Tailandia al límite: Protestas, disputas fronterizas y el poder imperecedero del ejército

La creciente tensión en Tailandia mezcla viejos resentimientos, reclamos de soberanía y una crisis política con raíces profundas

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Una tormenta política en el corazón de Bangkok

Este sábado, miles de ciudadanos tomaron las calles de Bangkok, concentrándose en el Monumento a la Victoria, epicentro simbólico e histórico de múltiples revueltas en Tailandia. La concentración, que se realizó bajo temperaturas sofocantes, fue una respuesta directa a una cadena de eventos que han puesto a prueba no solo al gobierno, sino la estabilidad del país.

La primera ministra Paetongtarn Shinawatra, suspendida por la corte el mes pasado, se ha convertido en el blanco de protestas masivas tras un conflicto fronterizo con Camboya que dejó más de tres decenas de muertos y desplazó a más de 260,000 personas. La implicación de su familia, especialmente los lazos con el gobernante camboyano Hun Sen, reaviva antiguos temores y viejas enemistades.

La frontera ardiente: un conflicto sin resolver

La disputa territorial entre Tailandia y Camboya por zonas limítrofes cercanas a Preah Vihear no es nueva. Aunque el conflicto data de décadas atrás, se ha mantenido como una herida abierta al nacionalismo tailandés. El más reciente estallido de violencia fue detenido con un frágil alto al fuego mediado por Malasia el 29 de julio.

No obstante, muchos tailandeses consideran que el estallido del conflicto fue evitado hasta cierto punto durante gobiernos anteriores, y que esta nueva administración falló en contener la situación. Parte del escándalo gira en torno a una llamada telefónica filtrada por Hun Sen, en la que Paetongtarn se refiere a él como “tío” y hace comentarios que fueron interpretados como un insulto hacia un general tailandés.

¿Por qué molesta tanto el apellido Shinawatra?

La familia Shinawatra simboliza para muchos en la élite conservadora, y en especial para los llamados camisas amarillas, todo lo que está mal en la política moderna tailandesa. Thaksin Shinawatra, padre de Paetongtarn, fue derrocado en un golpe militar en 2006. Desde entonces, su figura ha seguido polarizando el país, a pesar de su exilio y múltiples acusaciones por corrupción, nepotismo y abuso de poder.

La hermana de Thaksin, Yingluck Shinawatra, también lideró el gobierno y fue removida tras un golpe en 2014. La hostilidad hacia la familia es tal que muchas facciones políticas han basado sus campañas enteras en oponerse a ellos, y la actual situación ha reavivado esos sentimientos.

“Ung Ing, tienes que irte. Hay sangre en tus manos. La gente ha muerto por tu culpa”, clamó desde el escenario el columnista conservador Jittakorn Bussaba ante una multitud enfervorizada.

El ejército siempre vigilante: ¿democracia militarizada?

Desde 1932, cuando Tailandia se convirtió en una monarquía constitucional, el ejército ha protagonizado al menos 13 golpes de Estado exitosos. Esta cifra hace del país uno de los escenarios con más interrupciones militares del orden democrático en el mundo.

Con un historial de intervención política, el ejército ha pasado de ser una institución estatal a un actor político de peso. Esto ha alimentado una especie de democracia tutelada, donde los comandantes militares o bien controlan directamente el poder o tienen la última palabra en las decisiones claves del país.

En este contexto, las protestas de hoy no solo están dirigidas contra el gobierno civil, sino que también representan una reafirmación del prestigio del ejército. “Estoy aquí para proteger la soberanía tailandesa y apoyar a los soldados”, dijo Kittiwat, manifestante de 75 años.

Un país en eterno retorno: ¿puede Tailandia romper el ciclo?

Lo que ocurre en Tailandia hoy no es un hecho aislado. Es parte de un patrón repetido que ha marcado su historia moderna: líderes populistas que generan fervor y división, protestas ciudadanas que reclaman justicia y soberanía, un ejército que entra como árbitro/autócrata, y un regreso cíclico al conflicto.

La diferencia hoy radica en el nivel de desinformación, manipulación estratégica y polarización que se vive a través de redes sociales y medios influenciados por intereses económicos y militares. Además, la vecindad geopolítica y la cercanía con potencias como China, EE.UU. y ASEAN suman un componente internacional delicado.

¿Y ahora qué?

El futuro inmediato de Tailandia parece incierto. Mientras que los tribunales aún no emiten un fallo definitivo sobre la situación legal de Paetongtarn, la movilización social anuncia una crisis persistente. Las facciones pro-ejército desean mantener el statu quo, mientras que sectores más progresistas exigen una reforma estructural del sistema político, incluyendo una nueva Constitución.

A pesar de los esfuerzos por mantener un barniz de institucionalidad democrática, es evidente que la sombra de los Shinawatra sigue moldeando el pulso moral y político del país. Como dijo Ammorn Khunthong, una manifestante de 58 años: “Thaksin y su familia no deben dirigir este país nunca más”.

Donde algunos ven una dinastía política en decadencia, otros ven una élite que simplemente quiere recuperar el control total. Pero más allá de bandos y alianzas, lo cierto es que Tailandia enfrenta una de sus mayores pruebas en años, y el desenlace aún está por escribirse.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press