Bangladés tras la caída de Hasina: ¿refundación democrática o transición incierta?

El Nobel Muhammad Yunus lidera el gobierno interino en medio de tensiones históricas, vetos partidistas y el ascenso de fuerzas islamistas

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Un país en el umbral de su redefinición política

El primero de agosto de 2025, Bangladés se encuentra frente a una de sus encrucijadas políticas más difíciles desde su independencia en 1971. La caída del gobierno de Sheikh Hasina hace un año, forzada por un levantamiento estudiantil, marcó el inicio de una transición inédita. Al frente de esta etapa se encuentra Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz y figura internacionalmente reconocida por su trabajo con el microcrédito a través del Grameen Bank. Sin embargo, su rol como jefe de gobierno interino ha generado polémica y divisiones.

“Este es el momento para que Bangladés redefina su democracia con inclusión y sin miedo”, dijo Yunus en un discurso televisado desde Dhaka, en el que también anunció que las elecciones legislativas se celebrarán en febrero de 2025, a petición de los principales partidos opositores.

El legado y la caída de Sheikh Hasina

Sheikh Hasina, hija del líder independentista Sheikh Mujibur Rahman, gobernó durante 15 años consecutivos desde 2009. Bajo su mando, el país experimentó crecimiento económico sostenido y avances en infraestructura, pero también fue acusado de autoritarismo, corrupción y represión política. Su exilio a la India el 5 de agosto de 2024 se produjo tras semanas de protestas lideradas por estudiantes y respaldadas por sectores de la sociedad civil y partidos en la oposición.

Hasina enfrenta cargos por supuestos crímenes de lesa humanidad, relacionados con la represión durante las protestas que provocaron más de 200 muertos, de acuerdo con cifras de observatorios internacionales de derechos humanos.

Yunus en el poder: ¿unidad o imposición?

Al asumir el liderazgo interino, Yunus prometió un proceso de transición pacífico y reformas institucionales que facilitaran unas elecciones libres y justas. Su propuesta de un “nuevo contrato social” incluía medidas como la desmilitarización de la política, la independencia del poder judicial y el fortalecimiento de la prensa.

No obstante, la decisión más controvertida fue la prohibición del Awami League, el partido de Hasina. La Comisión Electoral eliminó su registro, dejándolo fuera del proceso electoral. Esto ha generado acusaciones de parcialidad y dudas sobre la legitimidad de las elecciones que se avecinan.

Mohammad Nazrul Islam, politólogo de la Universidad de Dhaka, advierte: “Excluir al Awami League, que sigue teniendo una base relevante, puede restar credibilidad al proceso. La democracia se construye con más opciones, no con menos.”

La oposición dividida y en ascenso

En el espectro opositor, emergen figuras conocidas y nuevas. La más destacada sigue siendo Khaleda Zia, ex primera ministra y archirrival política de Hasina. Zia lidera el Partido Nacionalista de Bangladés (BNP), que, después de años de denuncias por corrupción, busca reposicionar su imagen como alternativa democrática. Su partido exige que las elecciones se realicen en febrero y no en abril, como inicialmente propuso Yunus.

Otro actor político que ha ganado protagonismo es la Jamaat-e-Islami, el mayor partido islamista del país. Aunque en años anteriores fue señalado por vínculos con redes radicales, ahora busca presentarse como defensor de valores religiosos y morales frente al caos político. Su participación visible en las celebraciones del “Día de la Insurrección de Julio” ha generado alarma entre sectores laicos y organizaciones de derechos humanos.

“No se puede ignorar el ascenso del islamismo político en un contexto de vacío de poder. Puede ser una respuesta al desgaste de las élites, pero también un riesgo para la estabilidad democrática”, advierte Farida Akhtar, activista social y directora del centro Shikkha Swadesh.

El nuevo actor: el National Citizen Party

Los estudiantes que lideraron las protestas contra Hasina han formado su propio partido, el National Citizen Party (NCP), como una alternativa ciudadana clara frente a los partidos tradicionales. Con una retórica anticorrupción, transparencia y renovación, el NCP ha atraído especialmente a nuevos votantes urbanos, jóvenes y sectores medios descontentos con el viejo establishment.

En palabras de Rifat Ahmed, uno de los líderes juveniles del movimiento estudiantil: “No hemos derribado una dictadura para cederle el país a los que siempre han gobernado. Queremos una democracia creada desde abajo, desde el pueblo.”

El NCP ha sido clave en el pacto alcanzado con Yunus sobre las elecciones en febrero, y aunque su base nacional es aún limitada, ha desarrollado una fuerte estrategia digital y comunitaria para expandir su mensaje.

Contexto regional e internacional

Bangladés, con más de 170 millones de habitantes, ocupa una posición geopolítica estratégica entre India, China y el sudeste asiático. La inestabilidad política es observada con atención por Nueva Delhi, que históricamente ha respaldado a Hasina, y por Pekín, que ha aumentado su presencia económica en el país a través de megaproyectos de infraestructura.

El Departamento de Estado estadounidense y la Unión Europea han pedido una transición transparente y elecciones inclusivas. Ya han enviado delegaciones para sentarse con los distintos actores políticos. Pero la exclusión del Awami League genera preocupación entre observadores internacionales.

Según un informe del Carter Center, publicado en junio de 2025, “una elección sin la participación de todos los actores políticos relevantes no puede considerarse plenamente democrática. El gobierno interino debe garantizar un marco de equidad, libertad y pluralismo.”

El fantasma de la violencia y la memoria colectiva

Las heridas del levantamiento de 2024 aún están abiertas. Numerosos testimonios recogidos por medios locales y organizaciones como Human Rights Watch relatan detenciones arbitrarias, torturas, censura y desapariciones forzadas durante las últimas semanas del régimen de Hasina.

Los detenidos que han sido liberados recientemente describen la represión como sistemática, especialmente contra líderes estudiantiles y periodistas independientes. Aunque Yunus ha creado una comisión para investigar estos crímenes, las víctimas y sus familias exigen justicia inmediata.

“No basta con que Hasina esté exiliada; necesitamos reparación, transparencia y memoria”, afirmó Anika Rahman, quien perdió a su hermano en las protestas del año pasado.

¿Refundación democrática o encrucijada peligrosa?

El futuro de Bangladés depende de muchos factores: unidad social, transparencia electoral, justicia transicional, y sobre todo, una visión compartida de país. Mientras tanto, el ascenso del islamismo político, la fractura de las élites tradicionales y la emergencia de organizaciones ciudadanas configuran un tablero político más complejo que nunca.

Yunus, aunque querido y reconocido globalmente, enfrenta ahora el mayor reto de su carrera: demostrar que la economía social y el desarrollo pueden traducirse también en gobernabilidad política, sin excluir a nadie ni perpetuar nuevos autoritarismos.

Como dijo recientemente el editor del periódico Prothom Alo, en un editorial: “Lo que está en juego no es solo el poder, sino la posibilidad de una democracia real para más de 170 millones de personas.”

Este artículo fue redactado con información de Associated Press