Ana María Quispe Díaz: la voz que enfrenta al nuevo Papa por los abusos en Perú

La activista peruana denuncia impunidad e insensibilidad en el manejo de casos de abuso sexual durante el episcopado de León XIV en Chiclayo

Una historia de fe traicionada, de dolor silenciado y ahora de resistencia. Ana María Quispe Díaz, sobreviviente peruana de abuso sexual clerical, ha pasado de víctima a activista en su cruzada por justicia. Ahora, su caminar ha llegado a Chicago, justo a la ciudad natal del actual Papa León XIV, antes conocido como el cardenal Robert Prevost. Quispe ha decidido llevar su testimonio directamente a la tierra que vio nacer al líder de los católicos del mundo para exigir cuentas pendientes. Su mensaje es claro: “La Iglesia debe cambiar, el Papa debe actuar”.

La lucha de Ana María: mucho más que una denuncia

Todo comenzó a tomar forma pública en 2023, cuando ella, con apenas 28 años, decidió hablar en redes sociales por primera vez sobre el abuso que sufrió siendo menor de edad a manos del sacerdote Eleuterio Vásquez Gonzáles. Según cuenta Quispe, las autoridades eclesiásticas le dieron largas o simplemente ignoraron los alegatos cuando acudió a ellos en busca de apoyo y justicia. Ahora, respaldada por el grupo internacional SNAP (Survivors Network of those Abused by Priests), su historia ha levantado fuertes cuestionamientos sobre el papel del entonces obispo Robert Prevost en la diócesis de Chiclayo, Perú.

“He estado en silencio desde que eligieron al Papa”, dijo Quispe en una conferencia de prensa en Chicago, “pero no planeo quedarme callada para siempre”.

¿Quién es León XIV y cuál fue su rol en Perú?

El ahora Papa León XIV, anteriormente obispo de Chiclayo entre 2015 y 2020, ha sido objeto de controversias por parte de víctimas y defensores, quienes afirman que su gestión ante casos de abuso fue insuficiente e insensible. El punto álgido es el caso de tres mujeres que, incluido el testimonio de Quispe, denunciaron a los sacerdotes Vásquez Gonzáles y Ricardo Yesquén por abuso sexual durante su infancia.

En 2022, las tres mujeres relataron los abusos frente a Prevost en persona, y, ya en 2020, Quispe había tenido una breve llamada telefónica con él en la que, según cuenta, no recibió ningún tipo de garantía o apoyo real. La diócesis de Chiclayo sí actuó bajo el protocolo de investigación preliminar del Vaticano, imponiendo restricciones a Vásquez e iniciando una investigación, pero el caso fue archivado por falta de evidencia.

El Vaticano reabrió el caso en 2023 luego de que los medios impulsaran el tema. Sin embargo, Quispe y SNAP sostienen que la Iglesia ha respondido más por presión mediática que por un compromiso genuino.

La doble cara de la Iglesia: promesas versus acciones

Bajo el pontificado de Papa Francisco, la Iglesia Católica ha realizado reformas al tratamiento de abusos por parte del clero. Sin embargo, casos como el de Chile en 2018 —donde primero defendió a un obispo acusado y luego tuvo que retractarse públicamente—, muestran que el camino de la rendición de cuentas aún es atropellado.

En el caso peruano, la defensa de SNAP es clara: se necesita más transparencia, rapidez y protección real a las víctimas. Especialmente cuando uno de los acusados, Vásquez Gonzáles, solicitó dejar el estado clerical en 2024. El procedimiento, afirmaron las autoridades, podría tomar más de seis meses, lo cual ha sido duramente criticado, ya que el sacerdote sigue sin haber sido formalmente penalizado por el abuso.

Mientras tanto, el otro acusado, Ricardo Yesquén, habría quedado fuera del ministerio por temas de salud, según indicó la diócesis. Ninguno ha hecho declaraciones públicas.

