El éxodo legislativo de Texas: ¿actos de resistencia o espectáculo político?

Más de 50 demócratas abandonan Texas para impedir el avance del plan de redistribución electoral impulsado por Trump

Cuando la democracia se encuentra con el teatro político, el espectáculo es inevitable. Eso es precisamente lo que ocurre en Texas, donde una vez más la política estatal se convierte en un escenario nacional. En un acto de desesperación —o estrategia calculada— más de 50 legisladores demócratas escaparon del estado con el objetivo de bloquear la sesión legislativa en la que los republicanos pretendían aprobar un nuevo mapa electoral favorable a ellos.

¿Qué está en juego?

Texas cuenta actualmente con 38 escaños en la Cámara de Representantes de EE.UU. De esos, los republicanos controlan 25. Con los cambios propuestos, buscan aumentar su ventaja creando cinco distritos adicionales inclinados hacia el Partido Republicano. Esta redistribución no es parte de los tradicionales ajustes post-censo, sino un raro redistricting a mitad de década, impulsado presuntamente por Donald Trump con miras a las elecciones intermedias de 2026.

“Esto no es una decisión que tomemos a la ligera, pero sí con absoluta claridad moral”, declaró Gene Wu, presidente del Caucus Demócrata de la Cámara de Texas. Su mensaje y su marcha buscan impedir una mayoría de quórum (100 de los 150 miembros) que permitiría votar el plan republicano.

El drama repetido: Texas 2021 vs Texas 2024

Esta no es la primera vez que los demócratas texanos recurren a esta maniobra. En 2021, ante una propuesta de ley que restringía el voto, protagonizaron un escape similar hacia Washington D.C. que duró 38 días. Aunque finalmente los republicanos aprobaron su legislación, aquella táctica logró poner los reflectores nacionales sobre el intento de supresión electoral.

En esta ocasión, optaron por refugiarse en Illinois, un estado dominado por demócratas y gobernado por J.B. Pritzker, quien ya había estado en conversaciones privadas con los legisladores texanos para coordinar su posible llegada. Pritzker es considerado aspirante a la presidencia en 2028 y fuerte opositor al trumpismo.

Trump, la pieza central del tablero

La presencia de Donald Trump como artífice tras bastidores de este nuevo mapa convierte la pelea legislativa en Texas en una batalla estratégica nacional. Trump tiene claro que para evitar una repetición de 2018 —cuando los demócratas tomaron la Cámara de Representantes apenas dos años después de su primera elección— necesita asegurar más escaños, y Texas se perfila como el terreno más fértil para ello.

Algunos reportes incluso aseguran que ha habido conversaciones para replantear mapas en otros estados como Missouri, lo que evidenciaría una ofensiva coordinada para consolidar el control legislativo republicano antes de 2026.

¿Es legal la huida?

En términos jurídicos, ausentarse de una sesión legislativa en Texas es una violación civil y no penal. Es decir, no pueden ser encarcelados por ello, aunque sí multados con hasta $500 diarios mientras rompan el quórum. Sin embargo, el Fiscal General republicano Ken Paxton —un ferviente aliado de Trump— ha sostenido que podrían ser localizados por fuerzas del orden y obligados a regresar “para cumplir con su deber”.

“Mi oficina está lista para ayudar a las autoridades locales, estatales y federales a rastrear y obligar a asistir a quien abandone su cargo y a sus electores por teatro político barato”, fue el agresivo mensaje de Paxton en la red social X.

¿Podría funcionar otra vez?

La gran pregunta es si este tipo de acciones realmente cambian el rumbo de las políticas, o si se quedan en gestos de resistencia simbólica que, en el mejor de los casos, atraen atención mediática temporal. La historia nos indica que, aunque pueden generar presión política y cobertura periodística, rara vez impiden por mucho tiempo que la mayoría retome el control institucional.

En 2021, después de 38 días, la legislatura texana aprobó sin mayores cambios la ley de votación que despertó la ira de los demócratas. Es probable que ocurra algo similar esta vez, aunque con consecuencias más tensas al estar Trump directamente involucrado y más interesados Pritzker y otros rivales políticos en contrarrestarlo desde ya.

Un aspecto nacional: demócratas vs MAGA

Este enfrentamiento no puede analizarse sólo como una pugna texana. Es el reflejo de una grieta nacional: por un lado, los demócratas que apelan a la diversidad y la participación comunitaria; por el otro, los republicanos alineados con el mensaje de “America First” de Trump y que buscan rediseñar distritos para consolidar su mayoría en Washington.

Joe Biden, aunque hasta ahora ha evitado comentar directamente, podría verse presionado a intervenir pronto, ya sea con discursos o incluso con un rol diplomático si los legisladores federales entran al juego. Todo esto podría influir profundamente en las primarias de 2026 y las ya proyectadas batallas ideológicas entre el ala tradicional conservadora y los seguidores de Trump.

El papel de Illinois y California

Otra novedad significativa en esta versión del drama texano es el involucramiento directo y abierto de gobernadores opositores al trumpismo. J.B. Pritzker en Illinois y Gavin Newsom en California no sólo han recibido a los legisladores disidentes, sino que organizaron eventos públicos y apoyaron sus críticas contra la redistribución.

Estas posturas refuerzan una idea cada vez más presente: la pugna entre Trump y sus opositores trasciende niveles federales y se libra también en el terreno estatal. Para Pritzker, podría ser una forma de reforzar su imagen nacional y perfilarse como presidenciable; para Newsom, una estrategia para reavivar su nombre en el radar político tras la pandemia.

Proyecciones a medio plazo

Con más de cinco escaños en juego (y el potencial de afectar otras redistribuciones), esta pelea puede tener efectos duraderos. La composición de la Cámara Baja en 2026 dependerá, entre otros factores, de decisiones como las que ahora se disputan en Texas.

Es por eso que muchos observadores destacan este momento como clave en la evolución táctica del Partido Demócrata. Al abandonar el terreno físico para ganar el simbólico, apuestan al desgaste mediático del adversario y a despertar presión pública que, de no alterar el resultado inmediato, podría influir en futuras elecciones estatales.

¿Obstruccionismo o legítima defensa?

Este es el dilema filosófico y político que divide a los observadores. ¿Tiene derecho una minoría a sabotear votaciones si el resultado parece ilegítimo desde su perspectiva? ¿O están simplemente abandonando su deber institucional?

Los demócratas insisten en que su marcha es un último acto de defensa de las minorías y los distritos marginados. “La apatía es complicidad”, dijo Gene Wu, y no es sólo retórica: existen estudios que demuestran que muchas comunidades latinas, afroamericanas y asiáticas quedarían subrepresentadas con los nuevos mapas.

Conclusión inevitable: más polarización

Ya sea que uno los vea como héroes o desertores, lo cierto es que esta acción aumenta aún más la división política en Estados Unidos. Lejos de buscar consensos, cada actor está digladiando como si ya estuviera en campaña presidencial, incluso a dos años de distancia. La democracia representativa sigue funcionando, pero cada vez más al borde del colapso partidista.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press