Demócratas en fuga: la batalla legislativa en Texas que podría redibujar el mapa político de EE. UU.
Una guerra de quórums, amenazas judiciales y estrategias desesperadas en el épico enfrentamiento entre legisladores demócratas y el gobernador republicano Greg Abbott en torno a la redistribución de distritos
La política texana entra en modo de crisis
Texas ha protagonizado muchas veces algunos de los episodios más intensos de la política estadounidense, pero lo que actualmente ocurre en su legislatura estatal parece sacado de un guión cinematográfico. Decenas de legisladores demócratas texanos han abandonado el estado en un intento desesperado por bloquear una votación crucial sobre la redistribución de distritos para la Cámara de Representantes de los EE. UU., una maniobra que amenaza con redefinir el panorama electoral hasta las elecciones de mitad de período de 2026.
La estrategia: negar el quórum. De los 150 miembros de la Cámara de Representantes estatal, se necesita un mínimo de 100 para poder realizar negocios legislativos. La desbandada de los demócratas ha impedido que los republicanos, mayoría numérica, consigan seguir la agenda marcada. Esto ha encendido los ánimos del gobernador Gregg Abbott y sus aliados del Partido Republicano, quienes han amenazado con multas, arrestos e incluso destituciones.
¿Qué está en juego? El corazón de la democracia electoral
El motivo del conflicto es nada menos que el control político de Texas, y por extensión, el control de la Cámara de Representantes federal. Los nuevos mapas distritales en cuestión son favorecidos por el expresidente Donald Trump y podrían consolidar el dominio republicano en el estado al diluir el impacto del voto demócrata mediante una técnica bien conocida: el gerrymandering.
Pero, ¿qué es el gerrymandering? Es la manipulación de los límites de los distritos electorales para beneficiar al partido en el poder. De hecho, en 2019, el Tribunal Supremo de EE. UU. dictaminó que aunque el gerrymandering partidista es desagradable, no es inconstitucional, dejando la puerta abierta a maniobras como la que se está produciendo ahora en Texas.
Una táctica que no es nueva, pero sí arriesgada
Los demócratas de Texas ya recurrieron a esta estrategia en 2021, cuando también abandonaron el estado para evitar una votación sobre cambios restrictivos a las leyes electorales. Entonces lo hicieron rumbo a Washington, D.C., donde fueron recibidos con cierto fervor por líderes nacionales del partido. Sin embargo, el resultado práctico fue limitado: eventualmente regresaron y las leyes fueron aprobadas.
Ahora, sin embargo, el momento político es más cargado. Trump ha anunciado que buscará regresar a la presidencia en 2028, y uno de sus principales escuderos a nivel estatal es Abbott. Los mapas electorales propuestos buscan consolidar mayorías garantizadas en distritos clave para que los republicanos puedan asegurar más escaños en la Cámara sin depender del voto popular en su totalidad.
Para ponerlo en perspectiva: según datos del Brennan Center for Justice, en algunos estados como Carolina del Norte y Wisconsin, los republicanos han asegurado alrededor del 60% a 65% de los escaños en cámaras estatales a pesar de obtener menos del 50% del voto popular. Texas no quiere quedarse atrás.
"Come and Take It": la resistencia en su máximo esplendor
Lejos de acobardarse ante las amenazas de Abbott, los demócratas han adoptado una postura desafiante. Algunos llevan camisetas que dicen Come and Take It, un lema célebre de la Revolución de Texas que ahora usan como gesto de resistencia política. Uno de los líderes del movimiento, el representante estatal Chris Turner, dijo:
“No vamos a permitir que se manipule nuestra democracia. Estamos dispuestos a asumir las consecuencias con tal de impedir un golpe a la representatividad.”
La amenaza más preocupante proviene de Abbott, quien ha mencionado su intención de aprobar legislación que permita encarcelar o incluso destituir a los legisladores ausentes. Legalmente, esto plantea un dilema constitucional: ¿puede un gobierno estatal forzar físicamente a legisladores a regresar y votar? La Constitución de Texas permite arrestar a miembros ausentes para forzar el quórum, pero la ejecución práctica de esta ley es extremadamente compleja si los políticos huyen a otras jurisdicciones fuera del estado.
Del Parlamento de Texas al escenario nacional
Este conflicto no es simplemente una riña local. Lo que sucede en Texas puede tener repercusiones nacionales directas. En 2022, cuando se produjo una redistribución similar, el Partido Republicano ganó 3 escaños adicionales en Texas que fueron atribuidos directamente al cambio de mapas. Más aún, en 2026, cuando se celebren las elecciones intermedias, estos nuevos distritos podrían inclinar la balanza en una Cámara de Representantes que hoy está sumamente dividida.
Muchos expertos políticos consideran que esta batalla en Texas es el “modelo” que se podría replicar en otros estados con divisiones partidarias intensas como Georgia, Florida o Arizona. En palabras del profesor de ciencia política de la Universidad Rice, Mark Jones:
“Esto no es solo un problema texano; es una radiografía del colapso de los mecanismos tradicionales de gobernabilidad en EE. UU.”
El papel de Trump: un viejo protagonista con nuevas estrategias
La presencia de Trump en esta historia es innegable. Aunque no tiene un cargo oficial en Texas, sus aliados estatales están presionando para garantizar que el nuevo mapa refleje una mayoría impermeable a desafíos electorales. Además, Trump ha impulsado acciones legales para eliminar restricciones que dificulten la consolidación de estos mapas, argumentando que “el pueblo estadounidense necesita saber que se escuchará su voz sin manipulación de la izquierda radical”.
Para muchos, esto es una contradicción, dado que el gerrymandering favorece la manipulación del voto por parte del partido en el poder. Pero el discurso encuentra eco en una base republicana que siente que en zonas urbanas como Houston, Austin o Dallas, el voto conservador no se ve recompensado.
¿Qué sigue? El reloj político avanza
Abbott ha fijado el lunes como fecha límite para que los demócratas regresen, momento en que se espera una votación sobre los nuevos mapas. Si no lo hacen, las consecuencias podrían ser sin precedentes. Arrestos simbólicos, multas de hasta $500 diarios por inasistencia y órdenes judiciales son algunas de las opciones sobre la mesa.
Pero incluso si los demócratas regresaran, el daño institucional ya está hecho: una cámara legislativa incapaz de debatir, cooperación partidaria inexistente, y una gobernabilidad cada vez más frágil. Sumado a ello, esta situación pone en jaque la percepción internacional del sistema democrático estadounidense.
Mientras tanto, organizaciones civiles como Common Cause Texas y League of Women Voters han iniciado campañas para educar a la población sobre el impacto de los distritos manipulados. El mensaje es claro: si el sistema no representa al pueblo, el pueblo debe lucharlo.
Y así, en pleno siglo XXI, Texas revive su espíritu de combate. Pero esta vez, la batalla no se libra con rifles ni cañones, sino con mapas distritales, legalismos y vuelos interestatales.