Retroceso eléctrico: el desmantelamiento silencioso de las políticas que empujaban a la industria automotriz hacia un futuro sin emisiones
Las recientes decisiones de la administración Trump amenazan con frenar la transición a vehículos eléctricos y debilitar los esfuerzos climáticos en el sector más contaminante de EE. UU.
En medio del enrarecido clima político y económico de Estados Unidos, la industria automotriz ha sido colocada una vez más en el centro de una tormenta regulatoria. La relajación de las normativas sobre emisiones de escape de vehículos por parte del gobierno de Donald Trump, sumada al desmantelamiento de incentivos fiscales para vehículos eléctricos (EVs), representa un paso atrás significativo en la lucha contra el cambio climático y marca un giro estratégico con implicaciones globales.
El contexto: transporte, el villano más contaminante
Muchas veces ignorado en la discusión sobre emisiones contaminantes, el transporte es, según datos de la Agencia de Protección Ambiental de EE. UU. (EPA), el mayor emisor de gases de efecto invernadero en el país, representando más del 28% del total. Dentro de este sector, los automóviles ligeros y los camiones representan la mayoría de las emisiones al depender de combustibles fósiles.
Las políticas impulsadas durante la administración Biden buscaban reducir esta dependencia del petróleo con normativas que impusieran límites más estrictos a las emisiones de escape y fomentaran la adopción de vehículos eléctricos por parte de los consumidores y fabricantes.
¿Qué cambió recientemente?
La EPA propuso esta semana revertir un fallo de 2009 que establecía que los gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono (CO₂), eran perjudiciales para la salud y el medioambiente. Esta decisión fue clave para que se pudiera crear la infraestructura legal que sustentaba los límites actuales a las emisiones de vehículos y plantas eléctricas.
Sin este fallo, y sin un sustento legal para regular las emisiones, grandes fuentes contaminantes quedarían fuera del alcance del gobierno federal. Esta medida debilita indirectamente todas las acciones futuras para estimular la adopción de energías limpias en el sector de transporte.
Fin a los incentivos para los EVs
En paralelo, la nueva ley de gastos y recortes fiscales firmada por Trump elimina importantes incentivos a la compra de EVs, como el crédito de $7,500 que ayudaba a muchos estadounidenses a adquirir autos eléctricos. Además, bloquea el financiamiento para infraestructura de cargadores y deroga varios de los fondos que facilitaban el desarrollo de nuevos modelos competitivos en precio con los tradicionales.
Adiós a las multas por incumplir estándares
Hasta ahora, las compañías automotrices que no cumplían con los estándares federales de eficiencia en combustible enfrentaban fuertes multas millonarias. Solo Stellantis (fabricante de Jeep) pagó en 2023 alrededor de $190.7 millones en penalizaciones por incumplimientos en 2019 y 2020. General Motors pagó $128.2 millones por los modelos de 2016 y 2017.
Estas multas se podían eludir comprando créditos de eficiencia vendidos por empresas como Tesla o Rivian, quienes producían exclusivamente EVs. De hecho, Tesla obtuvo $2.8 mil millones en créditos en 2024 bajo este esquema.
Bajo la nueva legislación, esas multas desaparecen a partir del año modelo 2022. La NHTSA (Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en Carreteras) ya notificó a los fabricantes que no aplicará sanciones, generando lo que expertos califican como una “amnistía regulatoria masiva”.
¿Quién pierde con estos cambios?
Según Dan Becker, director de la campaña "Safe Climate Transport" del Center for Biological Diversity, esta nueva política "invita a las automotrices a hacer trampa con las reglas de economía de combustible al fijar las multas en $0, asegurando que los consumidores compren más vehículos devoradores de gasolina, paguen más en estaciones, y enriquezcan a las petroleras”.
Ann Carlson, profesora de derecho ambiental en UCLA y exadministradora de la NHTSA, calificó la decisión como una medida “asombrosa” que ofrece ganancias inesperadas a las compañías que no invirtieron en tecnología limpia a tiempo.
Impacto a corto y mediano plazo
Los fabricantes de automóviles planifican sus líneas de producción con años de antelación. Por eso, los modelos de 2025 y 2026 ya están en marcha y difícilmente cambien. Sin embargo, para 2027 y adelante, los analistas vaticinan una ralentización en la producción de EVs.
Los vehículos eléctricos todavía no son tan rentables como los de gasolina, especialmente por el coste de las baterías y la infraestructura que requieren. Al eliminarse la obligación de compensar emisiones y reducirse los incentivos, las automotrices pueden despriorizar sus programas de electrificación.
No obstante, algunas marcas no abandonarán del todo sus objetivos. Según Karl Brauer, analista en jefe de iSeeCars.com, “las automotrices saben que cada administración presidencial termina. No abandonarán sus esfuerzos por EVs, pero sí reducirán sus apuestas a corto plazo”.
El peligro de fomentar el status quo
Una industria libre de penalizaciones puede fácilmente optar por seguir fabricando vehículos con baja eficiencia de combustible, como SUV y camionetas, que además suelen tener un mayor margen de ganancia. De hecho, estos modelos representaron más del 79% de los vehículos nuevos vendidos en EE.UU. en 2023.
Sin presión normativa ni estímulos económicos, los fabricantes podrían caer nuevamente en la tentación de centrarse en estos modelos contaminantes, lo que pondría en riesgo las metas de reducción de emisiones para 2030 y más allá.
Musk vs. Trump: una relación tensa
Elon Musk, CEO de Tesla, arremetió contra la nueva ley en junio al calificarla como una medida que “entrega ayudas a industrias del pasado mientras daña severamente a las del futuro”. Tesla, que se benefició ampliamente del sistema de créditos y de los incentivos del consumidor, enfrenta ahora un escenario hostil que puede afectar su crecimiento.
A pesar de que Trump ha declarado públicamente su apoyo a Tesla, sus acciones recientes parecen decir lo contrario, y colocan a la empresa —y a otras marcas nacientes como Rivian o Lucid Motors— en una situación más vulnerable frente a sus competidores tradicionales.
¿Hacia dónde va la industria?
Es probable que veamos un enfriamiento temporal en la carrera por la electrificación del sector automotor en Estados Unidos. La inversión en plataformas 100% eléctricas podría disminuir, dando paso al desarrollo de modelos híbridos o de combustión mejorada.
También se abrirá una competencia más marcada con regiones donde las regulaciones siguen firmes, como la Unión Europea o China, que mantienen subsidios e incluso fechas límite para la venta de vehículos de combustión. Aquí es donde las marcas con visión internacional pueden no plegarse a los cambios estadounidenses.
Como ejemplo contundente, en Europa se mantiene el plan de prohibir la venta de automóviles nuevos con motores de combustión a partir de 2035, mientras China ha multiplicado su red de cargadores rápidos en ciudades y zonas rurales, consolidando su liderazgo.
Una opinión con carga eléctrica
Que Estados Unidos dé un paso atrás en políticas tan críticas como las de emisiones de vehículos representa algo más que una victoria política sobre el ambientalismo. Es una decisión que pone en juego:
- La salud ambiental del país
- El liderazgo tecnológico global en movilidad limpia
- Y la preparación frente a una crisis climática ya presente
La transición hacia una movilidad sustentable, accesible y libre de emisiones no puede depender solo de la voluntad del mercado. Requiere guía, presión y apoyo estatal. Desmantelar las bases que lo hacían posible es condenar a nuevas generaciones a respirar un aire más sucio y a pagar una factura climática cada vez más cara.
Hoy más que nunca, avanzar hacia un ecosistema de transporte eléctrico no debería ser motivo de disputa —debería ser política de Estado.