Líbano entre dos fuegos: ¿Puede lograrse el desarme de Hezbollah?

Análisis del complejo equilibrio político y militar en Líbano mientras crece la presión de EE.UU. y sigue el conflicto con Israel

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Por décadas, Hezbollah ha sido una fuerza dominante en la política y la seguridad del Líbano. Desde su creación en los años 80, el grupo ha combinado su rol como partido político con su poderío militar, desafiando tanto al gobierno libanés como a Israel y constituyendo uno de los movimientos armados más eficientes del Medio Oriente. Sin embargo, en un momento internacional especialmente tenso, el presidente libanés Joseph Aoun ha hecho un llamado urgente para implementar el desarme del grupo, haciendo eco a las presiones provenientes de Estados Unidos.

Un llamado presidencial en medio de una tempestad diplomática

Durante su discurso en el marco del Día del Ejército, el presidente Aoun propuso un ambicioso plan que incluye el desarme total de todas las fuerzas armadas no estatales dentro del país, incluyendo explícitamente a Hezbollah. A cambio, Líbano espera una retirada inmediata de las fuerzas israelíes del sur del país, el cese de ataques aéreos y la liberación de los prisioneros libaneses retenidos en Israel.

Además, Aoun presentó una propuesta para que la comunidad internacional, liderada por donantes occidentales, aporte 1.000 millones de dólares anuales durante los próximos 10 años con el objetivo de fortalecer al ejército libanés y reconstruir las regiones afectadas por la guerra.

La negativa rotunda de Hezbollah

Hezbollah, comandado en esta ocasión por su líder adjunto Naim Kassem, respondió con dureza a la iniciativa presidencial. En un discurso televisado un día antes del mensaje de Aoun, Kassem declaró que las armas del partido-milicia “forman parte de la fuerza del Líbano” y que exigir su entrega es “una demanda a favor de Israel”.

Para Hezbollah, el desarme no es negociable hasta que Israel se retire completamente del territorio libanés y termine sus operaciones militares en la región. Ellos consideran su arsenal como un elemento disuasivo esencial en un contexto de constante amenaza israelí.

La ambigüedad del acuerdo de alto el fuego

Tras la guerra entre Israel y Hezbollah el año pasado, mediada por los Estados Unidos, se pactó un cese al fuego que estipulaba la retirada de ambas fuerzas del sur del río Litani. Sin embargo, el texto era ambiguo respecto a qué hacer con el armamento que Hezbollah mantiene al norte del río.

Según Hezbollah, el acuerdo solo aplica al sur del Litani. Pero tanto Estados Unidos como Israel sostienen que ese pacto implica el desmantelamiento completo de Hezbollah a nivel nacional, generando un nuevo punto de fricción diplomática e interna.

Presión de Estados Unidos: ¿Intervención o mediación?

Estados Unidos ha intensificado recientemente su política hacia Líbano. Presentó una propuesta de desarme que fue modificada por el gobierno libanés. La administración de Joe Biden considera a Hezbollah como una organización terrorista respaldada por Irán, y busca eliminar su capacidad militar en favor de un Líbano más estable y alineado con intereses occidentales.

Sin embargo, críticos del gobierno estadounidense señalan que esta posición —aunque comprensible desde una perspectiva geoestratégica— puede escalar tensiones locales y erosionar la ya frágil soberanía institucional del país, donde Hezbollah también se desempeña como partido político con representación parlamentaria.

Hezbollah: ¿Resistencia armada o poder paralelo?

Desde la retirada israelí del sur del Líbano en el año 2000, Hezbollah se ha reivindicado como el grupo que logró la “liberación” del país. Esta narrativa le permitió ganar legitimidad entre amplios sectores de la población chií, especialmente en el sur del país y en los suburbios del sur de Beirut.

