Brasil vs. EE. UU.: Choque de soberanías y tensiones en aumento
El juicio a Bolsonaro, sanciones de Washington y una Suprema Corte desafiante: ¿Está en juego la independencia judicial brasileña?
Por Redacción
Una tormenta diplomática se avecina
Brasil y Estados Unidos están atravesando uno de sus momentos más tensos en años en cuanto a relaciones diplomáticas. Las fricciones se exacerbaron esta semana tras la decisión del expresidente estadounidense Donald Trump de imponer un arancel del 50% a las exportaciones brasileñas, una movida que fue leída como respuesta directa al avance de un proceso judicial que incomoda a ciertos sectores políticos en Washington.
El otro detonante fue la reciente sanción del Departamento del Tesoro de EE. UU. contra el ministro del Supremo Tribunal Federal (STF), Alexandre de Moraes, por supuestas “restricciones a la libertad de expresión”.
¿De qué se acusa a Jair Bolsonaro?
El expresidente Jair Bolsonaro está siendo investigado por el STF por su presunta participación en un intento de subvertir el orden democrático brasileño tras perder las elecciones de 2022 frente a Luiz Inácio Lula da Silva. Según las acusaciones, Bolsonaro habría instigado un plan para perpetuarse en el poder, muy al estilo de los alegatos que enfrentó su aliado ideológico Donald Trump en EE. UU. tras las elecciones de 2020.
El magistrado de Moraes afirmó que el juicio se llevará a cabo sin adelantos ni retrasos, y fue categórico al advertir que “la Corte Suprema no se dejará intimidar con sanciones ni presiones externas”.
¿Una injerencia inaceptable?
Las declaraciones de de Moraes encontraron respaldo en figuras clave de la justicia brasileña, como el presidente del STF, Luís Roberto Barroso, y el ministro Gilmar Mendes. Ambos defendieron la soberanía institucional de Brasil y la independencia del Poder Judicial frente a cualquier intento de presión extranjera.
En palabras de de Moraes:
“El Supremo Tribunal Federal será siempre intransigente en la defensa de la soberanía nacional, su compromiso con el Estado de Derecho y la democracia”.
Estas afirmaciones surgen en un momento de agitación. Mientras los jueces se reunían en Brasilia, organizaciones sociales y sindicatos organizaron una manifestación frente al consulado estadounidense en São Paulo. Las imágenes fueron simbólicamente poderosas: muñecos de Bolsonaro y Trump fueron quemados, y pancartas proclamaban la soberanía brasileña y exigían no solo la no intervención en Brasil, sino también críticas a la ocupación israelí en Palestina.
La creciente intromisión de Washington: ¿precedente peligroso?
La creciente presión de Estados Unidos en temas judiciales de otros países representa una problemática cada vez más común en geopolítica. La postura estadounidense de considerar la investigación contra Bolsonaro como una “persecución política” envía un mensaje contundente: ciertos valores democráticos son defendidos, pero solo si coinciden con intereses estratégicos.
El gobierno de Joe Biden ha sido criticado por contradictorio en este tema. Biden se mostró más alejado de Bolsonaro durante su gestión, pero varias instancias institucionales de su país aún proyectan una influencia detrás de bastidores en favor de intereses considerables del trumpismo, como lo evidencia el reciente decreto arancelario de Trump.
Panorama judicial brasileño: equilibrio en la cuerda floja
La situación interna en Brasil es ya compleja. Desde las elecciones, crece un sector bolsonarista que desconoce los resultados y que ha intentado, en varias ocasiones, movilizar protestas masivas como las del 8 de enero de 2023, cuando los edificios de los Tres Poderes en Brasilia fueron invadidos por simpatizantes del expresidente, en un intento claro de insurrección democrática.
El STF tuvo un papel central en el restablecimiento del orden político e institucional tras esos ataques. Gracias a las investigaciones lideradas por de Moraes, cientos de bolsonaristas fueron identificados, procesados y encarcelados, lo que afianzó aún más la enardecida narrativa de “persecución” alimentada por la derecha radical brasileña e internacional.
Estadísticas clave para entender la situación actual
- Más de 2.000 personas fueron detenidas tras los actos golpistas del 8 de enero.
- Múltiples procesos judiciales contra Bolsonaro y exfuncionarios de su gobierno están en marcha, incluyendo temas de corrupción, abuso de poder e incluso propagación de desinformación sobre el COVID-19.
- De acuerdo con Datafolha, alrededor del 50% de los brasileños aprueba la investigación contra Bolsonaro, pero solo un 37% cree que será condenado realmente.
Una protesta con múltiples capas
Más allá del caso legal de Bolsonaro, las protestas en São Paulo revelaron un amplio espectro de malestar contra la intromisión extranjera. Los manifestantes exigían respeto no solo por los procesos judiciales nacionales, sino también mostrándose en solidaridad con el pueblo palestino y criticando duramente a Israel y Netanyahu. Esto demuestra una fuerte interconexión entre las luchas locales y globales, donde el imperialismo, el intervencionismo y la justicia internacional se entrelazan.
¿En camino a una Doctrina Monroe invertida?
Desde la Doctrina Monroe de 1823 —que dictaba que “América para los americanos (norteamericanos)”—, Estados Unidos ha mantenido una política de intervenciones constantes en América Latina. Desde la Guerra Fría hasta el presente, el país ha apoyado golpes de estado, dictaduras militares y gobiernos neoliberales, mientras vigilaba con lupa a cualquier movimiento con inclinaciones progresistas o antiimperialistas.
Hoy, Brasil parece estar estructurando una especie de doctrina anti-Monroe, una defensa cerrada de su soberanía legal, económica y geopolítica, que busca evitar ser instrumentalizada en la batalla global entre EE. UU. y China, donde América Latina sigue teniendo un papel central como botín de disputa e inversión.
Lo que está en juego
Este no es solo un conflicto entre dos figuras carismáticas y divisivas como Bolsonaro y Trump. Es el reflejo de un sistema internacional en mutación, donde las viejas potencias (EE. UU. en particular) tropiezan al tratar de sostener su hegemonía sobre actores cada vez más autónomos, como lo muestra Brasil.
De consolidarse la independencia del STF y procederse con una sentencia firme contra Bolsonaro (si es que aplicara), no solo se protegerá el orden democrático brasileño, sino que se marcará un precedente continental y mundial: ningún líder, por poderoso que sea dentro o fuera del país, está por encima de la ley.
Se abre, por tanto, una ventana para que América Latina reinterprete su rol global, defienda sus instituciones y rompa el ciclo de tutelaje externo injerencista.
Frase para el recuerdo
"La soberanía legal de un país se mide por la capacidad de su justicia de actuar sin presiones; hoy, Brasil está poniendo esa teoría en práctica".