Putin y los misiles Oreshnik: ¿una amenaza renovada para Europa?
Rusia inicia la producción de misiles hipersónicos con capacidad nuclear que serán desplegados en Bielorrusia, reforzando su postura frente a la OTAN.
Por primera vez desde el colapso del Tratado INF en 2019, Rusia produce en serie un sistema de misiles balísticos de alcance intermedio que no sólo desafía los equilibrios geoestratégicos de Europa, sino que reaviva el fantasma de una carrera armamentística en el continente. El nombre de esta nueva pieza de disuasión militar: Oreshnik.
¿Qué es el Oreshnik?
El Oreshnik (que en ruso significa “avellano”) es un misil balístico de alcance intermedio que, según Vladimir Putin, se desplaza a velocidades de hasta Mach 10 —unas 10 veces la velocidad del sonido— y es capaz de portar ojivas convencionales o nucleares. Según lo declarado por Moscú, estas armas serían inmunes a cualquier sistema de defensa antimisiles actualmente en uso por los países miembros de la OTAN.
El Oreshnik fue utilizado por primera vez contra Ucrania en noviembre de 2023, cuando Rusia lo lanzó contra una fábrica de misiles ubicada en Dnipro, reviviendo el legado soviético de aquella ciudad industrial. El prototipo experimental demostró ser tan eficaz que rápidamente entró en producción para su despliegue formal.
De la teoría a la amenaza
Durante una reunión pública con el presidente bielorruso Alexander Lukashenko, Putin anunció desde la isla Valaam que los trabajos preparatorios para el despliegue de estos misiles en Bielorrusia ya están en marcha y podrían completarse antes de fin de año. “Ya se han elegido los sitios de lanzamiento”, dijo el mandamás del Kremlin.
Este despliegue tiene implicaciones directas sobre Europa del Este. Con un rango estimado de entre 500 y 5.500 kilómetros, el Oreshnik puede alcanzar cualquier capital europea desde suelo bielorruso. Desde Varsovia hasta París, la amenaza es tangible.
Bielorrusia, el peón nuclear de Moscú
Lukashenko se ha convertido en un actor clave en la estrategia militar rusa. Desde que permitió que tropas rusas utilizaran su territorio para invadir Ucrania en febrero de 2022, Bielorrusia se ha transformado en un satélite funcional del poder ruso en el flanco oriental de Europa.
No sólo aloja tropas rusas. Desde finales de 2023, también permite el despliegue táctico de armas nucleares en su territorio. Aunque Moscú no ha revelado el número exacto de estas armas, Lukashenko admitió en diciembre que se trata de “varias docenas”. Estas ojivas representan la primera presencia de armamento nuclear ruso fuera de sus fronteras desde el colapso de la URSS.
La reinterpretación de la doctrina nuclear rusa
En paralelo al despliegue del Oreshnik, en otoño de 2023 el Kremlin reformuló su doctrina nuclear. Por primera vez, se menciona de forma explícita la posibilidad de utilizar armas nucleares no sólo en caso de agresión nuclear, sino también como respuesta a ataques convencionales si estos amenazan la soberanía territorial de Rusia o Bielorrusia.
Este cambio implica que ante un ataque convencional que Moscú considere peligroso, incluso si el agresor es parte de la OTAN, el Kremlin podría responder con armas nucleares tácticas. Un cambio dramático con respecto a la postura rusa de contención en décadas anteriores.
Las nuevas cláusulas también colocan a Bielorrusia bajo el «paraguas nuclear ruso», un concepto ya explorado durante la Guerra Fría, pero que hoy revive con potenciales consecuencias catastróficas.
Recordando el Tratado INF y su caída
El Tratado INF (Intermediate-Range Nuclear Forces Treaty), firmado en 1987 entre EE. UU. y la URSS, prohibía los misiles de alcance intermedio terrestres con un rango de 500 a 5.500 km. Fue clave para desescalar las tensiones nucleares en Europa en el ocaso de la Guerra Fría.
Pero todo terminó en 2019. Washington se retiró del acuerdo acusando a Moscú de desarrollar y desplegar un sistema —el 9M729— que violaba el tratado. Moscú respondió abandonándolo de igual manera. Desde entonces, no existe ninguna limitación formal al desarrollo ni despliegue de este tipo de armamento por parte de ambas potencias.
Un misil entre sombras: ¿defensa o provocación?
Putin ha insistido que el Oreshnik es una herramienta defensiva. Sin embargo, la realidad geopolítica sugiere una intención más ofensiva. Dado que su desarrollo fue secreto, su primera utilización operativa fue en un entorno no declarado como campo de prueba (el conflicto en Ucrania), y su despliegue se realiza en un país que comparte una frontera terrestre de 1.084 km con Ucrania y está a escasos cientos de kilómetros de múltiples bases de la OTAN, la amenaza es evidente.
Además, ha advertido que Rusia podría usarlos contra países de la OTAN que permitan a Ucrania utilizar misiles de largo alcance en su contra. Es decir, si Kyiv bombardea objetivos rusos con armas occidentales lanzadas desde Ucrania, Moscú se reserva el derecho de atacar a países aliados.
Opiniones divididas: ¿reacción legítima o camino a la guerra?
Desde Moscú, se presenta al Oreshnik como un símbolo del resurgimiento tecnológico militar ruso en un contexto de aislamiento. Pero desde Europa y Estados Unidos, se interpreta como un acto de intimidación y un intento por alterar el equilibrio estratégico en una región ya extremadamente tensada por la guerra en Ucrania.
El experto militar Pavel Felgenhauer ha declarado a medios rusos de oposición que “el Oreshnik representa un paso más hacia una política de uso temprano del arma nuclear” y que “la línea entre un ataque convencional devastador y uno atómico se está desdibujando peligrosamente”.
Mientras tanto, funcionarios de la OTAN han expresado su preocupación por el despliegue y siguen analizando las capacidades técnicas del nuevo sistema. La Alianza mantiene que cualquier ataque nuclear ruso, incluso limitado, tendrá consecuencias “severas y sin precedentes”.
Bielorrusia, el último rompecabezas en la ecuación nuclear europea
En el ajedrez estratégico de Europa Oriental, Bielorrusia se ha convertido en el alfil de Moscú. Su integración militar ya no es simbólica. No sólo presta territorio; ahora alberga armamento nuclear estratégico y pronto misiles balísticos hipersónicos, lo que convierte a Minsk en un objetivo prioritario para cualquier respuesta militar de la OTAN.
La posible respuesta aliada no pasarìa necesariamente sólo por el frente militar. También hay ya movimientos diplomáticos dirigidos a reevaluar posibles sanciones más duras hacia Bielorrusia, así como una expansión de las capacidades antimisiles de los países bálticos y Polonia.
Un futuro incierto, pero más peligroso
El desarrollo y el despliegue del Oreshnik simboliza el regreso oficial de los misiles de alcance intermedio a Europa casi cuatro décadas después de los famosos euromisiles que casi llevan al mundo a una confrontación nuclear en los años 80. Esta vez, sin acuerdos de control de armas, sin líneas rojas claras y con múltiples frentes abiertos —Ucrania, OTAN, Bielorrusia— el margen para la diplomacia se reduce.
Mientras los líderes mundiales debaten, en lo más alto de la península de Karelian, dos presidentes —Putin y Lukashenko— se abrazaron en Valaam. Entre sonrisas, firmaban lo que podría ser el preludio de una etapa aún más peligrosa para Europa.