¿Caza deportiva o negocio mortal?: El controversial asesinato del león Blondie en Zimbabue

La muerte de un león en peligro de extinción con collar de rastreo revive el escándalo de Cecil y abre el debate sobre la ética de la caza de trofeos

El regreso de una controversia: la tragedia de Blondie

En junio de 2025, la historia parece repetirse. Un león llamado Blondie, parte de un proyecto científico de la Universidad de Oxford, fue asesinado por un cazador de trofeos cerca del Parque Nacional Hwange en Zimbabue. Blondie no era cualquier león: llevaba un collar de rastreo y era un ejemplar reproductor en pleno vigor. Su muerte desató una ola de indignación global que inevitablemente evoca los ecos del caso Cecil de 2015.

La polémica no gira solo en torno a la legalidad —el gobierno zimbabuense afirma que la caza fue legal— sino sobre la ética del acto. ¿Qué tipo de industria permite que leones de investigación, vitales para el equilibrio de su ecosistema y para el estudio científico, sean asesinados a cambio de decenas de miles de dólares?

Leones con precio: cifras que avalan la industria

Según la Autoridad de Parques de Zimbabue, la caza de trofeos genera aproximadamente 20 millones de dólares anuales para el país. Se permite la caza de hasta 100 leones al año. Cada cazador extranjero puede gastar cerca de 100.000 dólares por expedición, incluyendo alojamiento, vehículos y guías locales.

En un país donde los presupuestos para conservación son escasos, la caza de trofeos se presenta como una fuente de ingresos crucial. Caza que, en teoría, debería estar regulada por principios éticos: solo se deben cazar individuos envejecidos o no reproductores. Pero la muerte de Blondie, un macho joven y fértil, pone en duda cuán estrictamente se cumple esta regulación.

Un león con nombre, y una historia

Blondie no era un león anónimo. Como parte de un estudio de la Universidad de Oxford, llevaba un collar de rastreo visible y su paradero era monitoreado regularmente para fines de conservación. Este dispositivo debía alertar a cazadores éticos que se trataba de un animal bajo observación científica. Sin embargo, eso no evitó su asesinato. Simon Espley, CEO de Africa Geographic, dijo al respecto:

“El hecho de que Blondie portara un collar visible no impidió que fuera ofrecido a un cliente cazador. Eso confirma algo terrible: ningún león está a salvo dentro de la industria de la caza de trofeos.”

¿Caza legal pero inmoral?

Desde la perspectiva de la administración de parques, todo fue realizado bajo protocolos aceptables. Tinashe Farawo, vocero de la Autoridad de Parques Nacionales de Zimbabue, declaró que la caza fue legal, que los permisos estaban en regla y que la presencia de guardabosques garantiza su legitimidad.

Pero lo “legal” no necesariamente es lo “justo” o “ético”. Grupos conservacionistas señalan que Blondie fue atraído con carnada —normalmente carne de animal muerto— fuera de la zona protegida. Esta práctica, aunque común, no está exenta de crítica. De hecho, fue exactamente lo que ocurrió con Cecil hace una década.

Cecil y Blondie: tragedias hermanas

El caso de Cecil en 2015 causó indignación mundial. Un dentista estadounidense, Walter Palmer, pagó para cazar al león, también parte del mismo programa de investigación. Fue lured fuera del parque con carnadas, herido con un arco y flecha, y finalmente asesinado. Palmer decapitó y despellejó a Cecil, lo que provocó una avalancha de críticas públicas y hasta una solicitud de extradición por parte de las autoridades de Zimbabue, que finalmente fue desestimada.

En ambos casos, el patrón se repite: un león de investigación, un cazador extranjero, zonas limítrofes entre reserva protegida y zona de caza autorizada, y una respuesta pública de enojo colectivo. ¿Qué ha cambiado realmente en los últimos diez años?

Zimbabue, caza y conservación: una relación compleja

Zimbabue tiene alrededor de 1.500 leones en libertad, un tercio de ellos habitan el vasto Parque Nacional Hwange. En todo África, la población de leones estaba estimada en solo unos 20.000 ejemplares en 2023, una cifra en descenso por la pérdida de hábitat y los conflictos con humanos.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) clasifica a los leones como “vulnerables”. Esto convierte cada muerte en una pérdida significativa. Para muchos ecologistas, la reducción de individuos no puede justificarse por la ganancia monetaria, por muy necesaria que sea.

La controversia sobre la caza de trofeos incluso divide a los propios conservacionistas. Algunos sostienen que, si se regula adecuadamente, puede financiar proyectos de preservación. Otros lo ven como una práctica abominable, incompatible con la ética y el respeto por la vida silvestre.

El argumento económico frente a una opinión pública cambiante

Desde que países como Kenia prohibieron la caza comercial hace décadas, el debate sigue creciendo. Botswana, por ejemplo, levantó su prohibición en 2019 después de argumentos sobre pérdida de ingresos y empleos. Sudáfrica también permite la caza en ciertas zonas.

Mientras tanto, otros actores del ámbito internacional —entre ellos ciudadanos comunes, grupos animalistas, ONG ambientales y activistas— piden cambios más contundentes: desde prohibiciones parciales hasta sanciones económicas a países que permitan la caza de especies vulnerables.

Hay quienes, incluso dentro de África, cuestionan que el modelo siga basándose en depender de turistas extranjeros adinerados que matan animales como trofeo en lugar de fotografiarlos. Como lo expresó amargamente un activista de la fundación Born Free en 2020:

“Los leones valen más vivos, para la ciencia, para el turismo, y para África misma.”

La pregunta clave: ¿hay futuro para los leones?

A medida que aumentan las amenazas por pérdida de hábitat, conflictos con humanos, y ahora el cuestionado modelo económico de la caza de trofeos, la conservación del león africano enfrenta una encrucijada urgente. Cada Blondie o cada Cecil representan no solo una vida perdida, sino también una gran oportunidad desperdiciada para promover un nuevo paradigma en la relación del ser humano con la vida salvaje.

¿Se puede seguir justificando esta industria bajo el argumento de la economía? ¿O ha llegado el momento de transformar la manera en que los países africanos financian la conservación, apostando al turismo sostenible, la ciencia, y la protección activa de las especies amenazadas?

El caso de Blondie revive preguntas que ya no pueden evadirse.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press