Ana María, la madre, la hija, la activista

En los medios latinos de Chicago y en la reciente conferencia nacional de SNAP en Pennsylvania, Ana María no solo ha contado lo sucedido sino que ha humanizado su dolor. Ya con 29 años y madre de dos hijos, explicó que su activismo tomó otro giro cuando su hija cumplió un año. “Todo volvió a mí… no podía dejarla sola”, dijo entre lágrimas.

El trauma no vencido, la ansiedad diaria y la lucha por mantener su integridad mental han sido parte activa de su testimonio. Pero también lo ha sido su valentía y determinación para que otras niñas no vivan lo mismo. Sus palabras se han convertido en un símbolo de denuncia y transformación desde las bases mismas de la fe que alguna vez la formó.

Apoyo y amenazas: el precio de alzar la voz

Desde que hizo púbico su testimonio en redes sociales en 2023, Quispe ha recibido múltiples amenazas e intimidaciones desde Perú. Según SNAP, esta situación pone de relieve una constante: el estigma social y la persecución que enfrentan quienes dicen la verdad sobre el abuso eclesiástico, especialmente en sociedades profundamente católicas como la peruana.

En este sentido, SNAP y otras organizaciones han pedido protección pública y acompañamiento psicológico sostenible para las víctimas que deciden romper el silencio. Según datos de la propia Iglesia, son más de 4.000 los sacerdotes católicos acusados de abuso en el último medio siglo, una cifra que revela la escala del problema.

El futuro del Papado en el espejo de Chiclayo

Los críticos de León XIV afirman que su papel pasado en Perú debe formar parte central de cómo se le evalúa como líder mundial. ¿Un Papa que ha hecho enemigos al cerrar asociaciones laicas corruptas, como el Sodalitium Christianae Vitae, pero que falló en proteger a víctimas individuales?

Sus seguidores, en contraste, acusan a opositores y medios de mentir o inflar los hechos para manchar su imagen. No obstante, frente al clamor de justicia, el nuevo Papa se enfrenta a una prueba moral importante: ¿quedará como un reformador que encarna la humildad franciscana o como otro jerarca que defiende más a la institución que a sus fieles?

Las palabras de Ana María son un presagio: “¿Cuánto más daño puede hacer ahora que es el Papa?”, se pregunta. Y con ello, deja una incógnita ética y espiritual que atraviesa el corazón mismo del Vaticano contemporáneo.

La explicación de la Iglesia: ¿suficiente?

El portavoz de la diócesis de Chiclayo, Fidel Purisaca, ha declarado que el proceso de retiro clerical del acusado es conforme al derecho canónico, pero muchos consideran que las políticas internas aún están diseñadas para proteger a la institución y no a las víctimas.

La falta de declaraciones de parte de los acusados, el hermetismo de las autoridades, y la tardanza de los procesos provocan hartazgo y escepticismo incluso en los creyentes más firmes. Según una encuesta de Pew Research Center (2023), el 71% de los católicos estadounidenses cree que el Vaticano ha manejado de forma inadecuada los casos de abuso sexual.

Más allá de eso, la historia de Ana María ha visibilizado los vacíos reales en las políticas de restitución a las víctimas: ni disculpas públicas, ni acceso a tratamiento suficiente, ni medidas reparadoras efectivas. Solo silencio y espera.

¿Hay esperanza de cambio o se repite la historia?

Los últimos papas han enfrentado investigaciones, renuncias y escándalos. Juan Pablo II fue acusado de mirar hacia otro lado; Benedicto XVI renunció en medio de presiones internas. Francisco reconoció errores y cambió protocolos, pero aún deja dudas. Y ahora, a un León XIV ya convertido en figura global, le corresponde definir si su legado será una nueva etapa de compromiso pastoral con las víctimas, o simplemente más de lo mismo tras años de encubrimiento y burocracia.

Lo cierto es que, con mujeres como Ana María alzando la voz en ciudades como Chicago, la tolerancia cero con los abusos dejará de ser eslogan para convertirse en demanda social, jurídica y espiritual. Y así, quizás, la Iglesia Católica tenga por fin que mirarse al espejo… y actuar.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press