¿Reconocimiento simbólico o paso estratégico? El dilema de los países occidentales ante el Estado palestino

Francia, Reino Unido y Canadá apuestan por reconocer un Estado palestino en medio de una crisis que parece no tener fin. ¿Gesto vacío o giro geopolítico?

Por qué importa el reconocimiento del Estado palestino

Cuando Francia, el Reino Unido y Canadá anunciaron su intención de reconocer un Estado palestino, el efecto fue inmediato en la comunidad internacional: titulares globales, opiniones divididas, y una pregunta recurrente: ¿sirve de algo este reconocimiento mientras Gaza arde y Cisjordania sigue ocupada?

Un reconocimiento que no cambia la realidad

Francia y el Reino Unido se unirían a otros más de 130 países que ya han reconocido oficialmente a Palestina como Estado. Según datos de la ONU, al menos 139 Estados miembros lo han hecho desde que la Asamblea General otorgó a Palestina la condición de "Estado observador no miembro" en 2012. Pero que lo hagan potencias occidentales y dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad convierte este acto simbólico en una arma política significativa.

“Estamos hablando de países importantes y aliados históricos de Israel,” subraya Alon Pinkas, ex cónsul general de Israel en Nueva York. “Esto pone a Estados Unidos en una situación aislada”.

A juzgar por los hechos en el terreno, el reconocimiento no cambia ni una coma de la constante anexión de territorios, el crecimiento de asentamientos ilegales, y la destrucción sistemática de Gaza. Aún así, sus efectos en el tablero diplomático a largo plazo podrían ser más profundos de lo que parecen.

Una Palestina que se queda sin tiempo

Desde la guerra de 1967, los palestinos reclaman Jerusalén Este, Cisjordania y la Franja de Gaza como partes integrantes de su futuro Estado. Sin embargo, Israel controla esos tres territorios: ha anexado Jerusalén, ocupado Cisjordania y declarado como objetivo la eliminación de Hamas en Gaza. La ofensiva militar posterior al 7 de octubre de 2023 ha dejado a Gaza en ruinas y a su población –casi 2 millones de personas– al borde de la inanición, según reportes de la ONU y de organizaciones humanitarias.

“Puede que Palestina nunca llegue a constituirse como Estado,” advierte Khaled Elgindy, académico visitante en Georgetown. “La respuesta a la matanza diaria en Gaza no puede ser reconocer en abstracto un Estado que no existe. Es un gesto más que una solución.”

Las palabras de Elgindy resuenan con las de Fathi Nimer, del think tank Al-Shabaka, quien propone opciones más contundentes como sanciones económicas, embargos de armas, y suspensiones de tratados bilaterales.

Occidente: mucho simbolismo, poca acción

Para el analista Hugh Lovatt, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, el reto es evidente: “reconocer a Palestina solo tiene impacto real si se complementa con acciones prácticas, como proteger territorios ante la anexión israelí, o reforzar el rol de la Autoridad Palestina.”

No obstante, ni Francia ni el Reino Unido han presentado medidas adicionales. Estados Unidos, el único país con capacidad real de influencia sobre Israel por ser su principal proveedor de armas y financiamiento militar, mantiene su veto a la inclusión de Palestina como Estado miembro pleno en la ONU.

Mientras tanto, voces críticas en la región y a nivel global consideran que estas decisiones son más un escudo político interno que una herramienta internacional efectiva: “Se quiere dar la impresión de estar haciendo algo sin asumir verdaderos costos políticos frente a Israel o Estados Unidos,” asegura Nimer.

El papel de Netanyahu y la línea dura israelí

Desde su regreso al poder en 2009, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ha bloqueado cualquier avance hacia una solución de dos Estados. Bajo su mandato, se ha incrementado la construcción de asentamientos, parte de una estrategia que expertos definen como anexación de facto del territorio ocupado.

Netanyahu insiste en que la creación de un Estado palestino sería "una recompensa al terrorismo", refiriéndose a Hamas, el grupo islamista considerado terrorista por Israel, EE. UU. y la Unión Europea. Aun cuando algunos líderes de Hamas han admitido en ocasiones aceptar un Estado en las fronteras de 1967, siguen oficialmente comprometidos con la destrucción de Israel.

Sin embargo, el modelo de Estado que imaginan las potencias occidentales es otro: una Palestina democrática, gobernada por líderes rivales de Hamas, que acepten coexistir con Israel y colaboren en la lucha contra el extremismo islamista.

Mahmoud Abbas: una figura debilitada

Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, es el rostro visible de ese futuro deseado por Occidente. Pero su legitimidad entre los palestinos se ha erosionado con el tiempo. Su cooperación en seguridad con Israel y la eliminación de los pagos a familias de prisioneros y militantes muertos le han restado el poco apoyo que tenía.

“Muchos de los fallos del liderazgo palestino son reales, pero se exageran para quitar responsabilidad a Israel,” señala Lovatt. Un punto crucial en la narrativa dominante que culpa constantemente a la autoridad palestina sin examinar la ocupación israelí.

La Corte Penal Internacional y el papel de la justicia global

Aunque el Consejo de Seguridad sigue paralizado, la Corte Penal Internacional (CPI) ha solicitado en los últimos meses la emisión de órdenes de arresto contra líderes israelíes, incluido Netanyahu, por presuntos crímenes de guerra en Gaza. Del lado palestino, también han sido señaladas figuras de Hamas. Esta decisión, sin precedentes en la historia del conflicto, marca un nuevo frente judicial que podría cambiar la dinámica de responsabilidades.

En paralelo, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) ha emitido un fallo que pide a Israel cesar la ocupación ilegal de los territorios palestinos, aunque sus decisiones no son vinculantes de inmediato.

Una ventana de oportunidad limitada

Julio de 2025 encuentra a Palestina en un limbo devastador. Según Julie Norman, profesora de política de Medio Oriente en University College London: “Si algún día se reanudan negociaciones, el reconocimiento proporcionará un punto de partida más simétrico. El punto de partida será su estatuto de Estado, no su posible obtención.”

Sin embargo, para muchos palestinos las promesas futuras traen poco consuelo. La realidad diaria se vive entre ataques aéreos, demolición de viviendas, hambre sistemática y desplazamiento forzado.

Trump y el factor estadounidense

La influencia de Estados Unidos sigue siendo clave. Durante la administración Biden, ha habido señales de tensión con el gobierno de Netanyahu, pero no cambios significativos en el respaldo militar. Donald Trump, por su parte, ha sido el aliado más firme de Israel en la Casa Blanca, como lo demostró con la retirada del acuerdo nuclear con Irán, la transferencia de la embajada a Jerusalén, y el reconocimiento de la soberanía israelí sobre los Altos del Golán.

“La continuidad de esta política depende de quién gobierne EE. UU. tras 2024,” señala Pinkas. “El fin de la guerra, la ayuda humanitaria y el verdadero reconocimiento del Estado palestino probablemente tengan que esperar otro gobierno.”

Mientras tanto, Gaza sigue sufriendo, y los asentamientos en Cisjordania continúan creciendo.

¿Qué sigue?

  • Más países podrían sumarse al reconocimiento simbólico.
  • Posibles sanciones futuras si la presión internacional aumenta.
  • Israel sigue empujando su narrativa de seguridad para justificar su política ofensiva.
  • La CPI y la CIJ podrían internacionalizar el conflicto aún más.

El mundo observa con interés, pero los palestinos aguardan con desesperanza. La pregunta ya no es si hay voluntad para crear un Estado palestino. La pregunta es si queda suficiente Palestina para que ese Estado pueda nacer.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press