La erradicación de la polio: entre el heroísmo de los trabajadores y las sombras del fracaso
Un análisis profundo de cómo una de las campañas de salud global más ambiciosas enfrenta obstáculos críticos en Pakistán y Afganistán
Un objetivo ambicioso, una realidad compleja
El intento global de erradicar la poliomielitis, iniciado oficialmente en 1988 con el respaldo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y socios internacionales, es una de las campañas de salud pública más costosas y ambiciosas en la historia: más de 20.000 millones de dólares gastados, casi todos los países involucrados y 3.000 millones de niños vacunados.
Sin embargo, a 36 años del inicio de esta cruzada casi heroica, los resultados aún están lejos del objetivo: Pakistán y Afganistán siguen siendo los únicos países donde el virus salvaje de la polio nunca ha dejado de circular.
¿Qué salió mal? ¿Por qué se ha fallado repetidamente, incluso cuando en 2021 sólo se reportaron cinco casos en total? Vamos a desentrañar los múltiples factores que han convertido a este sueño de erradicación en una pesadilla crónica.
Las voces desde el campo: los trabajadores de la primera línea
Sughra Ayaz lleva diez años caminando por los rincones de Pakistán con una mochila, marcando dedos de niños con tinta negra para demostrar que han recibido la vacuna oral contra la polio. Pero confiesa que muchas veces debe pintar dedos sin haber administrado la dosis.
“En muchos lugares, nuestro trabajo no se hace con honestidad”, afirma Ayaz. Y sus palabras son apenas la punta del iceberg: refrigeradores que no funcionan, frascos que ni siquiera se entregan, listas de vacunados falsificadas, y personal sin formación técnica entregando vacunas ineficazmente.
Un informe interno de la OMS publicado en 2017 reveló fallos sistémicos en las campañas de vacunación en Afganistán, incluyendo la selección de voluntarios analfabetos o menores de edad como vacunadores. En una región de Nawzad, por ejemplo, no se visitaron más de 250 hogares, y los líderes tribales dijeron no haber visto a vacunadores por al menos dos años.
Dosis de realidad: el dilema de la vacuna oral
La principal herramienta de la erradicación ha sido la vacuna oral contra la polio (OPV), una forma de virus debilitado que ha sido eficaz y barata. Pero incluso este pilar está ahora bajo cuestionamiento.
En raras ocasiones, puede desencadenar brotes del propio virus de la vacuna. Según datos mundiales, se estima que uno de cada 2,7 millones de niños que reciben su primera dosis de OPV podría quedar paralizado por el virus vacunal. Además, desde que se eliminó la cepa tipo 2 en 2016 del esquema de inmunización, ocurrieron rebotes en más de 40 países y 3.000 niños fueron paralizados por cepas derivadas de esa vacuna.
El dilema: no se puede prescindir todavía de la OPV porque no existen suficientes dosis inyectables, más seguras, más caras y más difíciles de administrar.
Una campaña encallada por errores estratégicos
Cada año tiene su propia meta de erradicación, y cada año ha fracasado de manera predecible: desde 2012 el programa ha perdido al menos seis fechas límite, recalculando su estrategia sin corregir los problemas estructurales que se repiten como un mantra.
- Falsificación sistemática de estadísticas.
- Presión sobre los trabajadores para marcar como vacunados a niños no inmunizados.
- Falta de vigilancia de calidad y formación.
- Predominio de estrategias obsoletas frente a nuevos desafíos culturales y sociales.
“Continuar ciegamente con las mismas estrategias de siempre no conducirá a un resultado distinto”, advierte el Dr. Zulfiqar Bhutta, experto en salud global que ha servido como asesor para la Fundación Gates y la OMS.
Pakistán y Afganistán: los últimos bastiones del virus
Ambos países comparten fronteras, conflictos religiosos e históricos que avivan la desconfianza hacia Occidente. Desde 1990, más de 200 trabajadores de vacunación y sus escoltas han sido asesinados por militantes que ven los programas como parte de una intervención foránea.
Y hay sobrada razón para esa desconfianza: en 2011, la CIA organizó una campaña de vacunación falsa contra la hepatitis en Abbottabad para recolectar ADN y confirmar la presencia de Osama bin Laden. Desde entonces, muchas comunidades asocian toda campaña con espionaje, esterilidad y enfermedad.
“Polio se ha convertido en símbolo del abandono estatal”, indica la académica Svea Closser de la Universidad Johns Hopkins. “La gente percibe que se protege más a los niños contra un virus raro que de enfermedades comunes como el sarampión o la tuberculosis.”
Presupuesto millonario, resultados inciertos
Con una inversión anual que ronda los 1.000 millones de dólares, la Iniciativa Global para la Erradicación de la Poliomielitis (GPEI) enfrenta presiones para justificar su enorme gasto. El propio exjefe del programa de investigación de polio en la OMS, Roland Sutter, reconoció que sólo en Pakistán se han gastado más de $1.000 millones en cinco años “sin lograr progreso real”.
Los países donantes también comienzan a mostrar signos de agotamiento. Estados Unidos ha recortado su participación financiera en respuesta al estancamiento de resultados, lo cual amenaza la sostenibilidad del programa.
Para muchos expertos en salud global, toda esta maquinaria carece de un elemento esencial: rendición de cuentas. “No hay control gerencial”, dijo el Dr. Tom Frieden, exdirector de los CDC en EE. UU., “sin cambios profundos, no será posible erradicar la enfermedad”.
El heroísmo invisible del personal de campo
Mientras tanto, resistiendo amenazas y temperaturas extremas, promotores de salud como Ayaz intentan cada día vacunar a niños que tropiezan con pobreza, supersticiones y violencia.
“Nos gritan, nos echan, a veces nos pegan”, señala una vacunadora afgana que pidió anonimato por temor a represalias. “Sabemos que muchos de estos niños podrían depender de nosotros para no quedar paralíticos, pero no nos escuchan.”
Quizás lo más trágico es que cuando Ayaz y sus colegas marcan falsamente dedos, no sólo mienten por presión institucional. Lo hacen, también, por una dolorosa impotencia. Porque saben que si no hay cambio desde arriba, su valentía diaria seguirá siendo una lucha estéril.
¿Qué se necesita realmente?
Un consenso empieza a formarse: la erradicación de la polio ya no es solo una guerra biológica, sino también social, política y ética. Se requiere mucho más que vacunas:
- Restablecer la confianza comunitaria rota con presencia genuina del sistema de salud.
- Reevaluar el uso de la vacuna oral según los contextos locales.
- Garantizar transparencia y combate a la corrupción institucional.
- Empoderar a las mujeres vacunadoras con apoyos reales y protección.
Como dijo el experto en salud pública Scott Barrett de la Universidad de Columbia: “Hay que hacer una investigación pública. Hasta que eso no ocurra, será difícil confiar en las autoridades que lideran este esfuerzo”.