Trump, Schumer y los Juegos del Senado: La Guerra Nominal que Paraliza Washington

Entre insultos en redes, reglas rotas y luchas de poder, el Senado estadounidense queda estancado en la batalla por las nominaciones presidenciales

Un Senado paralizado y una nación observando

La política estadounidense sigue sumida en un pantano de enfrentamientos partidistas, como lo demuestra el último episodio que enfrenta al expresidente Donald Trump, el líder de la minoría en el Senado Chuck Schumer y el propio funcionamiento de la cámara alta. El Senado cerró sus puertas para el receso de agosto sin lograr avanzar en la confirmación de decenas de nominaciones presidenciales, reflejando una parálisis institucional que tiene raíces profundas en la historia reciente del Congreso.

Una historia de cambios en las reglas para beneficio político

Desde principios del siglo XXI, tanto demócratas como republicanos han jugado con el reglamento del Senado para allanar el camino a sus respectivas nominaciones, abandonando prácticas bipartidistas en favor de la velocidad y el control.

  • 2013: Los demócratas, liderados por Harry Reid, eliminaron el requisito de 60 votos para aprobar nominaciones a tribunales inferiores debido a bloqueos republicanos.
  • 2017: Los republicanos, bajo el liderazgo de Mitch McConnell, extendieron ese precedente a las nominaciones a la Corte Suprema con la elección de Neil Gorsuch.

Este tipo de maniobras ha erosionado la confianza entre partidos, resultando en una batalla constante por cada nominación, sin importar su perfil o trayectoria profesional.

Llamadas al cambio: ¿el Senado necesita reinventarse?

John Thune, líder de la mayoría republicana en ese momento, lo dejó claro tras el nuevo fracaso negociador:

“Creo que los últimos seis meses han demostrado que este proceso está roto... necesitamos conversaciones robustas sobre cómo corregirlo.”

Con la negativa demócrata de otorgar el llamado "consentimiento unánime" para nominaciones rápidas y la necesidad de votar cada nombramiento uno por uno, los republicanos planean volver en septiembre con una propuesta para cambiar nuevamente las reglas del Senado.

Las tácticas de presión de Trump: insultos y redes sociales

Como si la tensión política no fuera suficiente, Donald Trump intervino personalmente y... agresivamente. El expresidente, desde su red Truth Social, escribió:

“¡Dile a Schumer... que se vaya al infierno! Rechacen el acuerdo, vayan a casa y expliquen a sus votantes lo malos que son los demócratas y lo bien que lo han hecho los republicanos.”

Con ese mensaje, cualquier posibilidad de acuerdo colapsó, forzando a los senadores a retirarse sin haber confirmado ninguna de las nominaciones pendientes.

Entre anécdotas judiciales y política real: el nombramiento de Jeanine Pirro

Uno de los únicos nombramientos que logró pasar fue el de Jeanine Pirro como fiscal federal del Distrito de Columbia, una figura mediática convertida en funcionaria pública tras años de ser rostro conocido en Fox News.

Con 50 votos a favor y 45 en contra, su confirmación vino después del retiro de Ed Martin Jr., cuyo apoyo a los asaltantes del Capitolio el 6 de enero de 2021 volvía su propuesta insostenible incluso entre senadores republicanos.

Pirro, exjueza y exfiscal, carga con un historial de controversias, incluyendo su vínculo con la demanda millonaria de $2.7 mil millones por parte de la empresa Smartmatic, que la acusó a ella y a Fox News de difundir desinformación sobre el fraude electoral en 2020.

Smithsonian bajo escrutinio: ¿censura de la historia?

Otra polémica se desató en paralelo cuando se reportó que el Smithsonian había retirado temporalmente una referencia a los dos juicios políticos contra Trump de una de sus exposiciones.

Este hecho generó sospechas sobre la posible presión desde la Casa Blanca, descartadas más tarde por la institución. El museo prometió actualizar la exhibición próximamente e incluir todos los procesos de impeachment, tal como se ha hecho con Clinton, Johnson y Richard Nixon.

Sin embargo, la explicación oficial —que el cartel bloqueaba la visibilidad de otros objetos— no logró acallar las críticas.

El deterioro de la colegialidad: ¿un punto sin retorno?

El Senado, una de las instituciones más antiguas del mundo democrático, alguna vez fue símbolo de deliberación, consenso y respeto entre partidos. Hoy, se asemeja más a un campo de batalla partisana, donde cada victoria legislativa es obtenida con trampa, presión o insultos.

Lo que comenzó con nominaciones y confirmaciones se ha convertido en una lucha de poder institucional que refleja el clima tóxico de la política estadounidense actual.

Algunas cifras para dimensionar la crisis:

  • En 2024, solo 18% de las nominaciones de Trump fueron confirmadas por consentimiento unánime, una caída drástica desde años anteriores.
  • Desde 2000, el Senado ha modificado sus reglas sobre filibusterismo y confirmaciones en tres ocasiones clave, dos de ellas en los últimos diez años.
  • El Congreso ha estado en sesiones prolongadas por encima del promedio histórico, con el objetivo de forzar votaciones nominativas completas, particularmente en el año electoral.

¿A dónde conduce esto?

Donald Trump, incluso fuera del cargo, ejerce influencia como pocos expresidentes lo han hecho. Su capacidad de romper con negociaciones delicadas con un solo “post” y polarizar aún más al electorado y sus aliados lo convierte en un actor central en la fractura institucional del Senado.

Schumer, por su parte, tiene que balancear el rechazo a las nominaciones conservadoras de Trump con el deseo —y presión— de que el Senado funcione y sus miembros puedan regresar a sus distritos sin ser acusados de obstrucción.

Mientras tanto, la ciudadanía sigue viendo cómo se debilitan los mecanismos democráticos básicos, como el respeto federal al sistema de contrapesos o la simple habilidad del Senado para trabajar en conjunto.

¿Reforma o colapso?

La parálisis del Senado es un síntoma. Las causas: polarización, reglas rotas y políticos que priorizan enfrentamientos ideológicos sobre la gobernanza real. La solución parece lejana, pero lo cierto es que el precio —en imagen, funcionamiento y confianza— ya se está pagando.

Quizás el Senado, uno de los pilares de la democracia estadounidense, necesite no solo cambiar sus reglas internas, sino también reinventar su propia cultura política antes de que sea demasiado tarde.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press