Tensión en la frontera entre Tailandia y Camboya: historia de un conflicto sin solución
Las frágiles negociaciones bilaterales se convierten en la esperanza de evitar nuevos estallidos bélicos tras décadas de disputas territoriales e incidentes sangrientos
Las relaciones bilaterales entre Tailandia y Camboya han estado marcadas por siglos de rivalidades, guerras, ocupaciones e intentos fallidos de reconciliación. En las últimas semanas, la región fronteriza volvió a ser el epicentro de un conflicto armado que dejó decenas de muertos y más de 260.000 desplazados. A pesar de un alto al fuego negociado a fines de julio con mediación internacional, ambas naciones continúan sus acusaciones mutuas y se mantienen fuertemente militarizadas.
Una tregua frágil en un conflicto complejo
El pasado 28 de julio, bajo presión económica de Estados Unidos —especialmente tras amenazas del expresidente Donald Trump de suspender acuerdos comerciales— Tailandia y Camboya aceptaron una tensa tregua tras cinco días de hostilidades. Washington respondió rebajando los aranceles a productos camboyanos y tailandeses de un 36% a un 19%, lo que fue interpretado como un incentivo económico por parte de ambas partes.
El primer encuentro tras el cese al fuego se realizó en Malasia, país que preside este año la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). Allí se inauguró un comité conjunto fronterizo que busca definir mecanismos que eviten nuevos enfrentamientos.
¿Cuál es el origen del conflicto?
La relación entre estos países está impregnada de recelos históricos. Durante el siglo XX, las fronteras, heredadas del proceso de descolonización, contribuyeron al status quo territorial, pero no resolvieron disputas latentes. Según la Corte Internacional de Justicia (CIJ), en 1962 un fallo determinó que el templo Preah Vihear y la colina en la que se asienta pertenecían a Camboya. Este hecho resultó ser una cicatriz diplomática para Tailandia y sigue alimentando tensiones hasta el presente.
En 2011, nuevos enfrentamientos estallaron precisamente en el área adyacente al templo. En 2013, la CIJ reafirmó su decisión original, pero la negativa de Tailandia de aceptar la demarcación total agravó aún más el clima.
Las consecuencias del reciente brote de violencia
El conflicto armado más reciente inició con un altercado el pasado mes de mayo, cuando un soldado camboyano fue abatido por tropas tailandesas en una zona disputada. A partir de ahí, siguieron varios incidentes, incluyendo el hallazgo de minas antipersona que dejaron heridos a militares tailandeses. Ambos países se culpan mutuamente del uso de armas ilegales y violaciones al derecho internacional humanitario.
El saldo fatal y el desplazamiento masivo de civiles obligó a la intervención de actores externos. Malasia, Estados Unidos y China participan como observadores de los actuales diálogos, reflejando la importancia regional e internacional del conflicto.
Diplomacia sobre terreno minado
El comité de frontera está compuesto por delegaciones de alto nivel. Por parte de Tailandia, el viceministro de Defensa, general Natthaphon Nakpanit, lidera la representación, acompañado por funcionarios del ministerio del Interior, Consejo de Seguridad Nacional y representantes de las fuerzas armadas. Del lado camboyano, el ministro de Defensa y viceprimer ministro Tea Seiha encabeza la comitiva, asistido por el comandante de las fuerzas armadas, general Vong Pisen.
En paralelo a las reuniones diplomáticas, ambos países han realizado visitas guiadas a zonas de conflicto para diplomáticos extranjeros con el objetivo de mostrar "daños infligidos por el adversario". Esta estrategia mediática busca ganar legitimidad y respaldo internacional, pero refleja que el ambiente de desconfianza perdura.
EE.UU. y China, protagonistas en la sombra
La participación estadounidense en la tregua no es menor. La política exterior de EE.UU. hacia el Sudeste Asiático incluye no solo alianzas militares, sino también vínculos comerciales. De ahí que el anuncio de Trump de suspender tratados en caso de prolongarse el conflicto haya obligado a ambos gobiernos a buscar una salida urgente.
China, por su parte, mantiene relaciones económicas y militares activas con ambas naciones y observa con atención, ya que la región colinda con corredores de proyectos de su Iniciativa de la Franja y la Ruta.
¿Qué papel juega la ASEAN?
La ASEAN ha sido históricamente reacia a mediar en conflictos entre sus miembros, debido a su principio de no intervención. Sin embargo, el deterioro de la situación humanitaria empujó a Malasia, actual presidencia rotativa de la organización, a ofrecer territorio neutral para las negociaciones. Esta participación puede constituir un precedente favorable hacia el fortalecimiento institucional del bloque.
Sin embargo, no todo es optimismo. Las pláticas no incluyen aún deliberaciones sobre el fondo del conflicto, es decir, la disputa por el control de tierras cercanas a Preah Vihear. Los temas abordados se limitan a mecanismos de reducción de tensiones, vigilancia compartida, retirada escalonada de tropas y establecimiento de líneas directas de comunicación entre cuarteles fronterizos.
Una frontera, múltiples intereses
La extensión de la frontera entre ambos países es de más de 800 kilómetros, con múltiples tramos que carecen de delimitación precisa. Además del santuario Preah Vihear, hay otros puntos calientes como Ta Moan y Ta Krabey, sitios también con significado arqueológico e histórico, cuya administración genera desacuerdos.
Organizaciones internacionales y entidades de derechos humanos han alertado sobre el uso de armas prohibidas, ataques a civiles y desplazamientos forzados. Muchos de los refugiados no cuentan con acceso a agua potable ni asistencia médica, lo que acentúa una ya precaria situación humanitaria.
¿Puede haber una solución definitiva?
Lograr un acuerdo duradero requiere mucho más que firmar un cese al fuego. Requiere voluntad política, reformas institucionales y apertura al arbitraje internacional. La Corte Internacional de Justicia ya intervino dos veces, pero sus dictámenes no han sido plenamente aceptados por los países litigantes.
Además, elementos nacionalistas son frecuentes tanto en Tailandia como en Camboya. Sectores conservadores se oponen a cesiones territoriales y consideran una "ofensa" cualquier decisión internacional que no les favorezca. Esto reduce los márgenes de maniobra de los gobiernos, especialmente en años electorales.
Una paz militarizada
En el terreno, el ambiente sigue siendo de tensión. Aunque no se han registrado nuevos enfrentamientos mayores en las últimas semanas, el despliegue de tropas no ha disminuido considerablemente. Mientras el alto al fuego se mantiene, ambas partes siguen preparadas para lo peor.
Las conversaciones en Malasia pueden evitar una nueva guerra, pero no resuelven la raíz del conflicto. Sin abordar los reclamos territoriales de fondo con valentía política y con respeto al derecho internacional, la paz será como hasta ahora: tensa, intermitente y siempre al borde de desaparecer.
La historia reciente ha demostrado que conflictos que duran décadas pueden encontrar salidas en momentos estratégicos. Tailandia y Camboya tienen hoy esa oportunidad. La pregunta es si están dispuestas a asumirla plenamente, más allá de las presiones externas y las urgencias del momento.