La batalla por un mundo sin plásticos: ¿Un tratado vinculante o una oportunidad perdida?

Entre producción desbocada y catástrofes ecológicas, los países deciden el futuro de la era plástica

GINEBRA – Mientras el mundo lidia con los estragos del cambio climático, una crisis silenciosa —pero igualmente devastadora— cierne su sombra sobre cada rincón del planeta: la contaminación por plásticos. Este mes, representantes de más de 170 países se reúnen por sexta vez, con la ambiciosa meta de cerrar un tratado vinculante que ponga fin a la plaga plástica que amenaza los ecosistemas, la salud humana y la economía global.

La cumbre, celebrada en Ginebra, no es una reunión más. Es “la última oportunidad real de hacer lo correcto”, según Angelique Pouponneau, negociadora principal en temas oceánicos de las naciones insulares en desarrollo. Su mensaje resonó como un grito de auxilio más que como una frase diplomática: “El tratado debe suceder. Y debe ser ambicioso.”

La dimensión del problema: cifras que alarman

Entre 19 y 23 millones de toneladas de residuos plásticos acaban cada año en ecosistemas acuáticos, contaminando desde ríos hasta el océano Ártico. ¿El futuro? Si no se toman medidas urgentes, esa cifra podría aumentar en un 50% para 2040, advierte el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Actualmente, el mundo produce más de 400 millones de toneladas de plásticos nuevos anualmente, y esta cifra podría crecer hasta un 70% en los próximos 15 años. De ellos, menos del 10% se recicla de forma efectiva.

Punto de fractura: ¿reducir la producción o reciclar más?

El debate más candente de la cumbre gira en torno a una disyuntiva fundamental: ¿debemos disminuir la producción de plásticos o basta con mejorar el reciclaje y la gestión de residuos?

  • Países como Arabia Saudita, Irán y Estados Unidos rechazan limitar la producción, argumentando que el foco debe estar en la reciclabilidad, reutilización y mejoras tecnológicas.
  • Más de 100 naciones, incluyendo Panamá, Chile y Francia, exigen un control desde la raíz: reducir la fabricación de plástico y eliminar aditivos tóxicos.

Debbra Cisneros, negociadora panameña, fue clara: “Atacar sólo el final del ciclo del plástico es como secar un piso inundado sin cerrar el grifo”.

Empresas con posturas divididas

Unos 300 gigantes globales —entre ellos Coca-Cola, PepsiCo, Walmart y L’Oréal— se han unido a una coalición que apoya una reducción progresiva en la producción plástica. ¿La razón? Un tratado mundial uniforme evitaría regulaciones fragmentadas que afectan su modelo de negocio.

Por otro lado, la industria petrolera y de plásticos, encabezada por empresas como LyondellBasell o el Consejo Mundial del Plástico, sostiene que limitar la producción subiría los costos y sería perjudicial para la economía. Tracey Campbell, vicepresidenta en LyondellBasell, sugiere empezar por aspectos menos polémicos como el rediseño de productos y el financiamiento del reciclaje.

Estados Unidos: jugando a dos bandas

La posición estadounidense genera frustración entre ambientalistas. Washington se opone a cualquier límite global a la producción de plásticos o la prohibición de ciertos aditivos químicos.

El Departamento de Estado expresó que “el tratado debe centrarse en reducir la contaminación, pero reconoce que los plásticos cumplen funciones esenciales en nuestras economías”. Una declaración que evidencia la presión ejercida por industrias poderosas.

Una oportunidad peligrosa: el consenso como obstáculo

Para que cualquier disposición entre en el tratado, debe existir consenso entre todas las partes. No es de extrañar que India, China, Arabia Saudita y Estados Unidos bloqueen propuestas de alto impacto como el límite a la producción.

Algunas naciones proponen que ciertas cláusulas sean optativas (opt-in/opt-out), una medida que provocó rechazo entre grupos ambientalistas. “Un tratado sin dientes es como un bote con agujeros: no servirá de nada”, sentenció Bjorn Beeler, de la International Pollutants Elimination Network.

Voces desde la sociedad civil: escuchar a los verdaderos afectados

Cientos de activistas, científicos, delegados indígenas y comunidades afectadas viajaron hasta Ginebra para reclamar un tratado robusto. Entre ellos se encuentra Frankie Orona, director de la organización Society of Native Nations. Explicó cómo los pueblos originarios estadounidenses sufren directamente los efectos de la extracción de combustibles fósiles y la producción de plásticos, desde la contaminación del agua hasta afecciones respiratorias y endocrinas.

Greenpeace, por su parte, exige una reducción del 75% en la producción de plásticos para 2040. “No vamos a reciclar nuestra salida del problema”, advierte Graham Forbes, su representante en las negociaciones.

Plasticowoodstock: arte al servicio del activismo

Frente al edificio de la ONU en Ginebra, el artista canadiense Benjamin Von Wong instaló una escultura de seis metros de altura titulada “The Thinker’s Burden”. Inspirada en El Pensador de Rodin, la obra muestra al icónico pensador ahogado en desechos plásticos.

“Intento representar el peso que esta crisis le impone al ser humano y al planeta”, explicó Von Wong. La instalación se ha convertido en símbolo del evento y punto de encuentro para manifestaciones pacíficas.

¿Qué sigue? Posibles escenarios

Del 4 al 14 de agosto, los delegados trabajarán 10 días seguidos en la redacción del potencial tratado. Esta es la ronda más extensa hasta ahora. Los escenarios van desde el optimismo prudente —un punto medio con compromisos escalonados— hasta el pesimismo pragmático: una declaración sin compromisos reales y múltiples excepciones.

  • Escenario 1: Un tratado vinculante con reducción de producción, rediseño obligatorio de productos, y metas claras de reciclaje y financiamiento global.
  • Escenario 2: Un tratado limitado que prioriza educación ambiental, gestión de residuos y reciclaje, sin tocar el tema de producción.
  • Escenario 3: Un texto simbólico con provisiones optativas, sin poder coercitivo ni implementación estandarizada.

Los activistas temen que si el tratado no ataca el meollo —el exceso de producción— será una oportunidad perdida. “Es ahora o nunca”, concluyó Angelique Pouponneau.

La economía del desastre: cuánto cuesta la contaminación plástica

Además de dañar la salud y la biodiversidad —1 millón de aves marinas y 100,000 mamíferos marinos mueren cada año por ingerir plástico, según WWF—, la contaminación plástica representa un golpe económico colosal: más de 260 mil millones de dólares anuales en costos ambientales y sociales, de acuerdo al Banco Mundial.

“Limitar la producción no es un lujo verde. Es un imperativo económico, sanitario y ético”, arrojó un informe reciente del Centro para el Derecho Ambiental Internacional.

¿Quién ganará la batalla final del plástico?

Los próximos días serán cruciales. El futuro de los océanos y de millones de seres humanos dependerá de si los negociadores priorizan la ciencia o los intereses comerciales.

Un tratado robusto y vinculante puede marcar el inicio del fin de la era plástica. Uno débil, por el contrario, sellaría la tragedia para las próximas generaciones. Como advirtió Graham Forbes: “No necesitamos excusas. Necesitamos coraje político. El planeta no puede esperar más.”

Este artículo fue redactado con información de Associated Press