La venta de Connecticut Sun y la mudanza histórica a Boston: ¿salto de fe o jugada maestra?
Por qué el traslado del equipo WNBA a Boston podría redefinir el panorama del baloncesto femenino en EE.UU.
Un inesperado terremoto ha sacudido el baloncesto femenino en Estados Unidos: los Connecticut Sun, una de las franquicias más estables y exitosas de la WNBA, están a punto de ser vendidas por 325 millones de dólares a un grupo liderado por Steve Pagliuca, copropietario minoritario de los Boston Celtics. El plan incluye su reubicación a Boston en 2027, marcada también por una grandiosa inversión de 100 millones de dólares en un nuevo complejo de entrenamiento.
Esta operación inesperada no solo rompe récords financieros dentro de la liga femenil, sino que también reabre viejas preguntas sobre identidad de franquicia, expansión territorial, inversión en deportes femeninos y el papel cada vez más activo de figuras del baloncesto masculino en el desarrollo de la WNBA.
Del casino a la ciudad universitaria: el viaje de un equipo que luchó contra viento y marea
La historia de los Connecticut Sun es, por sí sola, un ejemplo de resiliencia y determinación institucional. Tras ser adquiridos en 2003 por la Tribu Mohegan —dueña del Mohegan Sun Casino en donde jugaron sus partidos de local—, se convirtieron en la primera franquicia de la WNBA administrada por una entidad no asociada a la NBA. De hecho, fueron también el primer equipo en alcanzar la rentabilidad económica.
Bajo este liderazgo poco convencional, los Sun construyeron una huella competitiva sólida, con 16 apariciones en postemporada desde su fundación. Sin embargo, la franquicia carecía de una instalación de entrenamiento moderna y especializada, una necesidad crítica para competir en una liga que ha comenzado a experimentar un boom de crecimiento tanto en audiencia como en inversión.
Steve Pagliuca y la apuesta por la expansión metropolitana
Steve Pagliuca no es un novato en la industria del deporte. Vicepresidente de Bain Capital y figura clave dentro de los Boston Celtics, Pagliuca lidera un consorcio con planes muy claros: convertir a Boston en una potencia también dentro de la WNBA. Aunque la ciudad no fue seleccionada recientemente en la última ronda de expansión de la liga —que incluyó a ciudades como Cleveland, Detroit y Philadelphia—, el movimiento actual podría darle un adelantamiento no previsto dentro del plan oficial de la liga.
La inversión proyectada de 100 millones de dólares en una nueva instalación de entrenamiento promete establecer un estándar de desarrollo y profesionalismo. Este tipo de inversión solo se ha visto en franquicias como Las Vegas Aces, propiedad de Mark Davis, dueño también de los Raiders de la NFL, y consideradas actualmente como la franquicia más ambiciosa en infraestructura de la liga.
Una evaluación fría: ¿vale 325 millones una franquicia WNBA?
La cifra de 325 millones de dólares para adquirir los Sun representa un aumento meteórico en el valor percibido de las franquicias de la WNBA. Para ponerlo en perspectiva:
- En 2021, el Atlanta Dream fue vendido por menos de 10 millones.
- Mark Davis adquirió Las Vegas Aces en 2020 por aproximadamente 2 millones.
La diferencia abismal entre estas cifras y la actual venta plantea diversas interrogantes: ¿estamos ante una burbuja de inversión en el deporte femenino? ¿O se trata de una valoración más ajustada a la realidad del impacto social, comercial y digital del deporte femenino en 2024?
Las cifras acompañan esta transformación. Según Sportico, la WNBA experimentó un crecimiento del 67% en ratings televisivos entre 2022 y 2023. Además, el número de seguidores en redes sociales ha aumentado en más del 80% desde 2021 gracias al impacto de estrellas como Caitlin Clark, Sabrina Ionescu o A’ja Wilson.
Impacto en la liga: ¿ventana o amenaza para otras ciudades?
