El regreso alarmante de la deforestación en la Amazonía colombiana: ¿se esfuma el progreso ambiental?
Pese a los esfuerzos históricos, Colombia registra un aumento del 43% en la pérdida de selva en 2024. ¿Qué está fallando en la lucha por proteger el pulmón del planeta?
Colombia vivió en 2023 lo que muchos consideraron un punto de inflexión en su lucha contra la deforestación: el registro de la pérdida de bosque más baja en más de dos décadas. Sin embargo, ese logro parece hoy un espejismo.
Según el más reciente informe del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) y el Ministerio de Ambiente, solo en 2024 el país perdió 113,608 hectáreas de cobertura forestal, lo que representa un aumento del 43% en comparación con el año anterior. Esta cifra representa un duro golpe para los avances obtenidos, especialmente en la Amazonía colombiana, donde se concentra el 65% del daño.
¿Qué está impulsando este retroceso?
La expansión de la frontera agrícola —especialmente para la ganadería—, los cultivos ilícitos, la minería ilegal y el desarrollo desenfrenado de infraestructura han sido identificados como los principales motores de esta nueva ola de deforestación.
“Estas cifras reflejan el compromiso del gobierno por preservar nuestros bosques, pero también dejan en evidencia que todo esfuerzo ha sido insuficiente”, manifestó Lena Estrada Añokazi, ministra de Ambiente.
La funcionaria también subrayó el impacto del cambio climático, especialmente con los incendios forestales exacerbados por la sequía, como otro factor importante en el deterioro ambiental.
Las zonas más afectadas
El informe señala que los departamentos de Meta, Guaviare, Caquetá y Putumayo —ubicados en el llamado Arco Amazónico— concentran las mayores tasas de pérdida de cobertura vegetal. Esta zona ha sido históricamente crítica debido a su ubicación estratégica y la presión constante por parte de actores ilegales.
En cifras concretas:
- Más de 77,000 hectáreas fueron arrasadas en la Amazonía, solo en 2024.
- El 65% de la deforestación total del país ocurrió en esta región.
Además, preocupan los focos dentro de parques nacionales protegidos como Tinigua, La Macarena y el parque Chiribiquete, Patrimonio Natural de la Humanidad de la UNESCO.
¿Qué ocurrió con el progreso de 2023?
En 2023, Colombia celebró una reducción histórica en la deforestación, atribuida a tres factores principales:
- Mayor acción por parte de autoridades ambientales y judiciales.
- Coordinación con comunidades indígenas.
- Reducción de presencia de grupos armados en ciertas regiones críticas del Amazonas.
Ya entonces, los sistemas de alerta temprana habían comenzado a indicar que esta tendencia positiva podría revertirse en 2024, lo cual se confirmó dramáticamente con este informe.
IDEAM: aún hay una tendencia positiva a largo plazo
Pese al aumento en 2024, la directora del IDEAM, Ghisliane Echeverry, señaló que el balance general continúa siendo favorable si se compara con los datos de 2021. Según sus estimaciones, Colombia ha logrado una reducción neta de la deforestación a largo plazo, aunque con evidentes y preocupantes fluctuaciones.
“Tenemos que ser claros: sigue habiendo una tendencia descendente desde 2022, pero no podemos ignorar que 2024 fue un año particularmente grave y nos muestra que las estrategias actuales deben ajustarse con urgencia”, explicó Echeverry.
Ganadería, un problema estructural
Uno de los problemas más serios es la expansión de la ganadería extensiva, práctica que requiere despeje de grandes áreas de selva para pastos. En zonas como Guaviare y Meta, se han documentado casos de deforestación masiva con el objetivo de engordar el avalúo de tierras para su posterior legalización o venta.
El economista ambiental Manuel Rodríguez Becerra ha indicado que la cadena cárnica no tiene aún mecanismos de verificación eficientes para asegurar que la carne consumida en Colombia o exportada no provenga de zonas deforestadas ilegalmente.
Fuego en la selva: incendios y cambio climático
Uno de los factores agravantes en 2024 fue el aumento de los incendios forestales, muchos de ellos provocados durante sequías intensificadas por fenómenos como El Niño. Este escenario no solo destruye la biodiversidad única de la región, sino que pone en riesgo a comunidades indígenas y campesinas.
En el primer trimestre del año se registraron más de 2,000 focos de calor en el Amazonas colombiano, según el satélite MODIS de la NASA. Gran parte de estos incendios coincidieron con actividades humanas de quema para renovación de pastos o apertura de nuevos cultivos.
El papel olvidado de los parques nacionales
La presencia de deforestación en parques naturales protegidos es un llamado de atención clave. Por ejemplo, el parque Chiribiquete sufrió una pérdida notable de cobertura vegetal, hecho especialmente alarmante por tratarse de una de las zonas de mayor biodiversidad en el planeta.
Más preocupante aún es que muchos de estos crímenes ambientales ocurren sin que las autoridades puedan —o quieran— actuar de forma efectiva. La ausencia estatal en muchas áreas de la Amazonía propicia la consolidación de estructuras ilegales.
¿Qué viene ahora?
La ministra Estrada indicó que se están fortaleciendo nuevas alianzas con organizaciones indígenas, comunidades locales, ONGs y entes internacionales para intensificar el monitoreo remoto, promover acuerdos de conservación y castigar la deforestación con mayor fuerza.
Entre las estrategias que se han planteado están:
- Reactivación del programa Visión Amazonía con apoyo internacional.
- Incentivos a la conservación mediante pagos por servicios ambientales.
- Creación de fiscalías especializadas en crímenes ambientales y brigadas forestales permanentes.
¿Qué rol juega la comunidad internacional?
Las Naciones Unidas han insistido en que proteger la selva amazónica es una responsabilidad global, dado su papel crucial en la regulación climática del planeta. Colombia ha participado en iniciativas como REDD+, que busca compensar económicamente a países con grandes reservas forestales si logran frenar la deforestación.
El gobierno colombiano también ha exigido mayores aportes por parte de países ricos, bajo el principio de responsabilidades comunes, pero diferenciadas. Sin embargo, los recursos prometidos no siempre llegan o se distribuyen efectivamente.
Un tema de seguridad nacional y humana
La deforestación no solo es un tema ecológico. También tiene aristas sociales y de seguridad. Las áreas más afectadas de la Amazonía están pobladas por comunidades indígenas que han sido desplazadas o cooptadas por actores armados que imponen economías ilegales.
Como dijo Estrada: “La Amazonía es un territorio frágil donde también viven poblaciones vulnerables. Su protección es una prioridad tanto ambiental como humanitaria.”
En conclusión, lo que parece estar en juego no es únicamente el futuro de un bosque, sino el de un modelo de desarrollo nacional. Si Colombia no logra contener esta nueva ola de destrucción ambiental, estará comprometiendo tanto sus compromisos internacionales como la salud de las generaciones futuras.