. Con frases como “Defiende la patria” y hasta con imágenes del propio Trump y funcionarios de seguridad nacional, el gobierno busca atraer a los “americanos valientes y heroicos” que deseen formar parte de esta cruzada migratoria.

Una lluvia de millones para deportar

Toda esta transformación es posible gracias al paquete legislativo de gasto y recorte de impuestos que el Congreso aprobó y que Trump firmó. De los $170 mil millones asignados a seguridad fronteriza y migratoria, $76,5 mil millones están destinados exclusivamente a ICE, lo que multiplica por diez su presupuesto anual actual.

  • $45 mil millones se emplearán para aumentar la capacidad de detención.
  • $30 mil millones serán utilizados para contratar 10,000 empleados nuevos.

El objetivo: alcanzar el asombroso número de 1 millón de deportaciones al año. Esto significaría pasar de las 267,000 deportaciones que se realizaron en 2019 (ya una cifra alta) a casi cuadruplicarlas.

Los nuevos comandos de deportación

La nueva fuerza operativa que se gestará incluye especialmente a oficiales de deportación, abogados e investigadores criminales. Estos oficiales serán responsables de localizar, arrestar y remover a personas que ya no tienen derecho a permanecer en EE.UU., según los criterios de la administración.

En la página de reclutamiento se observa una imagen impactante: un vehículo blindado avanza por una calle con oficiales en uniformes tácticos, al estilo militar, colgados a los lados. Es una representación no tan simbólica de cómo el gobierno ve esta operación.

A eso se suman atractivos incentivos financieros: bonos de firma de hasta $50,000, horas extras ilimitadas y programas de condonación o reembolso de préstamos estudiantiles. La ofensiva federal no solo busca patriotismo, sino también aquellos que buscan un buen cheque.

Preocupaciones por una expansión descontrolada

Pero no todos ven esta expansión con buenos ojos. Para Jason Houser, exjefe de personal de ICE durante la administración Biden, esta maniobra podría derivar en una baja de estándares preocupante. Recordó la expansión de la Patrulla Fronteriza en la década de 2000, cuando para cumplir con metas de contratación se relajaron los requisitos. ¿El resultado? Un aumento importante en los casos de mala conducta entre los agentes.

“Si comienzan a eliminar requisitos como lo hicieron en la Patrulla Fronteriza, se verán obligados a despedir oficiales tras tres años por problemas disciplinarios”, señaló Houser.

A esto se suma otra alarma: la desaparición de organismos de fiscalización y supervisión dentro del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), lo que deja a ICE con menos controles internos y mayor posibilidad de abusos de poder.

El peso de la historia: de agencia invisible a protagonista

Desde su fundación en 2003, ICE ha sido una de las agencias menos conocidas (y también más temidas) del gobierno estadounidense. Su misión era originalmente la aplicación de leyes migratorias dentro del territorio del país, en contraste con la Patrulla Fronteriza, encargada de proteger el perímetro.

Pero todo cambió tras la llegada de Trump a la presidencia. La agencia empezó a actuar con mayor visibilidad y agresividad, con redadas masivas y mayor presencia en espacios como tribunales de inmigración, estaciones de autobuses y hasta iglesias y hospitales.

Según cifras de ICE, durante la administración Trump se realizaron más de 750,000 arrestos administrativos y aumentó la cooperación entre gobiernos locales y la agencia mediante convenios del tipo 287(g), que permiten a policías actuar como agentes migratorios.

¿Militarización o política de Estado?

La línea entre la seguridad nacional y la militarización de la política migratoria cada vez es más difusa. El uso de vehículos blindados, tácticas de incursión y el lenguaje bélico aplicado por los reclutadores de ICE invitan al debate sobre si esta agencia sigue siendo una dependencia civil o si se está transformando en una especie de policía militar interna.

Además, hay una cuestión de derechos humanos. Diversas organizaciones como la ACLU y Amnesty International han denunciado abusos de ICE, desde detenciones prolongadas sin juicio hasta condiciones inhumanas en centros de detención.

Los abogados migratorios también han alertado que con un crecimiento tan rápido como el proyectado (10,000 personas en pocos años), el margen de error y abuso puede crecer exponencialmente.

Trump dobla la apuesta política

La nueva era de ICE no es solo operativa, también es profundamente política. Mientras los demócratas se resisten a aprobar los nombramientos clave del ejecutivo, el Senado Republicano evalúa cambiar reglas para acelerar confirmaciones, rompiendo una tradición de décadas.

El propio Trump ha presionado para que se cancele el receso de agosto en el Senado y se aceleren las nominaciones. También ha criticado enérgicamente el uso del “blue slip”, una práctica tradicional por la cual senadores pueden bloquear nominaciones judiciales en sus estados.

El conflicto entre partidos ha llegado a tal punto que cada nominación debe ahora votarse una por una en pleno, en un proceso lento y tensionado.

Un modelo para exportar

Con esta expansión, Estados Unidos no solo modifica su política migratoria. Podría también estar marcando un nuevo paradigma internacional. Países con altas tasas de migración, como Italia, Hungría o incluso México, podrían ver en esta versión de ICE un modelo a seguir en su propia política interna.

Pero el costo humano y simbólico es alto. ¿Podrá una nación que se enorgullece de ser “una tierra de inmigrantes” reconciliar esta identidad con una maquinaria de deportación masiva que recuerda más a un ejército que a una agencia civil? El tiempo lo dirá.

Mientras tanto, los carteles que dicen “EE.UU. te necesita” ya inundan universidades, ferias de empleo y redes sociales. ICE se prepara para su próxima misión histórica, pero sus consecuencias podrían dar forma al alma misma del país.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press