La brecha generacional en la política de EE.UU.: ¿Desinterés juvenil o sistema desgastado?
Un análisis del desencanto político entre los jóvenes estadounidenses y sus implicaciones para la democracia del país
¿Qué tan interesado estás en la política?
Si tienes menos de 30 años y vives en Estados Unidos, lo más probable es que la política no ocupe un lugar central en tus conversaciones diarias. Una encuesta reciente del AP-NORC Center for Public Affairs Research revela un fenómeno cada vez más evidente: los jóvenes estadounidenses están perdiendo la fe en el sistema político del país. Pero esta apatía va más allá del simple desinterés: refleja resentimiento, desencanto y una profunda desconexión con un sistema que perciben como disfuncional.
Los números detrás del desencanto
Según el estudio, solo alrededor de 2 de cada 10 adultos menores de 30 años dicen seguir la política de EE.UU. “muy de cerca”, en comparación con aproximadamente un tercio de todos los adultos y un 45% de los mayores de 60 años. Al mismo tiempo, solo dos tercios de los jóvenes afirman que votar es “muy” o “extremadamente” importante, frente a casi el 90% de los mayores de 45 años. Esta fisura generacional plantea dudas relevantes sobre el futuro de la participación democrática en Estados Unidos.
Alberto Medina, director del Center for Information and Research on Civic Engagement (CIRCLE) de la Universidad de Tufts, comenta que “aunque hemos visto niveles históricos de participación juvenil en las elecciones de 2020 y también en 2022, existe una percepción de que la democracia no está funcionando para ellos”.
¿Por qué no se sienten representados?
Brittany Díaz, una joven de 28 años residente en Nuevo México y madre de dos hijos, empezó a seguir la política más de cerca tras el nacimiento de su primer hijo. Aunque se identifica como republicana, reconoce que no es común entre sus pares. “Ahora que tengo hijos, siento que tengo que interesarme”, señala.
No obstante, su caso parece ser una excepción. Para muchos jóvenes, votar no representa una herramienta eficaz de cambio. Mairekk Griffiths, de 26 años, votó por Kamala Harris en la última elección presidencial, pero reconoce que “no siento que el voto haga una diferencia. Siempre se trata de elegir el mal menor”.
Una generación desconectada del sistema
Más allá de votar o no, se observa una creciente fragmentación en la identificación partidaria. Cerca de un tercio de los adultos menores de 30 años se identifican como independientes sin inclinarse ni hacia los demócratas ni hacia los republicanos, a diferencia del 17% de los mayores de 60 años. Para muchos, los partidos tradicionales no representan sus valores ni expectativas.
Este desapego también afecta el seguimiento de temas clave. Mientras que el 80% de los jóvenes consideran la economía un tema “muy” o “extremadamente” importante (en comparación con el 90% de los mayores), cuestiones como la inmigración, el gasto público o incluso el conflicto en Medio Oriente —pese a su presencia constante en redes sociales— no figuran entre sus máximas prioridades.
El papel de los medios digitales
La relación entre juventud y política no puede disociarse de la evolución digital. Las redes sociales han transformado las formas de información y activismo. Aunque muchos jóvenes no ven noticieros tradicionales, están expuestos diariamente a contenido político, a menudo emocional y polarizado, en plataformas como TikTok, Instagram o X (antiguamente Twitter).
Este entorno ha permitido la movilización en causas específicas como Black Lives Matter o el cambio climático, pero también ha impregnado a los usuarios de fatiga informativa y cinismo. Según el mismo estudio, muchos jóvenes se involucran solo cuando una causa les toca personalmente. Blake Marlar, estudiante universitario de 18 años, comenzó a interesarse cuando los recortes en Medicaid amenazaban a su familia. “Escribí a mis senadores, pero no sentí que me tomaran en serio”, revela.
¿Una tendencia irreversible?
Históricamente, es común que los ciudadanos jóvenes voten menos y se involucren poco con los asuntos públicos. Sin embargo, estudios muestran que conforme envejecen —y enfrentan responsabilidades como el empleo, la salud o la educación de los hijos— su participación tiende a aumentar.
No obstante, la actual generación Z y los millennials han crecido en medio de crisis consecutivas: la recesión de 2008, el cambio climático, la polarización política, la pandemia del COVID-19 y una creciente desigualdad económica. Para muchos, estas vivencias han forjado una visión nihilista o, al menos, muy escéptica respecto de la capacidad del sistema para premiar el compromiso cívico.
Movilización no tradicional: causas > partidos
Un aspecto clave del presente juvenil en la política es que, aunque muchos descartan el voto como una herramienta eficaz, no se mantienen totalmente inactivos. De hecho, existe un cambio de paradigma: las causas sociales movilizan más que los partidos.
- Cambio climático: El movimiento Fridays for Future iniciado por Greta Thunberg ha ganado miles de adeptos en todo el país, muchos de ellos jóvenes.
- Derechos reproductivos: Tras la revocación de Roe v. Wade en 2022, activistas jóvenes han organizado protestas multitudinarias en varios estados.
- Justicia racial: Más del 50% de los manifestantes en las marchas de Black Lives Matter en 2020 eran menores de 35 años.
Estas expresiones apuntan a un activismo más fluido, menos institucionalizado y más directo. No necesariamente se traduce en votos, pero sí en presión social, boicots, campañas digitales y vigilias.
¿Dónde está el futuro de la participación democrática?
Si las tendencias actuales continúan, la política tradicional —basada en partidos, votaciones periódicas y campañas cara a cara— podría perder aún más relevancia entre los jóvenes. En su lugar podría emerger una democracia de causa, donde las redes, la viralidad y la movilización puntual sustituyan las estructuras verticales convencionales.
Sin embargo, este tipo de democracia no está exenta de riesgos: puede derivar en movimientos espontáneos poco sostenibles, falta de organización o propuestas extremas. De igual manera, si los partidos y el sistema no implementan reformas que respondan a las demandas jóvenes, el divorcio con la democracia podría volverse estructural y crónico.
El reto para la política estadounidense
La desconfianza de los jóvenes no debe interpretarse como pasividad, sino como una exigencia de trasformación. Votar no es suficiente si las opciones no representan sus aspiraciones. Como diría el politólogo español Jorge Galindo, “los jóvenes no son apolíticos, sino profundamente sensibles al contexto político que les rodea. Solo que tienen otros lenguajes, otros espacios y otras prioridades”.
La gran pregunta para las próximas elecciones y el futuro inmediato en EE.UU. es si el sistema democrático podrá adaptarse para incluir verdaderamente a sus generaciones más jóvenes. No hay democracia sostenible sin participación. Y no hay participación sin representación.