Montana en vilo: el terror invisible de un veterano armado

La cacería de Michael Paul Brown revela fallas estructurales en el sistema de salud mental y en cómo EE.UU. trata a sus veteranos

Por tercera jornada consecutiva, los habitantes de la pequeña ciudad de Anaconda, en Montana, viven con el miedo latente de que un asesino armado camine entre ellos. El autor del múltiple homicidio ocurrido el viernes pasado en el bar The Owl, donde fueron asesinadas cuatro personas entre los 50 y 70 años, no sólo sigue prófugo, sino que se presume pudo haberse rearmado, cambiado de ropa y estar perfectamente equipado para ocultarse en los bosques de la región.

Un crimen devastador en medio del corazón de Montana

Michael Paul Brown, exsoldado de 45 años, es el principal sospechoso de una masacre que ha estremecido al país. Según informó el fiscal general del estado, Austin Knudsen, el sujeto, habitual visitante del bar y vecino del lugar, utilizó un fusil de asalto que le pertenecía para cometer lo que calificó como “una masacre sin sentido”. El agresor conocía a algunas de las víctimas, una de ellas incluso era la bartender del local.

Un detalle atroz: Brown escapó del lugar sin calzado y semidesnudo, aunque luego se cree que robó otro vehículo que contenía ropa y equipo de acampar, lo cual ha dificultado su localización y ampliado sus opciones de ocultamiento.

Montana en estado de alerta

La comunidad de poco más de 9.000 habitantes está paralizada. Se han cancelado múltiples eventos públicos por temor a que Brown regrese. La oficina del fiscal advirtió sobre la posibilidad de enfrentamientos no sólo con las fuerzas del orden, sino con ciudadanos armados decididos a defender sus hogares. En palabras de Knudsen:

Este es un individuo inestable que caminó hasta un bar y asesinó a sangre fría. Por eso, el peligro para la población es extremo”.

El lado oscuro del uniforme: ¿quién cuida a los veteranos?

Michael Brown no es un desconocido para las autoridades locales. Militó en el ejército estadounidense desde 2001 hasta 2005, sirviendo como operador de tanques en la guerra de Irak, y posteriormente se unió a la Guardia Nacional de Montana, donde sirvió hasta 2009. Fue dado de baja con el grado de sargento.

Sin embargo, esa decoración de servicio contrasta con un historial de inestabilidades mentales, según reveló su sobrina Clare Boyle. En declaraciones públicas, ella advirtió:

No se trata de un borracho que perdió el control. Es un hombre enfermo que muchas veces no sabe quién es, dónde está ni qué está haciendo”.

El hecho de que familiares hayan intentado, en reiteradas ocasiones, buscar ayuda para Brown sin éxito abre muchas interrogantes: ¿están las instituciones militares y de salud mental realmente preparadas para identificar y asistir a veteranos con trastornos mentales severos?

Montana: tierra de armas y libertades, pero también de silencios incómodos

Montana es uno de los estados con mayor número de armas por habitante en EE.UU. Según datos del Pew Research Center, el 66% de los adultos en el estado vive en hogares donde hay al menos un arma. Paradójicamente, es también un estado con escasos recursos para tratar trastornos mentales; la mayoría de los condados rurales no cuenta ni siquiera con psiquiatras de planta.

Este cóctel explosivo —veteranos con traumas no tratados, alto acceso a armas de fuego y débil sistema de salud mental— ha detonado tragedias similares en otras partes del país. En el informe “Military Suicides Continue to Rise” del Departamento de Defensa, se registraron 328 suicidios entre veteranos solo en 2021.

Una cacería humana sin precedentes en la región

Actualmente hay una recompensa de $7,500 por información que conduzca a su captura. Las fuerzas del orden han extendido la búsqueda hacia los bosques y zonas montañosas donde Brown solía cazar cuando era joven. Sin embargo, la operación es compleja: muchos agentes deben atender sus responsabilidades cotidianas por tratarse del pico de la temporada turística en Western Montana.

La estrategia de búsqueda incluye drones, patrullas montadas, rastreo con perros y vigilancia aérea. No obstante, aún con estas herramientas tecnológicas y el despliegue de decenas de oficiales, el sospechoso no ha podido ser localizado desde el viernes, cuando fue visto por última vez.

¿Qué podemos aprender de todo esto?

El caso de Michael Paul Brown debería servir como llamada de atención urgente. No sólo se trata de una tragedia puntual, sino de un síntoma más de un problema mayor: la desatención crónica a la salud mental en Estados Unidos, especialmente entre sus excombatientes.

Este tipo de situaciones se repite en diversas localidades. El distrito de Columbia declaró en su informe 2023 que entre el 30% y 40% de las personas sin hogar que son arrestadas por delitos menores en la capital son veteranos de guerra. En muchos casos, su conducta errática tiene origen en PTSD (trastorno de estrés postraumático), depresión o esquizofrenia no tratada.

¿Qué sigue para Anaconda y para el resto del país?

Lo más inmediato, por supuesto, es la captura segura de Brown. Pero más allá de eso, urge una revisión de las políticas de evaluación psicológica post-servicio en las Fuerzas Armadas. Asimismo, los recursos para atención mental deben ser impulsados no sólo como un bien social, sino también como una asignación de seguridad nacional.

Y aunque Montana tenga una reputación de estado autosuficiente y rural, eso no debería impedir que acceda a infraestructura y financiamiento para salud mental. La soledad no puede seguir siendo el precio a pagar por la defensa de una bandera.

En un país donde afirmamos que “apoyamos a nuestras tropas”, deberíamos empezar por apoyar a nuestros veteranos cuando regresan, no sólo con medallas, sino con atención médica, psicológica y humana.

Mientras tanto, en Anaconda, la vida continúa pausada, en silencio y con las luces apagadas más temprano de lo habitual. Porque cuando un enfermo mental armado y entrenado puede acechar entre los árboles, el miedo se vuelve parte del paisaje.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press