Irán bajo la lupa: amenazas internacionales, espionaje y el largo brazo de su inteligencia
Occidente alza la voz ante las operaciones encubiertas de Teherán en Europa y América del Norte, mientras resurgen memorias de ataques históricos y un clima de tensión persistente
Una condena conjunta sin precedentes
Estados Unidos y trece de sus aliados más estrechos de la OTAN, junto con Austria, han emitido una alerta severa este mes: acusan al gobierno de Irán de orquestar un número creciente de amenazas en suelo europeo y norteamericano. En una declaración conjunta inusualmente directa, estos países condenaron los intentos iraníes de “matar, secuestrar y acosar personas” —periodistas, disidentes políticos, ciudadanos judíos y antiguos funcionarios gubernamentales— como una violación flagrante de soberanía.
La declaración, firmada por países como Reino Unido, Alemania, Francia, España y Canadá, subraya que los servicios de inteligencia iraníes han intensificado su cooperación con organizaciones criminales internacionales para concretar sus planes. Aunque no se citaron ataques específicos, los participantes dijeron estar comprometidos a desbaratar cualquier complot y exigieron el cese inmediato de actividades hostiles por parte del régimen iraní.
La amenaza persistente: Irán y la diáspora perseguida
Los incidentes recientes respaldan la tesis de esta ofensiva encubierta iraní. En Alemania, un sospechoso fue arrestado en Dinamarca por recopilar información sobre ubicaciones y personas judías en Berlín, presuntamente para los servicios iraníes. Mientras tanto, en Londres, los servicios de inteligencia afirman que Irán representa una “amenaza persistente, amplia y tan impredecible como peligrosa”.
De hecho, tres presuntos espías iraníes enfrentan cargos por realizar vigilancia y planear violencia contra periodistas iraníes exiliados en el Reino Unido. El patrón es claro: disidentes en el extranjero están siendo objeto de objetivos premeditados, incluso años después de haberse exiliado.
Irán y sus presuntos crímenes históricos: el atentado de Jo Goldenberg
Las acusaciones actuales reviven fantasmas del pasado. Esta semana, un tribunal para delitos de terrorismo en Francia ha ordenado el juicio de seis presuntos militantes palestinos implicados en un ataque de 1982 en el restaurante y delicatessen judío Jo Goldenberg, ubicado en el barrio parisino del Marais. Fue el atentado antisemita más letal en Francia desde la Segunda Guerra Mundial: seis muertos y 22 heridos, entre ellos ciudadanos estadounidenses.
Los atacantes lanzaron granadas y dispararon ametralladoras contra los comensales en pleno almuerzo. El grupo responsable, la organización terrorista Abu Nidal, habría colaborado con inteligencia iraní, según han apuntado investigaciones extraoficiales.
A día de hoy, cuatro de los seis acusados permanecen en libertad en países como Jordania o territorios palestinos. No obstante, la búsqueda sigue activa y uno de los acusados fue extraditado desde Noruega en 2020.
La doctrina del miedo: blancos selectivos en Occidente
La estrategia iraní parece focalizarse en objetivos simbólicos: periodistas que denuncian la represión del régimen, disidentes exiliados, ciudadanos judíos y antiguos funcionarios estadounidenses. Según el informe del Comité de Seguridad e Inteligencia del Parlamento británico, el régimen de Teherán ha intensificado operaciones clandestinas que van mucho más allá de su frontera geográfica, utilizando redes transnacionales delictivas para ocultar sus huellas.
Estas actividades no son nuevas. Durante años, los servicios de seguridad occidentales han identificado redes de espionaje y planes de asesinato vinculados a Irán. Incluso los antiguos funcionarios norteamericanos del entorno de Donald Trump habían sido objetivo: John Bolton, Mike Pompeo y Brian Hook estuvieron bajo protección estatal debido a creíbles amenazas de atentados patrocinados por Teherán.
