Hambre infantil en Gaza: una tragedia silenciada por la guerra

La malnutrición devora a miles de niños en Gaza, entre la indiferencia internacional y el colapso sanitario

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Por: Redacción Internacional

Una emergencia humanitaria sin precedentes

El conflicto prolongado en la Franja de Gaza no solo ha dejado un rastro evidente de destrucción física, sino que hoy se refleja en los cuerpos reducidos al hueso de miles de niños que sucumben lentamente al hambre. La Organización de las Naciones Unidas advierte que el peor escenario de hambruna ya está en marcha, una tragedia cuyos síntomas se agravan cada día en la mirada perdida de menores como Yazan Abu Ful, Salem Awad o Saif Hijazi.

La infancia vulnerable: objetivos del hambre

La desnutrición afecta hoy a más de 5.000 niños en Gaza, según cifras recientes de la ONU, una cantidad que probablemente está subestimada. Antes del conflicto, la malnutrición era prácticamente inexistente. Además, muchos de estos menores arrastran condiciones preexistentes como parálisis cerebral, trastornos neuromusculares y enfermedades congénitas que aumentan su fragilidad. Al faltar las fórmulas nutricionales específicas, suplementos y acceso oportuno al sistema sanitario, la muerte se convierte en un hecho predecible para la infancia.

Casos que reflejan la tragedia

  • Yousef y Amir: uno de seis y otro de cuatro años, ambos con parálisis cerebral. Antes de la guerra, mantenían un estado de salud manejable. Hoy, miden sus vidas en gramos perdidos: Yousef ha bajado de 14 kilos a 9, mientras que Amir ha caído de 9 a 6 kilos.
  • Mosab al-Dibs: de 14 años, recibió una herida de gravedad tras un ataque aéreo. Luchando entre la vida y la muerte, hoy pesa menos de 10 kilos, reducido a lo que su madre describe como "piel sobre hueso".
  • Salem Awad: un bebé nacido sin problemas de salud, cuya madre no pudo alimentarlo debido a su propia desnutrición. Vive al borde del colapso con solo 4 kilos de peso.

Estos no son casos aislados. Son muestras de una catástrofe colectiva provocada por el colapso de todos los sistemas esenciales: salud, alimentación, infraestructura.

Causas múltiples y responsabilidades compartidas

El epicentro de la crisis es indudablemente la guerra. Pero alrededor de este núcleo hay otras capas que agravan la tragedia:

  • Bloqueo israelí prolongado: Desde marzo, Israel impidió el acceso de alimentos por más de dos meses y medio. A pesar de haber restablecido parcialmente la entrada de ayuda en mayo, los suministros siguen siendo insuficientes. La ONU sostiene que se necesitan al menos 500 camiones de ayuda al día. Los reportes muestran que solo ha ingresado una fracción de esa cantidad.
  • Infraestructura sanitaria colapsada: Muchos hospitales no tienen fórmulas para nutrición por sonda, ni sueros básicos. En el hospital Shifa, uno de los principales del enclave, los doctores apenas pueden suministrar alimentos por métodos improvisados.
  • Sistema de saneamiento desmantelado: La falta de agua potable y condiciones higiénicas potencia las enfermedades entéricas y otras infecciones que complican aún más la situación de los pequeños pacientes.

Israel y Hamas: acusaciones cruzadas

El gobierno israelí niega categóricamente que haya una hambruna y asegura que ha permitido el ingreso de cantidades suficientes de ayuda, acusando a Hamas de robar alimentos o controlar su distribución de forma corrupta. Sin embargo, organizaciones como Human Rights Watch y Médicos Sin Fronteras rechazan las afirmaciones israelíes. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) ha expresado que “el acceso limpio y seguro a alimentos básicos está completamente interrumpido en el norte de la Franja”, donde se dan los casos más críticos.

Las acusaciones de desvío de ayuda no tienen evidencia suficiente o relevante para justificar la negligencia en proveer ayuda humanitaria, argumentan los organismos independientes.

Consecuencias silenciosas

En el campo de refugiados de Shati, Omniya Mahra abraza a sus hijos Oday, de 4 años, y Mohammed, de 3. Ambos sufren un trastorno neurológico genético. Antes del conflicto, recibían cuidados puntuales. Ahora dependen de lo poco que queda en un hospital dedicado a pacientes con enfermedades crónicas. Omniya relata con resignación: "Veía cómo se debilitaban ante mis ojos. No puedo hacer nada..."

El relato se repite en cada tienda, cada rincón de refugios improvisados. Gaza no solo está sitiada físicamente, está siendo atrapada por el hambre silenciosa que no necesita bombas para matar.

¿Dónde está la ayuda?

La comunidad internacional ha condenado el bloqueo y ha exigido corredores humanitarios seguros. Pero los efectos concretos son limitados. El Consejo de Seguridad de la ONU ha promovido resoluciones para facilitar el acceso humanitario, pero sin mecanismos coercitivos reales.

Estados Unidos, en medio de contradicciones, ha anunciado airdrops de alimentos. Sin embargo, según Save the Children, las entregas aéreas no cubren ni el 3% de las necesidades totales diarias. Por otro lado, organizaciones como Oxfam y UNICEF alertan que incluso las pocas entregas que se hacen no llegan a los puntos críticos debido a la inseguridad del terreno controlado militarmente.

El rostro cambiante de Gaza

La Gaza de julio de 2025 presenta un paisaje de tiendas improvisadas, edificios colapsados, cuerpos enclenques y hospitales sin electricidad. Pero el cambio más drástico no es visible en las ciudades destruidas, sino en el cambio nutricional radical que ha experimentado su población infantil. La doctora Jamal Salha del hospital Shifa lo resume con crudeza:

“Tenemos casos de niños que llegan pesando lo que pesaría un bebé de 4 meses. ¡Y tienen 3 o 5 años! Antes de esto, no veíamos este nivel de colapso nutricional ni en los peores momentos de la historia de Gaza.”

¿Esperanza o resignación?

En medio de la desolación, las madres improvisan sistemas de alimentación en botellas, usan jeringas, crean salsas hipercalóricas caseras con pan mojado en agua. Pero saben que ningún alimento improvisado sustituirá las fórmulas médicas necesarias para niños con sistemas inmunológicos comprometidos.

La historia de Gaza no es nueva, pero la hambruna que la azota en 2025 abre un capítulo especialmente oscuro. La Coordinadora de Ayuda de Emergencia de la ONU, Melissa Fleming, lo dijo esta semana:

“Nos enfrentamos a una muerte lenta masiva por inanición infantil, mientras el mundo debate tecnicismos diplomáticos.”

Una llamada urgente a la acción

El tiempo en Gaza no se mide en horas ni días, se mide en calorías que no se reciben, en cuerpos que se apagan lentamente. Las consecuencias de esta hambruna perdurarán por generaciones: niños cuyo desarrollo físico y cognitivo será irreversible, enfermedades crónicas, daños sociales, traumas de guerra y hambre que literalmente marcarán cicatrices biológicas en toda una generación.

El escenario exige más que condenas. Requiere acción concreta: financiación inmediata para misiones médicas, apertura de corredores humanitarios sostenibles y presión diplomática real sobre las partes involucradas. Porque cada día que pasa es una sentencia para miles de menores cuyo único delito es haber nacido en el lugar equivocado del mapa.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press