El misterioso exterminio de las estrellas de mar: cómo una bacteria cambió el ecosistema del Pacífico
Tras una década de investigación, los científicos descubren al culpable de una epidemia marina que arrasó con millones de estrellas de mar y causó un colapso ecológico en la costa oeste de América del Norte
Un crimen ecológico sin resolver... hasta ahora
Desde el año 2013, un fenómeno desconcertante azotó las costas del Pacífico de América del Norte: una masiva y devastadora mortalidad de estrellas de mar. Más de 5 mil millones de individuos desaparecieron en una década. Hasta hace poco, los científicos aún no sabían con certeza qué provocó esta tragedia ecológica, considerada una de las peores epidemias marinas registradas en la historia moderna.
Ahora, tras diez años de investigaciones meticulosas, falsos indicios y múltiples estudios fallidos, un equipo científico internacional liderado por el Instituto Hakai de Canadá y publicado en la revista Nature Ecology and Evolution ha identificado finalmente al culpable: una bacteria llamada Vibrio pectenicida.
¿Qué es la enfermedad que arrasó con más de 20 especies?
La enfermedad tiene un nombre tan gráfico como devastador: síndrome de desgaste de la estrella de mar (Sea Star Wasting Disease o SSWD, por sus siglas en inglés). Fue catalogada por primera vez en 2013 y su efecto sobre las estrellas es terrible.
Alyssa Gehman, ecóloga de enfermedades marinas del Instituto Hakai, describe el proceso: “Las estrellas de mar saludables tienen brazos gorditos y extendidos. Pero esta enfermedad les causa lesiones que se expanden rápidamente. Después sus brazos literalmente se desprenden del cuerpo antes de morir”.
El impacto más brutal lo sufrió la especie Pycnopodia helianthoides, comúnmente conocida como la estrella de mar girasol. Esta especie espectacular —que puede tener hasta 24 brazos y alcanzar un metro de diámetro— vio reducida su población en un alarmante 90% en apenas cinco años.
Una investigadora del Instituto Hakai estudia estrellas de mar girasol en la costa central de Columbia Británica en 2023. (Bennett Whitnell/Hakai Institute)
Una investigación digna de detectives marinos
Inicialmente, los científicos sospechaban de un virus —un densovirus— como agente causal. Sin embargo, estudios posteriores revelaron que este virus forma parte del microbioma natural de muchas estrellas sanas. Entonces, ¿por qué morían en masa?
Melanie Prentice, coautora del estudio, explicó que muchos intentos anteriores analizaron tejidos de ejemplares muertos, olvidando una fuente vital de información: el fluido celómico, un líquido que rodea los órganos internos del equinodermo. Y fue precisamente allí donde finalmente encontraron al culpable: Vibrio pectenicida, una bacteria que también infecta moluscos bivalvos como las vieiras.
¿Por qué esta bacteria ha sido tan letal?
Según el estudio publicado, la bacteria entra al cuerpo de la estrella y utiliza el sistema inmunológico del animal en su contra, provocando una respuesta inflamatoria extrema. Es como un sabotaje interno. El cuerpo de la estrella colapsa desde dentro, sus brazos se caen y muere rápidamente.
Blake Ushijima, microbiólogo de la Universidad de Carolina del Norte en Wilmington, calificó la labor de los científicos de “realmente inteligente y significativa”, destacando la dificultad de rastrear enfermedades ambientales en ecosistemas marinos.
Consecuencias ecológicas: el colapso del bosque submarino
La desaparición masiva de las estrellas de mar, y en especial de la voraz estrella girasol, ha generado un desequilibrio devastador.
Estas estrellas controlaban una especie específica: el erizo de mar púrpura, cuyo crecimiento descontrolado ha eliminado vastas extensiones de bosques de kelp (algas gigantes) en la costa del Pacífico norteamericano.
El daño es crítico:
- En California del Norte, el 95% del bosque de kelp ha desaparecido desde 2013.
- Estas algas funcionaban como hábitats para nutrias marinas, peces, pulpos y focas.
- También absorbían dióxido de carbono y regulaban la temperatura del océano.
Es decir, el colapso causado por una bacteria ha generado un efecto dominó destructivo para la biodiversidad marina del Pacífico Norte, alterando cadenas tróficas enteras.
¿Podemos revertir el desastre?
Sí. Con el conocimiento de la causa, por fin se abren caminos de recuperación.
Las estrellas aún existentes pueden ser analizadas y seleccionadas para buscar resiliencia inmunológica. Podría iniciarse —como sugiere tu equipo— un programa de reproducción en cautiverio para reintroducirlas luego en zonas donde desaparecieron.
Los científicos también estudian el uso de probióticos que aumenten la inmunidad contra esta bacteria, o identificar poblaciones con resistencias naturales que aseguren la supervivencia de la especie.
Rebecca Vega Thurber, microbióloga marina de la Universidad de California en Santa Bárbara, compara los bosques de kelp con “los bosques tropicales del océano”, subrayando su vital importancia.
Un llamado de atención más allá de las estrellas de mar
Este caso emblemático refleja a la perfección cómo la salud de un solo grupo animal —a menudo ignorado como las estrellas de mar— puede tener consecuencias ecológicas gigantescas. Al eliminar a un superdepredador del ecosistema marino, la biodiversidad entera colapsa a su alrededor, como una torre de Jenga que pierde su base.
La solución no sólo depende de restaurar poblaciones animales, sino también de proteger la salud de los océanos: menos contaminación, control de especies invasoras y políticas más efectivas de conservación.
En palabras de Gehman: “Las estrellas girasol parecen inofensivas, pero devoran casi todo lo que vive en el fondo del océano. Sin ellas, el equilibrio desaparece”.
Naturaleza y humanidad: entre el asombro y la responsabilidad
Cuando pensamos en catástrofes ecológicas solemos imaginar incendios, petroleras y derrames tóxicos. Pero esta historia de silenciosa devastación bacteriana nos recuerda que incluso los cambios microscópicos pueden tener consecuencias colosales.
La ciencia ha hecho su parte al identificar al asesino. Ahora le toca a la humanidad decidir si reparará los daños que ha permitido —tal vez sin saberlo— o si la tragedia de las estrellas marinas será sólo una advertencia más ignorada en el camino al colapso climático y ecológico.