Sin embargo, con el paso de los años, Hezbollah ha extendido su influencia más allá del ámbito militar. Administra hospitales, escuelas y ofrece servicios sociales, lo cual lo convierte en una estructura cuasi-estatal dentro del propio Estado libanés. Esta duplicidad institucional es lo que levanta críticas desde sectores que exigen un solo ejército bajo control del poder ejecutivo.

El papel de Israel: ocupación y ataques continuos

Mientras los discursos sobre desarme se suceden, Israel continúa realizando incursiones aéreas en territorio libanés, justificándolas con el argumento de neutralizar potenciales amenazas. Asimismo, mantiene la ocupación de cinco puntos fronterizos dentro de Líbano, según denuncia Beirut.

Estas acciones alimentan la narrativa de resistencia de Hezbollah, complicando aún más los esfuerzos diplomáticos y justificando, a ojos del grupo, la necesidad de conservar su arsenal. Es un círculo vicioso que mantiene viva la tensión militar, política e ideológica.

¿Unidad nacional o fragmentación institucional?

Aoun ha insistido en que solo el ejército libanés debe tener el monopolio de la fuerza. Sin embargo, lograr ese objetivo parece utópico sin una reestructuración profunda del sistema político sectario del país. El Parlamento, donde Hezbollah está representado y tiene aliados poderosos como el movimiento Amal, no tiene consenso sobre el tema.

El último intento de desarme serio fue posterior a la Resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU en 2004, que demandaba expresamente el fin de las milicias armadas en el país. El resultado fue nulo: Hezbollah no solo no se desarmó, sino que se fortaleció y participó activamente en las elecciones. Desde entonces, ninguna resolución internacional ha logrado cambiar la correlación de fuerzas.

¿Es posible un camino intermedio?

Algunos analistas proponen una solución pragmática: integrar el brazo armado de Hezbollah dentro del ejército nacional, bajo mando estatal. Esta propuesta ha sido rechazada tanto por el grupo como por sectores militares que ven con escepticismo una cadena de mando compartida con operativos de orientación iraní.

Otra propuesta sugiere una desmilitarización gradual a cambio de garantías reales de seguridad y participación política para las comunidades chiíes que ven a Hezbollah como su protector. Sin embargo, el clima internacional y el juego de poderes regional hace difícil ese escenario.

Una encrucijada geopolítica para el Líbano

La historia del Líbano está marcada por la fragilidad institucional, intervenciones extranjeras y guerras intestinas. Desde la guerra civil (1975-1990), pasando por la ocupación israelí y la influencia siria, hasta la actual hegemonía de Hezbollah en muchos sectores del país, Líbano vive una suerte de guerra fría interna sin resolución clara.

Ahora, el país se encuentra atrapado entre los intereses de Estados Unidos, que exige desarme, y los de Irán, que ve a Hezbollah como su principal aliado no estatal en el mundo árabe. Washington quiere un Líbano soberano y democrático, pero sus acciones muchas veces son percibidas como injerencias. Irán, por su parte, utiliza a Hezbollah como carta de presión sobre Israel y como medio de expansión de su influencia revolucionaria.

¿Logrará Joseph Aoun sellar un nuevo pacto nacional que desactive esta bomba de tiempo? ¿Está preparada la sociedad libanesa para cuestionar sus lealtades históricas? Lo cierto es que el futuro aún es incierto y el equilibrio de fuerzas en el país más frágil que nunca.

Frases para recordar

  • Joseph Aoun: “Líbano propone el retiro de todas las armas no autorizadas, incluyendo las de Hezbollah, y su entrega al ejército libanés.”
  • Naim Kassem: “Las armas de Hezbollah son parte de la fuerza del Líbano. Quienes piden su entrega, piden entregar armas a Israel.”
  • Hezbollah: “No es el momento de discutir el desarme mientras Israel continúe su ocupación del Líbano.”

El reloj geopolítico corre, y el Líbano sigue al borde del abismo ante una de las decisiones más importantes de su historia reciente. El desarme de Hezbollah no es solo una cuestión nacional: es un tablero de ajedrez global donde cada pieza tiene consecuencias impredecibles.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press