¿Redes políticas o manipulación del mapa electoral? El conflicto entre California y Texas por el control del Congreso
Demócratas en California quieren redibujar distritos para ganar hasta 48 escaños en la Cámara, en respuesta al avance republicano en Texas
La guerra de los distritos: una batalla que podría inclinar la balanza del poder en EE.UU.
En Estados Unidos, cada década es testigo de movimientos políticos que, bajo el pretexto de la representatividad, modifican el mapa electoral del país. Y ahora, en 2025, esta dinámica está adquiriendo un matiz particularmente crudo: California y Texas, estados que representan polos opuestos del espectro político, están enfrascados en una controversia de rediseño geográfico-electoral que podría alterar el equilibrio del Congreso. Esta es una historia de estrategias partidistas, de poder institucional, y de la fragilidad misma del sistema democrático estadounidense.
California responde al "gerrymandering" de Texas
En lo que puede interpretarse como un contraataque político, los demócratas en California están considerando un nuevo mapa electoral que, de llevarse a cabo, podría quitarle hasta cinco escaños a los republicanos en la Cámara de Representantes, elevando la cifra demócrata de los actuales 43 a unos potenciales 48 de los 52 escaños del estado.
La motivación es clara y directa: una respuesta a la estrategia texana, donde los republicanos están redibujando distritos legislativos para reforzar su control, especialmente con vistas a las elecciones legislativas de 2026. El gobernador californiano Gavin Newsom, ha dicho que su estado no permitirá que “la democracia se desgaste” por decisiones partidistas unilaterales en otros territorios.
¿Dónde están los cambios más profundos?
El borrador actual del plan (que aún necesita ser aprobado tanto por los legisladores como por los votantes) afectaría especialmente a cinco congresistas republicanos: Ken Calvert, Darrell Issa, Kevin Kiley, David Valadao y Doug LaMalfa. Todos ellos representan distritos donde la proporción de votantes conservadores podría reducirse mediante ajustes en las fronteras distritales que integrarían áreas con mayor densidad de votantes demócratas.
Además, se busca fortalecer a los demócratas en zonas disputadas como el condado de Orange, el condado de San Diego y el Valle Central, bastiones mixtos y estratégicos donde los márgenes entre partidos han sido históricamente ajustados.
El antecedente: la Comisión Independiente de Redistribución
La iniciativa de los demócratas californianos podría enfrentar un obstáculo importante: la voluntad popular expresada hace más de una década en favor de la despolitización del proceso de redistribución. En 2010, tras años de acusaciones cruzadas de "gerrymandering" (la manipulación partidaria del trazado de distritos), los votantes californianos aprobaron la creación de una Comisión Ciudadana Independiente que se encargaría de manera no partidista de la redistribución de distritos.
Pero ante las acciones de Texas, y lo que muchos consideran un nuevo ciclo de manipulación con fines partidistas, Newsom y sectores progresistas dentro del Partido Demócrata están presionando para intervenir nuevamente desde la Legislatura estatal. Incluso ha propuesto convocar una elección especial para principios de noviembre para que los ciudadanos decidan sobre el nuevo mapa. “California no se quedará con los brazos cruzados mientras otros destruyen la democracia”, dijo el gobernador esta semana.
¿Y qué pasa en Texas?
Texas, de tendencia republicana, ha liderado esfuerzos similares para fortalecer su presencia legislativa en la Cámara. Durante 2023 y 2024, legisladores republicanos del estado reconfiguraron varios distritos para asegurar más escaños, y lo hicieron reduciendo la fuerza del voto latino en diversas áreas urbanas, según denuncias de varios grupos de derechos civiles.
Según el Brennan Center for Justice, Texas ha sido el epicentro de múltiples demandas legales relacionadas con la redistritación desde 2010. En 2022, un juez federal encontró que algunos mapas propuestos reducían ilegalmente el poder de voto de comunidades negras y latinas, pero los cambios se aplicaron de todos modos, bajo apelaciones que aún no se han resuelto completamente.
Ahora, California parece adoptar la controversial lógica de "si ellos lo hacen, nosotros también". Se trata de una escalada en la guerra política sobre los mapas legislativos, en la que ambos partidos abandonan progresivamente el argumento moral por el pragmatismo del poder.
¿Un nuevo ciclo de gerrymandering nacional?
Más allá de los casos específicos de California y Texas, muchos analistas advierten que estamos ante un nuevo ciclo nacional de gerrymandering con consecuencias profundas para la democracia estadounidense. Desde 2010, más de 25 estados han aprobado cambios que alteran los mapas electorales, y 78% de ellos han sido impulsados por legislaturas dominadas por un solo partido.
Según un análisis de FiveThirtyEight, el rediseño de distritos realizado por los republicanos en 2021 les aseguró al menos 15 escaños adicionales en la Cámara, incluso si el voto popular no crecía significativamente. Ese mismo informe destaca que los mapas actuales podrían estar diseñados para mantener al menos una ventaja estructural del 5% en favor del partido dominante, una cifra que puede ser decisiva en elecciones cerradas.
Reacciones encontradas que reflejan una polarización profunda
Las propuestas en California no han pasado desapercibidas. La congresista republicana Michelle Steel criticó la medida como una "traición al pueblo californiano", argumentando que “los votantes ya votaron para sacar la política del dibujo de distritos, y ahora los demócratas quieren retomar ese poder por ventajas partidistas”.
Por su parte, defensores progresistas como la activista Dolores Huerta han apoyado la medida al considerarla “una respuesta proporcional frente al avance autoritario de estados como Texas, que están suprimiendo el voto de las comunidades latinas y negras”.
En medios conservadores como Fox News se ha presentado esta propuesta como un intento descarado de amañar las elecciones. Sin embargo, en redes sociales y medios progresistas como Vox o Mother Jones, la narrativa dominante es otra: “si no peleas con las mismas reglas, pierdes el país”.
Posibles resultados y una mirada al futuro
Si esta propuesta logra avanzar y es aprobada por los votantes en noviembre, los demócratas podrían alcanzar una supermayoría de hasta 48 escaños en California. Eso minimizaría drásticamente las oportunidades del Partido Republicano en el estado más poblado de la nación y podría influir poderosamente en las presidenciales y legislativas de 2026.
Pero también abre una peligrosa puerta: la de justificar el gerrymandering “por el bien mayor”. Este argumento, aunque tentador para quienes ven a su oponente como un peligro existencial, podría erosionar las bases institucionales construidas tras largas décadas de avances democráticos.
Como dijo el politólogo Thomas Mann en una entrevista reciente con The Atlantic: “El gerrymandering no conoce ideologías. Solo le interesa consolidar poder, y finalmente destruye los sistemas que intenta proteger”.
La democracia estadounidense, como otras en el mundo, parece estar ahora reconfigurándose no solo por los votos, sino por los contornos de sus propios mapas.