Diplomacia, espionaje y doble rasero
A pesar de las crecientes pruebas, existe una dualidad en el tratamiento diplomático hacia Irán. Mientras se condenan sus acciones secretas, también se siguen impulsando negociaciones en torno a su programa nuclear y su papel en Oriente Medio. Esta ambivalencia crea un entorno propicio para que la inteligencia iraní se mueva impune bajo el escudo de las ambigüedades geopolíticas.
De hecho, la única nación no perteneciente a la OTAN que firmó la declaración fue Austria, sede del Organismo Internacional de Energía Atómica. El simbolismo es potente: allí es donde se han desarrollado las tratativas del acuerdo nuclear, lo que permite deducir que hasta las conversaciones de paz y control son testigos de la desconfianza creciente hacia Teherán.
Las cicatrices de la diáspora judía
El ataque a Jo Goldenberg no solo dejó muertos; también sembró un trauma persistente. Jo Goldenberg, el propietario, describió en 2002 la escena como un infierno: “Dispararon a todos los que estaban comiendo”. El lugar cerró con los años, pero el atentado sigue siendo un símbolo del antisemitismo internacional financiado por estados. Según informes de inteligencia desclasificados, el grupo Abu Nidal fue responsable de más de 20 ataques, con un saldo de al menos 275 muertes, muchas de ellas en Europa.
Uno de los ataques más conocidos orquestado por el grupo fue en 1985, en las terminales de El Al en Roma y Viena, donde murieron 18 personas. El líder, Sabri al-Banna (alias Abu Nidal), fue hallado muerto en su apartamento en Bagdad en 2002. Aún se debate si fue un suicidio o una ejecución ordenada.
¿Qué busca Irán con sus acciones extraterritoriales?
De acuerdo con expertos en geopolítica como Michael Rubin, del American Enterprise Institute, las acciones encubiertas de Irán tienen múltiples fines:
- Disuadir a la oposición exiliada que podría organizar movimientos políticos alternativos desde el extranjero.
- Error de cálculo estratégico por parte del régimen, al pensar que sus operaciones clandestinas pasarán desapercibidas.
- Amasar influencia en regiones donde Occidente está dividido.
Rubin concluye que “Irán no actúa desde la debilidad, sino desde la convicción de que no habrá consecuencias serias”. El fallo radica en la tibieza de las respuestas diplomáticas ante ataques continuados, lo que refuerza la percepción de impunidad en la cúpula iraní.
¿Cómo responderá Occidente?
Las medidas diplomáticas habituales —llamados de condena, sanciones económicas, expulsión de diplomáticos— parecen no haber disuadido a Teherán. La comunidad internacional enfrenta el dilema de proteger su soberanía sin escalar el conflicto hacia opciones militares o reacciones desproporcionadas.
Como señala la analista Anne Applebaum, “las democracias liberales tienden a actuar desde el principio del derecho, pero los Estados autoritarios actúan desde la lógica de la fuerza: ante esa disonancia, Occidente siempre tiene una desventaja táctica”.
Un juicio histórico y las heridas que no cierran
Volviendo al juicio en París, David Père, abogado de decenas de víctimas, resumió la importancia del proceso con palabras que resuenan con todas las comunidades afectadas: “Para ellos, esto no se trata del pasado, sino del presente”. Las cicatrices del terrorismo de Estado, financiado o encubierto por potencias como Irán, no desaparecen con el tiempo: se metabolizan, se transmiten y se reactivan cada vez que una amenaza vuelve a visitar su exilio.
Mientras se alza la voz contra las operaciones del régimen iraní en suelo occidental, permanecen abiertas muchas preguntas sobre cómo actuarán los gobiernos democráticos ante una amenaza que se reinventa con cada década. Porque si algo ha demostrado Teherán, es su capacidad para jugar una partida larga, entre velos, silencios y con la sombra siempre presente del miedo.