Pfizergate: secretos, vacunas y poder en la Comisión Europea

El escándalo de los mensajes perdidos entre Ursula von der Leyen y el CEO de Pfizer revive las tensiones sobre la transparencia en la UE

Por mucho que lo intente maquillar el poder, los mensajes borrados siempre dejan huellas. El caso conocido popularmente como Pfizergate vuelve a situar bajo los reflectores a una de las figuras más influyentes de la política europea: Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.

Este escándalo, que combina temas aparentemente técnicos —como la conservación de documentos digitales— con el trasfondo político explosivo de la adquisición de vacunas durante la pandemia, abre un debate urgente sobre la transparencia institucional en la Unión Europea.

¿Qué es el "Pfizergate"?

El término "Pfizergate" ha sido acuñado para describir el escándalo jurídico y ético que implica la supuesta desaparición de una serie de mensajes de texto entre Ursula von der Leyen y Albert Bourla, CEO de Pfizer, durante los momentos más críticos de la pandemia de COVID-19. La polémica surge cuando el New York Times, amparado en las leyes europeas de transparencia, solicita esos mensajes a la Comisión Europea... y estos no aparecen.

La falta de respuestas convincentes llevó al periódico a demandar a la Comisión ante el Tribunal de Justicia de la UE. En mayo de este año, el Tribunal falló en contra de la Comisión por haber "fracasado en proporcionar una explicación creíble" respecto a por qué se negaron a entregar los mensajes.

¿Fueron realmente destruidos los mensajes?

De acuerdo con una carta enviada al New York Times por la Comisión Europea, el jefe de gabinete de von der Leyen, Bjoern Seibert, revisó el teléfono de la presidenta tanto en 2021 como más recientemente, sin encontrar los mensajes en cuestión. Se argumentó que los textos fueron utilizados solo para coordinar llamadas y que no constituían documentos oficiales de valor que debieran ser archivados.

La Comisión insistió además que el teléfono ha sido reemplazado varias veces desde la pandemia, y que los mensajes no fueron guardados ni respaldados. Todos los dispositivos antiguos fueron formateados y reciclados.

La pregunta clave: ¿qué es un documento público?

Una de las líneas de defensa del equipo de von der Leyen gira en torno a una interpretación limitada de lo que constituye un “documento de interés público”. La Comisión argumenta que los mensajes de texto y comunicaciones efímeras no deben considerarse automáticamente documentos oficiales.

Sin embargo, esta postura ha sido duramente criticada por expertos en derecho administrativo y transparencia. ¿Cómo puede asegurarse la rendición de cuentas si los líderes políticos deciden unilateralmente qué se conserva y qué no?

Transparencia en crisis: Europa contra sí misma

La credibilidad de la Comisión Europea se ha visto golpeada por este caso. Varios europarlamentarios consideran que el comportamiento de von der Leyen y su círculo íntimo constituye una grave violación del deber de transparencia que rige a las instituciones comunitarias.

El eurodiputado neerlandés Marcel Kolaja comentó:

“Si la máxima autoridad ejecutiva de la UE puede borrar mensajes relevantes sobre contratos farmacéuticos en plena pandemia sin responsabilidad alguna, estamos ante un problema sistémico.”

Y no es una inquietud aislada. En julio de 2025, von der Leyen enfrentó una moción de censura en el Parlamento Europeo, impulsada por los escándalos en torno a los mensajes, presunto uso indebido de fondos de la UE y posible injerencia en procesos electorales. Aunque sobrevivió a la votación, fue el primer intento serio contra una presidenta de la Comisión en más de una década.

El contexto: compras de vacunas en zona gris

Durante la primavera de 2021, la Unión Europea fue duramente criticada por su ineficacia en la adquisición de vacunas contra el COVID-19. En medio de esa presión, von der Leyen anunció un acuerdo por 1.800 millones de dosis de la vacuna de Pfizer-BioNTech, con un valor estimado de hasta 35 mil millones de euros.

La negociación se llevó a cabo de forma sorprendentemente personal: ella misma se comunicó directamente con Bourla, evitando a los equipos técnicos que habitualmente negocian estos contratos. De hecho, fue una entrevista publicada en el New York Times en abril de 2021 la que reveló que von der Leyen y Bourla llevaban semanas intercambiando textos y llamadas.

¿Puede un solo funcionario, por muy alta que sea su responsabilidad, negociar un contrato multimillonario sin control legislativo ni transparencia?

De la opacidad digital al centralismo institucional

El caso Pfizergate refleja no solo una cuestión de mensajes perdidos sino una acusación más amplia de centralización del poder en la Comisión Europea. Ursula von der Leyen y su jefe de gabinete han sido señalados por consolidar una estructura donde pocos deciden por muchos, limitando la influencia de los comisarios individuales y sus equipos.

Esta centralización quedó de manifiesto también en la gestión de la política energética post-invasión rusa de Ucrania y en las negociaciones de ayuda militar para Kiev. En todas estas crisis, von der Leyen ha optado por decisiones rápidas con escasa deliberación pública, una táctica que genera apoyo... pero también crecientes sospechas.

Un precedente peligroso: ¿quién nos cuida de los que prometen cuidarnos?

La opacidad institucional durante una emergencia sanitaria no debería quedar impune simplemente por el contexto de crisis. Si algo nos mostró la experiencia del COVID-19 es que la confianza ciudadana se erosiona más por las decisiones ocultas que por los errores honestos.

Como señaló la organización Corporate Europe Observatory en un informe reciente (2024):

“El secretismo en las negociaciones de medicamentos no es una novedad, pero sí lo es la descarada legitimación de prácticas privadas como herramientas válidas de coordinación pública.”

Si hoy aceptamos la destrucción de mensajes como norma institucional, mañana ningún correo, grabación o archivo estará a salvo del olvido conveniente.

Un espejo para el resto del mundo

Lo irónico —y preocupante— es que la UE exige transparencia a sus Estados miembros y a terceros países, sanciona a gobiernos por violaciones de derechos y corrupción administrativa, pero falla en imponer esas mismas reglas a su propio poder ejecutivo.

Y esto ocurre mientras el discurso oficial europeo presume de ser un “modelo de democracia y derechos humanos”. Si Ursula von der Leyen, como presidenta de la Comisión, no puede —o no quiere— explicar el destino de mensajes clave en uno de los contratos más sensibles de los últimos tiempos, entonces ¿a qué tipo de Europa nos dirigimos?

¿Y ahora qué?

El Tribunal Europeo de Justicia ya ha marcado un precedente importante en defensa de la transparencia. El mismo impulso debería movilizar al Parlamento Europeo, a las agrupaciones ciudadanas y a los medios de comunicación a exigir mecanismos más estrictos para el archivo y supervisión del poder digital.

No se trata solo de un escándalo más. Se trata del tipo de Europa que queremos construir tras la pandemia: una donde el poder sea auditado, donde los mensajes no desaparezcan sin interrogantes y donde la política no se negocie en chats efímeros sino en nombres propios y actos responsables.

El verdadero problema de Pfizergate no fueron los mensajes perdidos, sino el silenciamiento sistemático de la duda. Y en democracia, la duda es algo que nunca debe ser eliminado.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press