Itamar Ben-Gvir: El provocador de la política israelí que desafía la estabilidad regional
Un análisis profundo del ascenso del ministro de seguridad nacional, sus posturas ultraderechistas y cómo sus acciones en Jerusalén agitan las tensiones en Medio Oriente
El ascenso de un radical al poder
Itamar Ben-Gvir, hoy ministro de Seguridad Nacional en Israel, representa uno de los virajes más importantes hacia la ultraderecha en la política israelí contemporánea. Su historia político-ideológica está marcada por décadas de provocaciones, controversias y una clara agenda religiosa y nacionalista que lo ha convertido en una figura polarizadora tanto dentro como fuera de Israel.
Ben-Gvir, originario de una familia judía mizrají, comenzó su carrera como activista radical influenciado por el rabino Meir Kahane, conocido por su ideología extremista y racista. En su juventud, Ben-Gvir fue excluido del servicio militar obligatorio por sus opiniones extremas, y desde entonces, ha acumulado ocho condenas por delitos que incluyen incitación al odio racial y apoyo a organizaciones terroristas, según informes del periódico Haaretz.
Del extremismo marginal al escenario político
Durante décadas, Ben-Gvir fue un personaje marginal en la vida pública de Israel. Sin embargo, su carrera dio un giro decisivo cuando se convirtió en abogado, defendiendo a extremistas judíos acusados de atacar a palestinos. Su visibilidad mediática y habilidad para aprovechar el discurso del miedo en la sociedad israelí le otorgaron una creciente popularidad.
Fue elegido por primera vez al parlamento israelí (Knesset) en 2021, y tras las elecciones de 2022 logró negociar un puesto clave en el gabinete de Netanyahu a través de su partido Poder Judío. Este partido promueve una agenda teocrática y ultranacionalista. En sus propias palabras, Ben-Gvir declaró: “He estado en una misión para salvar a Israel. Millones de ciudadanos esperan un gobierno verdaderamente de derechas.”
La mezquita de Al-Aqsa: epicentro de las tensiones
El más reciente acto de provocación de Ben-Gvir fue su visita al Monte del Templo el pasado domingo, coincidiendo con Tisha B’Av, una fecha de duelo para los judíos que conmemora la destrucción de los dos templos. Durante esta visita, no sólo estuvo presente, sino que lideró públicamente oraciones judías, lo cual es considerado una transgresión al status quo que rige el sitio sagrado.
Para los judíos, el Monte del Templo es el sitio más sagrado, donde se encontraban los antiguos templos bíblicos. Pero allí también se ubica la mezquita de Al-Aqsa, el tercer lugar más sagrado para el islam. Desde que Israel tomó control del Este de Jerusalén en 1967, los judíos pueden visitar el lugar, pero no orar allí, una decisión respaldada por la mayoría de los rabinos prominentes.
Las visitas de Ben-Gvir han sido reiteradas y claramente intencionadas para desafiar esa restricción. Su última aparición incluyó oraciones públicas y declaraciones a favor de la soberanía completa del Estado de Israel sobre el lugar. Como era de esperarse, la reacción internacional fue inmediata: los gobiernos de Jordania, Egipto, Turquía y numerosos grupos islámicos condenaron el acto como una peligrosa provocación.
El peligro de incendiar Jerusalén
La historia muestra que las tensiones en Al-Aqsa han sido detonantes de violencia regional. Desde la Intifada del año 2000 —conocida también como la “Intifada de Al-Aqsa”— cada incidente en este lugar ha tenido implicancias geopolíticas. La constante presencia de Ben-Gvir amenaza con desatar una nueva ola de violencia, no solo con los palestinos, sino también con los estados vecinos árabes.
Benjamín Netanyahu intentó minimizar la crisis declarando que el status quo no ha cambiado. Sin embargo, permitir que un funcionario de alto nivel no solo visite el sitio sino dirija oraciones, equivale a una modificación implícita y peligrosa de ese delicado equilibrio establecido hace décadas.
Una figura que desafía a todos
Además de sus fricciones con el mundo árabe y la comunidad internacional, Ben-Gvir también ha chocado con figuras dentro de Israel y de Occidente. Su política de reparto masivo de armas a civiles judíos, su llamado a deportar opositores políticos y su respaldo al uso de la fuerza contra manifestantes anti-Netanyahu en protestas señala un deterioro del sistema democrático israelí.
Durante una manifestación en Jerusalén en 2022, llegó a blandir una pistola y pedir a los policías que dispararan contra palestinos que lanzaban piedras, acciones que fueron condenadas por organizaciones de derechos humanos.
Incluso sus aliados están comenzando a tomar distancia. En semanas recientes, Países Bajos, Canadá, Reino Unido, Noruega y Australia impusieron sanciones financieras contra Ben-Gvir y otros líderes del ala dura como Bezalel Smotrich. En Países Bajos, incluso se prohibió su entrada al país.
La guerra en Gaza y el regreso de un halcón
En enero de 2025, tras una ofensiva en Gaza, Ben-Gvir renunció temporalmente a su puesto dentro del gabinete como forma de protesta por una tregua negociada con Hamás. Durante ese alto al fuego, 25 rehenes israelíes fueron liberados a cambio de 1.800 prisioneros palestinos. Ben-Gvir calificó el acuerdo como un “acto de rendición” y su retiro debilitó la endeble coalición del gobierno israelí.
Volvió al gobierno en marzo, una vez reanudadas las hostilidades en Gaza. En discursos recientes ha pedido la reconquista total del enclave y ha propuesto la “migración voluntaria” de sus habitantes —una expresión suavizada para referirse a lo que muchos expertos consideran una limpieza étnica disfrazada.
¿Qué representa Ben-Gvir para Israel?
El caso de Itamar Ben-Gvir no es solo el ascenso de un extremista; representa una transformación estructural dentro de la política israelí. Su inclusión en el gabinete y su influencia en la política de seguridad reflejan un giro hacia una nueva etapa ideológica en Israel, marcada menos por el pragmatismo laico, y más por una visión nacional-religiosa excluyente.
La periodista israelí Merav Michaeli lo resumió con claridad en una entrevista para Channel 12: “Lo que antes era impensable, hoy es normal. Ben-Gvir es el espejo de un país que ha perdido el equilibrio entre seguridad y democracia.”
En una región cargada de simbolismo e historia, las acciones de un solo hombre pueden tener eco global. Y mientras Itamar Ben-Gvir siga promoviendo políticas incendiarias en los sitios más sagrados y tensos del mundo, la estabilidad regional seguirá estado al borde del colapso.
Fuentes: Haaretz, The Times of Israel, Al Jazeera, Reuters.