Australia, China y la sombra del espionaje: ¿una nueva Guerra Fría silenciosa?

Una ciudadana china fue arrestada por presunta interferencia extranjera en Australia, revelando tensiones crecientes entre ambos países bajo las nuevas leyes de seguridad nacional.

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El incidente que sacudió Canberra

Una mujer ciudadana china y residente permanente en Australia fue arrestada recientemente en Canberra, acusada de actuar como agente encubierta para la Oficina de Seguridad Pública de China. Las autoridades australianas aseguran que la mujer recopiló información secreta sobre una rama local de la asociación budista Guan Yin Citta, un grupo que está prohibido en China continental. Su captura marca la tercera vez que se aplica la legislación australiana contra la interferencia extranjera desde su promulgación en 2018, y además es la primera ocasión en la que el objetivo fue la comunidad civil australiana.

Una ley poco invocada, pero con dientes afilados

Las leyes contra la interferencia extranjera de Australia fueron introducidas en 2018 con el objetivo de blindar su democracia ante injerencias maliciosas de gobiernos extranjeros. Con la acusación reciente, se evidencia que aquellas leyes no fueron solo una medida simbólica.

Stephen Nutt, Comisionado Asistente de la Policía Federal Australiana, declaró: “La interferencia extranjera es un crimen serio que socava la democracia y la cohesión social. Involucra conductas encubiertas, amenazantes o engañosas en nombre de un ente extranjero”.

En caso de ser encontrada culpable, la acusada arriesga hasta 15 años de prisión.

Guan Yin Citta y su controversial presencia

La organización Guan Yin Citta, de orientación budista y creada por el maestro Lu Jun Hong —fallecido en 2021 en Sídney—, es vista con recelo en China, que la ha prohibido por considerarla una secta. Sin embargo, fuera de China, la asociación tiene presencia global bajo una fachada de espiritualidad, sanación y meditación.

Que una agrupación religiosa, aunque controversial, haya sido blanco de una operación de inteligencia china en suelo australiano plantea alarmantes preguntas sobre los límites que ciertos gobiernos están dispuestos a cruzar para vigilar a sus ciudadanos y organizaciones disidentes incluso fuera de sus fronteras.

Precedentes que refuerzan la narrativa

Antes de este caso, solo dos personas habían sido procesadas bajo estas leyes:

  • Di Sanh Duong, un empresario de Melbourne, fue condenado a 2 años y 9 meses de prisión por tratar de influenciar a un exministro federal en nombre de China.
  • Alexander Csergo, empresario de Sídney, enfrenta cargos tras supuestamente aceptar pagos de espías chinos por acceso a información clasificada. Él se declaró inocente.

Mike Burgess, director de la Organización Australiana de Inteligencia de Seguridad (ASIO, por sus siglas en inglés), apuntó: “Este tipo de interferencia extranjera es un asalto repugnante a los valores, libertades y soberanía de Australia”.

China y Australia: del comercio a la confrontación encubierta

Aunque los dos países han mantenido históricamente una estrecha relación comercial, el discurso geopolítico ha cambiado radicalmente en los últimos años.

La visita del actual primer ministro australiano Anthony Albanese a Beijing para reunirse con el presidente Xi Jinping formó parte de un intento reciente por normalizar las relaciones diplomáticas, que llegaron a uno de sus puntos más bajos bajo el mandato del ex primer ministro Scott Morrison, conocido por sus políticas pro-estadounidenses y por impulsar legislaciones como la mencionada ley contra la interferencia extranjera.

Sin embargo, incidentes como el reciente espionaje refuerzan la percepción de que una guerra fría silenciosa se está desarrollando entre ambas naciones.

¿Una nueva práctica común de los regímenes autoritarios?

Lo que ocurre entre China y Australia no es un caso aislado. Diversos países occidentales han reportado estructuras encubiertas de influencia o espionaje en sus jurisdicciones que favorecen los objetivos políticos o económicos de potencias extranjeras.

Por ejemplo, Estados Unidos ha acusado repetidamente a China de mantener supuestos “policías secretos” en ciudades como Nueva York, supervisando a la diáspora china y disuadiendo posturas disidentes. Además, varios países europeos han emitido alertas similares.

Democracia bajo presión: El dilema de la libertad religiosa y la seguridad nacional

Interferencias como la señalada plantean una dolorosa interrogante para las democracias liberales: ¿hasta qué punto pueden proteger la pluralidad y la diversidad sin dejar grietas para que actores externos socaven su seguridad?

Las comunidades minoritarias, en especial aquellas con un pie en países autoritarios y otro en sociedades democráticas, como las comunidades chinas, tibetanas y uigures en el exilio, se ven particularmente vulnerables a ser blanco tanto de sospechas como de vigilancia.

Si bien proteger la seguridad nacional es tarea esencial, también lo es garantizar que la comunidad no sea objeto de persecución masiva o xenofobia alimentada por el miedo.

Una advertencia global

Este caso es apenas la punta del iceberg. Lo que se percibe es que las estrategias de injerencia han evolucionado. Ya no se trata solo del clásico espionaje militar o industrial, sino de métodos que penetran tejido social, académico, religioso y empresarial.

El gobierno australiano ha dado una señal clara: no tolerará la injerencia extranjera en su democracia. Sin embargo, las consecuencias diplomáticas podrían ser complejas. El silencio hasta el momento de la embajada china en Canberra deja entrever un prudente distanciamiento por parte del gigante asiático, quizás esperando que el asunto se diluya entre los árboles del bosque geopolítico.

¿Y ahora qué?

Este incidente puede ser un catalizador para que otros gobiernos revisen su legislación y su preparación en materia de contrainteligencia. Como ejemplo, Canadá, Alemania y Países Bajos ya han endurecido sus marcos legales en años recientes tras denuncias de interferencias similares.

La batalla por el corazón de las democracias se da cada vez más en silencio, en reuniones oscuras, en pagos digitales y en dispositivos de almacenamiento, no en campos de batalla abiertos. Y si no se toman medidas, lo que hoy parece excepcional puede convertirse en la norma.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press