La muerte de D’Vontaye Mitchell y la herida racial que no cierra: un caso que sacude a Milwaukee

Un análisis del controvertido caso del Hyatt que recuerda a George Floyd y reaviva el debate sobre violencia institucional y justicia racial

Un nuevo eco de George Floyd en Estados Unidos

Cuatro años después de la muerte de George Floyd, que sacudió a Estados Unidos e inspiró protestas globales contra la brutalidad policial, el caso de D’Vontaye Mitchell parece reabrir una herida racial que aún no ha cicatrizado. Mitchell, un hombre negro, murió el 30 de junio de 2024 tras un altercado con empleados del Hyatt Regency en Milwaukee, quienes lo inmovilizaron en el suelo hasta que dejó de respirar. Las circunstancias de su muerte, registradas en video, evocan inevitablemente el trágico final de Floyd.

¿Qué ocurrió en el Hyatt de Milwaukee?

Según documentos judiciales y testimonios recogidos por las autoridades, Mitchell ingresó abruptamente al lobby del Hyatt Regency Milwaukee y corrió hacia el baño de mujeres. Dos mujeres declararon posteriormente que el hombre intentó encerrarlas dentro. A partir de ahí, la situación se tornó caótica.

El guardia de seguridad Brandon Turner lo sacó del baño y, junto a un huésped del hotel, lo arrastró hacia el exterior. Poco después, otros tres empleados se sumaron a la confrontación: Todd Erickson (otro guardia de seguridad), Herbert Williamson (maletero) y Devin Johnson-Carson (recepcionista). Juntos redujeron a Mitchell en el suelo y permanecieron sobre él por aproximadamente ocho a nueve minutos.

En ese lapso, D’Vontaye dejó de respirar. Cuando llegaron los paramédicos, ya no presentaba signos vitales. Fue declarado muerto poco después.

¿Qué dijo el informe forense?

El médico forense concluyó que Mitchell, de complexión robusta y con antecedentes de enfermedad cardíaca, murió por asfixia. También se descubrió en su organismo rastros de cocaína y metanfetaminas. Aun así, la causa oficial de muerte fue homicidio.

El dictamen fue concluyente pero no menos polémico. Un paralelismo surgió de inmediato entre la muerte de Mitchell y la de Floyd. Ambas víctimas eran afroamericanas, ambas murieron tras una detención prolongada en el suelo y, lo más alarmante, ambas estuvieron sometidas por el peso de varios hombres durante varios minutos, sin que se frenara la violencia pese a signos de que la víctima no podía respirar.

Una acusación colectiva de asesinato

El Estado de Wisconsin no tardó en presentar cargos por homicidio culposo contra todos los implicados. La figura legal utilizada fue la de “party to a felony murder” (partícipe de homicidio doloso). Tres de los trabajadores —Turner, Williamson y Johnson-Carson— aceptaron acuerdos judiciales que implicaron admitir su participación. Williamson y Johnson-Carson fueron acusados de agresión menor. Turner enfrentó el cargo original y se declaró culpable en marzo de 2025.

El último en hacerlo, Todd Erickson, se declaró culpable el pasado jueves. Su juicio estaba pautado para el 11 de agosto, pero la aceptación de culpa abre las puertas a una resolución final del caso, programada para el próximo 3 de septiembre de 2025, día en que los cuatro involucrados serán sentenciados.

Un país polarizado entre seguridad, raza y violencia

El caso de Mitchell ha reabierto debates sobre el uso excesivo de la fuerza —no solo por parte de la policía, sino también por empleados de seguridad privada— y la vigilancia racial en espacios públicos.

Testigos describieron a Mitchell como alterado y errático, pero ninguno dijo haberlo visto armado o representar una amenaza letal. Los trabajadores, por su parte, alegaron que el hombre era fuerte y que trató de morder a Erickson. Sin embargo, la desproporción de la respuesta —cuatro adultos encima de una persona en estado alterado— ha desatado críticas desde diversos sectores.

¿Cómo pueden los guardias de seguridad lidiar con personas en crisis sin causarles la muerte? ¿Dónde están los límites entre defenderse y sofocar? Estas son las preguntas que resurgen tras cada episodio de esta naturaleza.

DeAsia Harmon, la voz del duelo

La viuda de Mitchell, DeAsia Harmon, pronunció un emotivo discurso durante el funeral de su esposo el pasado 11 de julio de 2024. Allí culpó directamente al sistema de seguridad del hotel de tratarlo como “algo menos que humano”. “Nadie merece morir así, aplastado como si no valiera nada”, dijo entre lágrimas.

La familia de Mitchell ha comparado continuamente su caso con el de Floyd. Y es que, como en 2020, el video de vigilancia del hotel se ha convertido en una pieza clave que ha indignado a gran parte de la opinión pública, al mostrar una violencia que pudo haberse evitado.

El Hyatt y la responsabilidad corporativa

Ambridge Hospitality, la firma encargada de la gestión del Hyatt en Milwaukee, despidió a los cuatro empleados implicados en julio de 2024, poco después de hacerse pública la autopsia de Mitchell. Desde entonces, ha guardado silencio institucional, sin emitir declaraciones públicas detalladas sobre el protocolo de actuación que siguieron sus empleados.

¿Deberían las cadenas hoteleras entrenar mejor a su personal para lidiar con personas emocional o psicológicamente inestables? ¿Qué responsabilidades les caben cuando sus propios sistemas de seguridad provocan muertes?

La controversia añade otra dimensión al debate tradicional sobre las fuerzas del orden, al mostrar que la violencia institucional se extiende más allá de las cárceles y patrullas policiales.

Inquietante patrón en escenarios de servicio

Casos como el de Jordan Neely —el artista callejero asfixiado por un ex marine en el metro de Nueva York en 2023— muestran que el componente racial, el miedo social y la respuesta física desproporcionada siguen siendo combustible para tragedias evitables en espacios públicos.

El patrón se repite: hombres afroamericanos, usualmente sin armas, con conductas erráticas o estados alterados, que terminan muertos tras ser inmovilizados durante varios minutos por fuerzas de seguridad o civiles armados. Mitchell se une ahora a esa larga y triste lista.

Impacto y legado posible

Para los activistas de justicia social, este caso resalta la necesidad urgente de reformar los protocolos de intervención en incidentes con personas con claros signos de crisis de salud mental. Además, reclaman una mirada crítica a las condiciones estructurales que fomentan una respuesta basada en la supresión total en lugar del entendimiento o la mediación.

D’Vontaye Mitchell no debía morir por tener una crisis”, escribía un editorial reciente en el Milwaukee Journal Sentinel. La frase resume el sentimiento de miles.

¿Y ahora qué?

El próximo 3 de septiembre, cuatro personas serán sentenciadas en un caso que ha cruzado los límites del crimen común para instalarse en el debate moral y político de Estados Unidos. Pero más allá de los tribunales, queda la percepción colectiva de que la historia se repite; solo cambian los nombres.

En medio del clamor por justicia, el caso de D’Vontaye Mitchell nos recuerda una de las grandes tareas pendientes de la nación: reconciliarse con su historia racial y empezar a cambiar el sistema que la sostiene.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press