En junio pasado, la WNBA anunció el ingreso de cinco nuevas franquicias para las siguientes temporadas:
- Portland (2026)
- Toronto (2026)
- Cleveland (2028)
- Detroit (2029)
- Philadelphia (2030)
Boston no estaba en esa lista. De hecho, la propia liga remarcó que “ningún grupo de Boston aplicó formalmente” en el proceso de expansión y que otras ciudades, como Houston, aún tienen prioridad por el trabajo realizado previamente.
¿Cómo cayó entonces la compra de un equipo ya establecido y su posterior mudanza a una ciudad que ni siquiera estaba en carpeta? Para algunas voces, es una violación del espíritu de equidad del proceso de expansión; para otras, una movida pragmática que permite a la WNBA tener presencia en uno de los mercados deportivos más valiosos del país.
Impulso comercial: marketing, camisetas y derechos televisivos
Boston representa un mercado gigantesco con múltiples beneficios: gran base de fanáticos, instalaciones de primer nivel como el TD Garden y alianzas potenciales con múltiples marcas locales e internacionales. Además, desde hace dos temporadas, algunos partidos de los Sun ya se han jugado en dicho estadio como eventos “de prueba”, incluyendo el enfrentamiento contra las Indiana Fever de la estrella Caitlin Clark.
Con la mudanza, no solo se espera incrementar el número de abonos y entradas vendidas, sino también un impulso en las ventas de mercancía y derechos comerciales. La presencia conjunta con los Celtics facilitará sinergias en campañas de marca, promoción cruzada y negociaciones con sponsors. En un entorno donde la visibilidad es clave, la WNBA podría capitalizar este salto.
¿Y los fans de Connecticut?
Tal vez la parte más agria del acuerdo es el sentimiento de los aficionados en Connecticut. Pese a no tener una NBA local, el estado ha sido, por más de dos décadas, una cuna de baloncesto femenino, en especial por la influencia de la Universidad de Connecticut (UConn), alma máter de leyendas como Diana Taurasi, Maya Moore o Breanna Stewart.
La pérdida de los Sun deja un vacío doloroso. Ni la afición fiel ni la historia brillante de la franquicia parecen haber pesado lo suficiente frente a la perspectiva millonaria de una nueva sede. La tribu Mohegan hizo historia como dueña innovadora fuera del ecosistema NBA, pero los nuevos tiempos de la WNBA exigen otra envergadura
El emblemático periodista deportivo Howard Megdal tuiteó en reacción al anuncio:
“Una franquicia que luchó por demostrar que el baloncesto femenino podía ser negocio ahora es vista como un cheque de medio billón. ¿Ironía o victoria?”
Un vistazo hacia la temporada 2027 y más allá
Para la liga y el consorcio liderado por Pagliuca, los próximos movimientos serán decisivos. El proyecto del nuevo centro de entrenamiento debe comenzar en 2025, mientras que las negociaciones por derechos televisivos nacionales se avecinan en 2026. El momentum no puede perderse.
La mudanza a Boston plantea una posibilidad que la WNBA ha explorado con cautela: coexistir y capitalizarse en mercados que albergan equipos masculinos consagrados. En ese sentido, Las Vegas, Nueva York y, ahora, Boston pueden convertirse en el corazón económico de la liga.
La pregunta crítica es si esta centralización en polos comerciales fuertes amenaza la diversidad geográfica e identidad comunitaria que distinguía a la WNBA. En una liga donde historias como las de Indiana, Connecticut o Minnesota forjaron su espíritu, ¿será posible balancear el modelo tradicional con la nueva era empresarial?
Todo indica que Boston se prepara para convertirse en la nueva joya de la corona del deporte femenino. Si la mudanza será luz o sombra para la liga en general, solo lo dirá el tiempo. Pero sin duda, esta venta marca el inicio de una nueva etapa en la historia del baloncesto profesional femenino.