Trump, Putin y el ajedrez global: ¿una paz posible o retórica sin resultados?
Las tensiones entre EE.UU. y Rusia aumentan mientras la guerra en Ucrania cobra más vidas y los intentos diplomáticos siguen estancados
Un calendario marcado por ultimátums
Esta semana podría haber sido crucial en la guerra entre Rusia y Ucrania. El presidente de EE.UU., Donald Trump, había fijado como fecha límite el viernes para que el Kremlin alcanzara un acuerdo de paz. Si no, la amenaza era clara: más sanciones económicas y presión internacional sobre Vladímir Putin. Sin embargo, ese ultimátum pasó sin mayores consecuencias visibles.
Trump apostó por enviar a su enviado especial, Steve Witkoff, a Moscú a mediados de semana, justo después de su gira por Israel y Gaza. "Ellos quieren verlo", aseguró Trump el domingo. Según sus palabras, Rusia solicitó el encuentro, lo que generaba algo de esperanza en el frente diplomático. Pero, como muchas otras iniciativas previas de Trump, esto podría acabar en otro callejón sin salida.
La diplomacia de la frustración
"Son personajes astutos", dijo Trump refiriéndose a los rusos, con cierto tono de resignación. Lo cierto es que, desde que asumió su último mandato en enero, Trump ha descubierto que frenar una guerra no es tan sencillo como dictar órdenes o alzar la voz en redes. La dinámica geopolítica es mucho más compleja.
Aunque se esperaba que las sanciones —ya existentes y las prometidas— harían mella en la maquinaria militar rusa, no hay evidencias claras de que hayan afectado profundamente las operaciones del Kremlin. Rusia ha mostrado una notable capacidad de evasión, apoyándose en socios estratégicos como China e India, quienes, pese a los llamados de Occidente, continúan comprando petróleo ruso.
Una maquinaria bélica que no se detiene
Mientras tanto, en el terreno, la guerra sigue su curso. Ucrania continúa perdiendo terreno en el extenso frente de 1.000 kilómetros. La nueva ofensiva rusa se centra en Pokrovsk, una ciudad clave en la logística del este ucraniano. De caer, abriría la puerta a un avance ruso aún más profundo.
Rusia ha intensificado los bombardeos sobre zonas urbanas, una táctica que ha provocado más de 12.000 muertes civiles, según cifras de la ONU. Pese a las reiteradas peticiones de Trump para detener estos ataques, el Kremlin ha hecho oídos sordos. De hecho, ha aprovechado cada contratiempo diplomático para fortalecer su narrativa de resistencia y contraofensiva.
La amenaza hipersónica y el discurso del miedo
En una demostración de poderío y como guiño propagandístico, Putin anunció el viernes pasado que el nuevo misil hipersónico Oreshnik ya está operativo. Capaz de alcanzar hasta Mach 10 y con múltiples ojivas, el Oreshnik es, según Rusia, ininterceptable. "Puede tener el mismo poder devastador que un ataque nuclear", dijo Putin, alimentando el miedo global y recordando el regreso de la Diplomacia del terror al escenario internacional.
Mientras tanto, el ex presidente ruso Dmitry Medvedev advirtió que el conflicto en Ucrania podría llevar directamente a una confrontación militar entre EE.UU. y Rusia. Trump, en respuesta, ordenó reposicionar dos submarinos nucleares norteamericanos, aumentando el tono bélico de la disputa.
Presiones internas y externas a la Casa Blanca
Trump también enfrenta tensiones dentro del propio gobierno estadounidense. Algunos funcionarios de alto nivel han dejado entrever que EE.UU. podría replegarse del conflicto si no hay avances tangibles en el frente diplomático. Algo que inquieta profundamente a Ucrania y a sus aliados europeos.
El presidente ucraniano Volodímir Zelenski ha intensificado sus llamados a la comunidad internacional. El lunes exigió mayores sanciones secundarias que apunten no solo al sector energético ruso, sino también al comercio y la banca.
Ucrania responde con inteligencia y drones
Lejos de resignarse, Ucrania ha apostado por la innovación tecnológica para igualar fuerzas. En las últimas semanas ha logrado ejecutar ataques con drones a larga distancia dentro del territorio ruso. El más reciente alcanzó un depósito de petróleo cerca de Sochi, generando un incendio de gran magnitud.
Estos ataques son parte de una guerra asimétrica que busca golpear la moral enemiga y forzar una redistribución del esfuerzo militar ruso hacia su retaguardia. Sin embargo, los efectos a largo plazo aún son difíciles de medir.
China, India, y el dilema de las sanciones secundarias
Trump ha propuesto ahora sanciones secundarias que involucren presión directa sobre países que siguen cooperando con Rusia. El foco está sobre China e India, a quienes se acusa de financiar indirectamente la guerra al adquirir petróleo ruso masivamente.
Implementar estas sanciones, sin embargo, podría comprometer de forma grave la ya delicada relación diplomática entre EE.UU. y estas dos potencias emergentes. Además, China representa un jugador clave en los equilibrios geopolíticos del siglo XXI.
¿Es posible una solución diplomática real?
Pese a la insistencia de Trump, el ambiente sigue siendo de incertidumbre. Putin no ha mostrado en ningún momento disposición a ceder. La posición oficial del Kremlin es clara: no habrá paz mientras no se respeten las condiciones impuestas por Moscú.
Estas incluyen el control efectivo sobre territorios ocupados y garantías sobre la expansión de la OTAN. En otras palabras, una rendición parcial por parte de Ucrania, algo inaceptable tanto para Kyiv como para la mayoría de los países europeos.
Una guerra que se afianza con sangre y escepticismo
Más de 600 días de combate, miles de muertos, millones de desplazados y una economía global afectada por precios volátiles de la energía y los alimentos. Ese es, por ahora, el saldo de la guerra entre Rusia y Ucrania.
¿Conseguirá Trump inclinar la balanza diplomática antes de un nuevo colapso? ¿O su retórica se sumará a las múltiples promesas incumplidas que han tratado de frenar este conflicto?
Mientras tanto, la población ucraniana sufre, las ciudades se destruyen y el mundo observa cómo las amenazas nucleares y la diplomacia rota rigen uno de los capítulos más oscuros del siglo XXI.