Crimen y Simbolismo: Entre una masacre en Tennessee y la restauración de un monumento confederado

Dos eventos distintos reavivan viejos temores y heridas: la brutal muerte de una familia afroamericana en el sur profundo, y la decisión de Washington de restaurar una estatua confederada caída durante protestas contra el racismo.

Un crimen que revive fantasmas del pasado

El reciente arresto de Austin Robert Drummond, de 28 años, por el asesinato de cuatro miembros de una familia en Tennessee, ha generado un profundo estremecimiento a nivel nacional. El caso involucra a una bebé abandonada en un patio a más de 60 kilómetros del escenario del crimen. Las víctimas: los padres, el tío y la abuela de la niña.

La conexión entre estos eventos —el acto violento aparentemente sin sentido en el corazón del sur estadounidense y la restauración de un monumento confederado en Washington— puede parecer tenue, pero ambos reflejan una América dividida entre su historia y su presente, entre lo simbólico y lo tangible.

Un asesinato múltiple y preguntas sin respuesta

El 29 de julio, una niña fue encontrada ilesa dentro de un asiento de bebé abandonado en el jardín de una residencia en Tigrett, una zona rural del oeste de Tennessee. Pocos días después, las autoridades conectaron el hallazgo con el descubrimiento de cuatro cuerpos tiroteados en un área boscosa cercana al lago Reelfoot, en el condado de Lake. El sospechoso: Austin Drummond, con un largo historial criminal que incluye intentos de asesinato, posesión de arma blanca, participación en pandillas, y amenazas a un jurado.

“Aún no comprendemos el motivo”, declaró Danny Goodman, fiscal de distrito responsable del caso. Sabemos que Drummond conocía a las víctimas y que su novia es hermana de la abuela de la bebé, pero no se ha confirmado su vínculo directo con la niña.

El perfil del sospechoso

Drummond no es un extraño para el sistema de justicia criminal. Condenado como adulto a los 16 años por robo agravado, posteriormente acumuló 13 cargos por represalias contra los miembros del jurado que lo condenaron, cumpliendo una pena que terminó en 2024.

Durante su condena acumuló más de dos docenas de sanciones disciplinarias en prisión. A pesar de su historial, Drummond estaba en libertad bajo fianza al momento de cometer el cuádruple homicidio. ¿Cómo pudo el sistema permitir esto?

Ayuda externa y complicidad

Las fuerzas del orden también arrestaron a tres cómplices: Tanaka Brown, Giovonte Thomas y Dearrah Sanders, todos acusados de ayudar a Drummond después de los asesinatos.

La pregunta más inquietante que permanece es por qué Drummond dejó con vida a la bebé y la trasladó a 65 kilómetros del crimen. Eso sigue siendo un misterio sin resolver.

Simbolismo y persistencia: la restauración del monumento a Albert Pike

Mientras tanto, cientos de kilómetros al noreste, una película diferente se desarrolla en Washington D.C., donde el Servicio de Parques Nacionales confirmó que la estatua del general confederado Albert Pike será restaurada y reinstalada, cuatro años después de haber sido derribada por manifestantes durante las marchas de 2020 tras el asesinato de George Floyd.

La estatua, que fue la única al aire libre de un líder militar confederado en la capital estadounidense, había sido solicitada por congresistas masones en 1901, a pesar de que Pike fue un general confederado. Para calmar las controversias de entonces, se acordó que Pike fuera representado en traje civil.

Sin embargo, la figura de Pike ha sido objeto de protestas durante décadas. Ya en 1992, el Consejo Municipal del D.C. solicitó su retiro. En 2020, el monumento fue tirado con cuerdas y fuego por manifestantes, mientras la policía observaba sin intervenir.

¿Un intento por “embellecer” la confusión histórica?

La restauración de la estatua se enmarca en una orden ejecutiva firmada en marzo de 2025 por Donald Trump, titulada “Restaurar la verdad y la cordura a la historia estadounidense”. En ella se critica duramente lo que el ex presidente considera una agenda cultural que antagoniza con los valores “reales” de la nación y pide reinstaurar cualquier estatua eliminada como símbolo de reverencia histórica.

“En lugar de fomentar unidad y comprensión, estos esfuerzos para reescribir la historia profundizan las divisiones sociales y promueven una sensación de vergüenza nacional”, rezaba el decreto presidencial.

Reacciones encontradas

Para líderes locales y activistas, la decisión es un retroceso. La congresista Eleanor Holmes Norton calificó la reinstalación como “absurda e indefendible”, y prometió introducir nueva legislación para remover la estatua y colocarla en un museo.

“He creído durante mucho tiempo que las estatuas confederadas deben trasladarse a museos”, dijo Norton, “no permanecer en espacios públicos como si se les rindiera homenaje”.

Dos mundos, un mismo país

¿Qué tiene que ver una masacre familiar en un tramo rural de Tennessee con un monumento reubicado frente a una corte en Washington, D.C.? Todo. Ambas son expresiones opuestas de la lucha persistente por el alma de Estados Unidos: uno sangriento y trágico; el otro cultural, simbólico y político.

El caso Drummond demuestra crudamente cómo las fallas institucionales pueden tener consecuencias fatales. La restauración de Pike, por otro lado, refleja cómo el poder político aún puede defender narrativas históricas excluyentes en nombre de la “belleza” y el patrimonio.

¿Qué es más peligroso: el crimen o el símbolo?

Ambas historias se entrelazan en un mismo dilema: ¿cómo trata esta nación a sus muertos? ¿Cómo honra a sus traumas? Mientras las familias buscan justicia y la comunidad afroamericana teme nuevas agresiones, otros se aferran a estatuas que representan una historia ensangrentada por la supremacía blanca y la esclavitud.

La violencia de Drummond puede ser individual, pero se perpetúa en un contexto nacional que sigue sin responder con claridad al racismo sistémico. Restaurar una estatua confederada, ignorando el consenso social que pide lo contrario, puede ser leído como una retórica de violencia institucional.

No se trata solo de un monumento o de un crimen: se trata de cómo una nación recuerda y olvida, castiga o ignora, abraza o rechaza su propio legado. En última instancia, estos eventos nos exigen mirar profundamente nuestras contradicciones y decidir si queremos ser un país de justicia o solo de memoria.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press