La caída de CPB y el giro de Trump contra los medios públicos: ¿el fin de una era educativa y cultural en EE.UU.?

La clausura de la Corporación de Radiodifusión Pública expone una batalla cultural más amplia, mientras EE.UU. redefine el papel de los medios públicos en la era Trump

Una historia de seis décadas llega a su fin

En un movimiento que ha estremecido a las comunidades culturales, periodísticas y educativas de Estados Unidos, la Corporación de Radiodifusión Pública (CPB, por sus siglas en inglés) anunció el cierre ordenado de sus operaciones tras ser defundada por el Congreso. La medida, impulsada por la administración de Donald Trump, marca el final de una era en la que el acceso a contenido educativo, informativo y cultural fue considerado un derecho público más que un producto del mercado.

Fundada en 1967 durante la presidencia de Lyndon B. Johnson, CPB ha sido el punto nodal para programas tan emblemáticos como "Sesame Street", "Mister Rogers’ Neighborhood" y el legendario trabajo documental de Ken Burns. Su desaparición sentencia a cientos de estaciones locales de PBS (Public Broadcasting Service) y NPR (National Public Radio), especialmente en comunidades rurales donde estas eran las únicas ventanas al mundo cultural, educativo y noticioso.

¿Qué es la CPB y por qué importa?

La Corporación de Radiodifusión Pública fue creada por ley en 1967 con el objetivo de producir y distribuir programación que reflejara los intereses educativos y culturales de los ciudadanos estadounidenses. No genera contenido en sí, pero actúa como financiadora de estaciones locales de radio y televisión, a través de las cuales se transmiten contenidos de NPR y PBS.

Algunos datos clave:

  • Su presupuesto anual ronda los $465 millones, de los cuales aproximadamente 70% se distribuye directamente a las estaciones locales.
  • CPB financia a más de 330 estaciones afiliadas a PBS y 246 a NPR en todo el país.
  • El 96% de toda la música clásica transmitida en EE.UU. lo hace a través de emisoras de radio pública, respaldadas por CPB.

El ataque político de Trump: medios en la mira

Desde su primer mandato, Trump ha sostenido una guerra abierta contra instituciones que considera promotoras de una "agenda liberal". Esto incluye desde universidades hasta medios de comunicación, siendo la CPB uno de sus blancos recurrentes. Bajo su visión, NPR y PBS difunden "propaganda antiamericana", y ha insistido en que la financiación federal a estas entidades es un gasto innecesario.

“La CPB es una monstruosidad que difunde contenido sesgado,” afirmó Trump en reiteradas ocasiones. Su presión logró que en el más reciente paquete presupuestario, el Congreso excluyera por primera vez en más de 50 años los fondos destinados a esta organización.

Impacto real: desde los niños hasta los músicos independientes

La desaparición de CPB no solo afecta a los grandes nombres del contenido cultural. Su impacto será especialmente devastador en comunidades pequeñas de estados rurales. Muchas estaciones locales no pueden sobrevivir sin esos fondos federales. En áreas donde la radio pública cubre desde alertas meteorológicas hasta debates ciudadanos, la CPB representaba un servicio esencial.

Además, las estaciones de radio dedicadas a descubrimiento musical, como las especializadas en jazz, folk o música mundial, podrían desaparecer si no logran negociar pagos por derechos de autor que antes financiaba CPB. Katherine Maher, presidenta de NPR, advirtió que “este corte podría vaciar el panorama musical estadounidense tal como lo conocemos».

Los programas infantiles también sufren un golpe mortal. “Sesame Street comenzó en la televisión pública y cambió la forma en que millones de niños aprendieron a leer y contar. Esta decisión rompe con ese legado”, declaró un exproductor de PBS.

¿Un ataque más amplio contra la independencia cultural?

La desaparición de CPB se inscribe en un patrón más amplio. Durante su mandato, Trump también tomó control de otras entidades mediáticas con tradición de independencia editorial, como Voice of America (VOA). En 2020, despidió ilegalmente a miembros de su junta directiva, generando demandas por abuso de poder.

Esta sistemática intervención en los medios con orientación cívica y educativa ha sido interpretada por analistas como una cruzada contra el pensamiento crítico y el pluralismo cultural. “Lo que está en juego no es solo el dinero, sino la supervivencia del espacio público informativo”, explicó el politólogo Thomas Nichols.

La reacción del público no fue suficiente

CPB intentó movilizar apoyo. Millones de personas firmaron peticiones, escribieron cartas al Congreso y exigieron el mantenimiento de los fondos. Sin embargo, en un clima político hiperpartidista marcado por la polarización y la austeridad, estas presiones ciudadanas no lograron revertir la decisión.

“No es una derrota solo para quienes trabajan en los medios públicos. Es una derrota para la educación, la cultura y la democracia,” lamentó Patricia Harrison, presidenta de CPB

¿Qué sigue? El futuro incierto de NPR y PBS

La clausura será gradual: la mayoría del personal será desvinculado el 30 de septiembre. Un pequeño equipo permanecerá para gestionar aspectos legales y técnicos como las licencias de música hasta enero próximo. A partir de ahí, el panorama es desolador.

¿Qué podrían hacer las estaciones locales?

  • Buscar financiación privada o filantrópica.
  • Asociarse con universidades o fundaciones.
  • Explorar modelos de suscripción o crowdfunding.

Sin embargo, esto parece inviable para muchas estaciones que ni siquiera tienen acceso estable a internet o conexiones por cable, especialmente en zonas rurales o desfavorecidas.

Reflexión: ¿Quién pierde cuando muere el servicio público?

La narrativa de que lo público es ineficiente y político ha ganado espacios no solo en EE.UU., sino en numerosos países. Pero el caso de CPB pone en evidencia que el costo de desmantelar lo público es más profundo de lo que parece.

Perdemos más que programas de televisión: perdemos cohesión social, pensamiento crítico, cultura accesible y el reflejo de nuestro pluralismo cultural. Tal vez el mayor problema no es solo que muere CPB, sino que con ella se fragmenta aún más el acceso equitativo a la información y la educación.

En un mundo saturado de desinformación, influencias corporativas y algoritmos, los medios públicos eran uno de los últimos espacios donde el conocimiento común aún podía compartirse sin filtros ideológicos o comerciales. Su desaparición deja una grieta difícil de sanar.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press