La crisis del kril en la Antártida: cómo la sobrepesca amenaza a los ecosistemas y al clima global

Una mirada al acelerado colapso de la pesca de kril, el impacto sobre ballenas, pingüinos y la lucha contra el cambio climático

El inesperado cierre de la temporada de pesca de kril

La temporada de pesca de kril en aguas antárticas fue cerrada de forma anticipada por primera vez en la historia, luego de que se superara el cupo de captura permitido de 620,000 toneladas métricas. Este cupo, establecido por la Comisión para la Conservación de los Recursos Marinos Vivos Antárticos (CCAMLR, por sus siglas en inglés), solía garantizar que la pesca industrial de kril no pusiera en riesgo el equilibrio ecológico de uno de los ecosistemas más frágiles del planeta.

Sin embargo, en la temporada 2024-2025, ese límite fue sobrepasado de forma tan acelerada que las autoridades debieron cerrar la actividad meses antes de lo previsto. La temporada debía extenderse hasta diciembre, pero finalizó durante julio, marcando un hito preocupante para la preservación marina.

¿Qué es el kril y por qué importa tanto?

El kril antártico, un pequeño crustáceo que apenas supera los 5 cm de largo, es una pieza clave de la cadena alimenticia marina y una herramienta silenciosa en la lucha contra el cambio climático. Se estima que su biomasa global en la región alcanza cerca de 63 millones de toneladas métricas, convirtiéndose en una de las especies más abundantes del planeta. Su función no se limita a alimentar a ballenas, focas, pingüinos y peces; también contribuye significativamente al secuestro de carbono.

Según un estudio científico revisado por pares, el kril permite la remoción de hasta 20 millones de toneladas de carbono de la atmósfera cada año, lo cual equivale a eliminar más de cinco millones de automóviles de circulación anual. A través de su dieta de fitoplancton —que absorbe CO₂— y su posterior migración vertical para excretar en el fondo marino, el kril permite el transporte y almacenamiento de enormes cantidades de carbono en las profundidades oceánicas.

La competencia por el kril: humanos contra ballenas

Durante la temporada 2023-2024, una flota de 12 arrastreros industriales de Noruega y China estableció un récord histórico al capturar más de 498,350 toneladas de kril, la cifra más alta desde que CCAMLR comenzó a recolectar datos en 1973. Sin embargo, esta presión pesquera está generando conflictos cada vez más visibles con las especies marinas que dependen de estos diminutos crustáceos.

En un informe interno de la CCAMLR, citado por periodistas de investigación, se documentó que al 30 de junio de 2024, en uno de los puntos calientes de pesca —cerca de la Península Antártica—, las capturas habían crecido en un 60% con respecto a todo el año anterior. La sobrepesca no sólo compromete la comida de pingüinos y focas residentes en la región, sino también ha provocado consecuencias fatales para las ballenas. Tres ballenas jorobadas fueron halladas muertas o gravemente heridas luego de quedar atrapadas en las redes tipo "aspiradora" empleadas por los barcos de pesca, que arrastran cilíndricos dispositivos para capturar kril a gran escala.

Factor humano: la alta demanda de aceite de kril

El auge de la pesca industrial de kril está directamente ligado a su alta demanda comercial. El aceite de kril, rico en omega-3, es valorizado en injertos para alimentación animal, suplementos dietéticos y cosmética humana. Ante la creciente concienciación sobre la salud, el consumo global de suplementos marinos ha incrementado dramáticamente. Solo el mercado de suplementos de omega-3 se valoró en más de 4.100 millones de dólares en 2023 y se espera que siga creciendo impulsado por la demanda asiática y norteamericana.

Este incremento de la industria pesquera ha ocurrido mientras el esquema de conservación de CCAMLR caducó sin consenso para ser renovado. Una propuesta —liderada por científicos y gobiernos como el de Argentina y Australia— pretendía redistribuir las zonas de captura, limitando áreas vulnerables y creando una reserva del tamaño de California alrededor de la Península Antártica. Pero dicha propuesta fue rechazada por falta de unanimidad entre los 26 miembros, incluidos Rusia, China y Estados Unidos.

Un vacío de regulación y una carrera descontrolada

Durante esta temporada sin plan de gestión acordado, las embarcaciones industriales recibieron vía libre para faenar en cualquier hábitat, incluso aquellos de gran sensibilidad ecológica. Una práctica que ha sido duramente criticada por organizaciones ambientalistas como Sea Shepherd, que reportaron actividad pesquera en zonas de alimentación de ballenas y pingüinos, documentando imágenes alarmantes.

La falta de regulación efectiva ha provocado una carrera por el kril, con empresas intentando asegurarse volúmenes antes de la imposición de futuras restricciones. Esto ha llevado a lo que los expertos llaman una disfunción de conservación: el temor a perder acceso a un recurso empuja a una sobreexplotación insostenible.

¿Qué consecuencias tiene para el cambio climático?

Los ecosistemas antárticos no solo son únicos por su fauna, sino que juegan un papel silencioso en la regulación climática del planeta. El rol del kril en gestionar el ciclo del carbono no es meramente simbólico. Como explicó el biólogo marino Alfred Boyd, del Instituto Británico de Investigación Antártica:

“Si pierdes a los grandes consumidores de fitoplancton como el kril, pierdes también a uno de los más eficaces mecanismos naturales de captura de carbono.”

Según estimaciones de la Red de Observación Climática del Océano Austral (SOOS), la región absorbe al menos un tercio del CO₂ de origen humano que queda atrapado en los océanos. Sin el kril repartiendo y transportando materia orgánica hacia el fondo, ese carbon se mantendría en la circulación superficial del planeta, agravando el calentamiento global.

¿Cómo evitar el colapso del kril?

Detener este colapso inminente requiere voluntad política y compromiso multilateral. Algunas posibles soluciones incluyen:

  • Restaurar y fortalecer el esquema de ordenación de CCAMLR con nuevos límites y mapas de pesca.
  • Crear zonas marinas protegidas obligatorias y fuera del alcance de flotas industriales.
  • Fomentar tecnologías de pesca selectivas que minimicen el impacto sobre otras especies como ballenas.
  • Reducir las licencias de pesca activa e imponer penalizaciones reales por sobrepesca.

Además, los consumidores ya juegan un papel importante: exigir etiquetado de sostenibilidad en suplementos dietéticos, o marcas que garanticen aceite de kril con certificación ecológica puede inclinar la balanza.

La alerta roja ya está encendida. Lo que parecía una actividad controlada en uno de los pocos rincones aún intactos del planeta, ha mostrado ser vulnerable ante la demanda humana. Sin una acción rápida y coordinada, la cadena de consecuencias será devastadora, no solo para ballenas y pingüinos, sino para todos los que compartimos un clima planetario común.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press