Los gobernadores demócratas toman el protagonismo local ante un Congreso republicano
Con el gobierno federal controlado por los republicanos, ejecutivos estatales demócratas lideran iniciativas sociales, económicas y de equidad como respuesta activa a las políticas de Trump
Un poder emergente más allá de Washington
En un contexto federal dominado por los republicanos —con Donald Trump de nuevo en la presidencia y el Congreso bajo control conservador— los 23 gobernadores demócratas se han posicionado como fuertes contrapesos y figuras nacionales clave dentro de su partido. Lejos de resignarse al segundo plano, mandatarios como Gretchen Whitmer (Michigan), J.B. Pritzker (Illinois) y Wes Moore (Maryland) están aprovechando sus poderes estatales para cambiar el rumbo desde abajo.
La presidenta del Partido Demócrata en Carolina del Norte, Anderson Clayton, lo resume así: “queríamos escuchar a alguien que no solo se queje del Congreso, sino que gobierne de verdad”. Ella eligió a Pritzker, gobernador de Illinois, como orador principal en una convención estatal, ignorando a senadores y representantes con más visibilidad nacional. Esta decisión muestra el cambio estratégico dentro del partido: apostar por quienes demuestran resultados concretos.
Demócratas estatales: resistencias progresistas en territorios difíciles
La mayoría de estos gobernadores no gobierna estados plenamente azules. Andy Beshear (Kentucky) y Laura Kelly (Kansas) han sido reelegidos en estados en los que Trump ganó cómodamente. Eso no los ha detenido. Beshear ha expandido la cobertura de Medicaid y defendido los derechos reproductivos frente a legisladores hostiles. Kelly, por su parte, logró reducir y luego eliminar el impuesto a los alimentos en Kansas trabajando con mayorías republicanas.
Estos ejecutivos también se han convertido en los nuevos garantes del acceso al aborto luego del fallo de la Corte Suprema en 2022 que derogó Roe v. Wade. En estados como Arizona y Michigan, las gobernantes Katie Hobbs y Whitmer han liderado iniciativas legales y presupuestarias para asegurar que las clínicas sigan funcionando incluso con amenazas legislativas a nivel local y nacional.
Más allá del anti-Trumpismo: políticas con impacto
Para los gobernadores demócratas, oponerse a Trump no es suficiente. El enfoque es multidireccional: mostrar cómo sus políticas benefician a los ciudadanos comunes donde viven. Whitmer ha cancelado deudas médicas a miles de familias; Pritzker estableció un salario mínimo estatal de $15USD; y Moore promueve el desarrollo económico con una agenda radical de inclusión racial y tecnológica.
Jessica Mackler, presidenta de Emily’s List —organización que apoya a mujeres demócratas— lo explicó así: “los gobernadores están en la primera línea. Mientras en Washington todo se estanca, ellos son quienes aprueban leyes, distribuyen presupuestos y gestionan lo público”.
Un modelo para 2026… ¿y para 2028?
El éxito de estos mandatarios podría marcar las elecciones de medio término en 2026 y el rumbo presidencial en 2028. No es coincidencia que muchas de sus agendas hayan cruzado fronteras estatales en giras, visitas y alianzas regionales. El propio Pritzker ha visitado estados claves como Carolina del Norte y Arizona; mientras que Gavin Newsom (California) asumió un papel agresivo en debates nacionales con presencia en podcasts y plataformas digitales dirigidas a votantes republicanos desencantados.
Wes Moore, uno de los más jóvenes en el grupo con solo 46 años, ha sido enfático sobre la necesidad de entregas concretas: “La historia no tiene un solo líder. Hay muchos que pueden guiarnos con resultados”. Moore ha enfocado su mandato en reducción del crimen, bonos de infraestructura y programas de inclusión laboral para veteranos y jóvenes.
La conexión con los votantes: mucho más efectiva que en Washington
Uno de los mayores aprendizajes que estos gobernadores están dejando es que se puede ser demócrata sin depender de la centralización de Washington. Abigail Spanberger (Virginia) y Mikie Sherrill (Nueva Jersey), excongresistas que ahora buscan ser gubernaturas estatales, destacan la diferencia:
- “Como gobernadora, no puedo culpar a nadie. Me toca ejecutar” – dijo Sherrill.
- “No hay retórica que reemplace la necesidad de servicios públicos eficientes” – señaló Spanberger.
Y es que, como bien señala el estratega demócrata Bradley Beychok, en un partido sin líder claro después de perder la presidencia, el Senado y la Cámara de Representantes, los gobernadores son “lo único que ahora puede mostrarle al votante promedio que sus impuestos valen para algo”.
El precedente histórico del poder estatal
Es importante destacar que no es la primera vez que gobernadores señalan el camino presidencial. Bill Clinton pasó más de una década como gobernador de Arkansas antes de derrotar a George H. W. Bush en 1992. Antes que él, Ronald Reagan se sirvió de su popularidad como gobernador de California para conquistar la Casa Blanca en 1980. Y no podemos olvidar a Jimmy Carter, exgobernador de Georgia, quien triunfó en 1976 tras el escándalo del Watergate.
Las condiciones actuales permiten trazar un paralelismo. En tiempos de crisis institucional y polarización, gobernadores capaces, que muestren resultados directos en seguridad, economía y derechos civiles, podrían convertirse en presidenciables sólidos en 2028. Es probable que figuras como Whitmer, Pritzker, Moore o incluso Josh Shapiro (Pennsylvania, en su primer mandato) estén ya en la mira.
¿El futuro de los demócratas está fuera del Capitolio?
Tal vez el mayor aporte de los gobernadores en estos tiempos es demostrar que el partido aún sabe cómo gobernar, ejecutar, reformar y conectar con la gente común. Es cierto que los demócratas han sufrido derrotas en las urnas federales, pero han ganado terreno en consejos estatales, fiscalías y oficinas regionales. Solo un gobernador demócrata ha perdido su reelección desde 2018, y muchos están siendo reelegidos con amplios márgenes en territorios desfavorables.
Este fenómeno parece marcar una tendencia: la reconfiguración de la estrategia demócrata hacia lo local, lo concreto y lo ejecutable. En tiempos de ruido ideológico, las acciones tangibles pesan más que los discursos. Es muy posible que el 2026 marque un antes y un después en la arquitectura política de Estados Unidos, y todo apunta a que serán los gobernadores quienes porten la bandera del cambio.