La guitarra perdida de los Rolling Stones y la batalla por la historia del rock

Una Gibson Les Paul de 1959 reaviva una disputa entre el exmiembro Mick Taylor y el Museo Metropolitano de Arte

Una reliquia del rock en el centro de la controversia

En el mundo del rock, hay instrumentos que cargan con historia, leyendas y notas icónicas que definieron generaciones. Uno de estos es la Gibson Les Paul de 1959, ahora apodada “Keithburst”, una guitarra que fue tocada por varios gigantes de la música y cuya propiedad es actualmente objeto de una controversia que arrastra décadas de historia.

Todo comenzó cuando el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (Met) anunció en mayo la recepción de una donación monumental: más de 500 guitarras de la mano del multimillonario y coleccionista Dirk Ziff. Entre ellas, figuraba la estrella de la colección: una Gibson Les Paul sunburst, famosa no solo por su sonido cristalino y sostenido extenso, sino por haber sido tocada por Keith Richards, Eric Clapton, Jimmy Page y Mick Taylor.

Una pieza clave con una historia difusa

Tan pronto se hizo pública la adquisición, Mick Taylor, exguitarrista de los Rolling Stones de 1969 a 1974, levantó una ceja: esa guitarra se parecía demasiado a una que él había utilizado en las grabaciones del célebre álbum “Exile on Main St.”, ¡y que había desaparecido en 1971!

Según Taylor, recibió la guitarra de manos del propio Keith Richards en 1967, antes de ingresar oficialmente a la banda. Taylor recuerda haber utilizado esa guitarra durante celebradas sesiones de grabación y, de forma especial, durante el legendario solo de “Can’t You Hear Me Knocking”.

“Mick me dijo que el solo que lo hizo famoso fue tocado con la Les Paul robada”, asegura Jeff Allen, su exmánager y publicista.

Ese robo —o desaparición misteriosa— ocurrió en el sur de Francia, donde los Stones grababan rodeados de caos, sustancias ilícitas y movimiento frenético. Muchos instrumentos desaparecieron en circunstancias poco claras. Y ahora, Taylor dice haberla reconocido al ver su característico acabado sunburst en las imágenes publicadas por el Met.

El Met contraataca: registros de procedencia

El Museo Metropolitano ha respondido con contundencia. Ann Ballis, portavoz de la institución, aseguró que la guitarra posee un historial de propiedad “largo y bien documentado” que nunca incluyó a Taylor.

Según la institución, tras ser propiedad de Richards hasta 1971, el instrumento pasó a manos del productor y manager Adrian Miller, quien la conservó hasta su muerte en 2006. Antes de llegar al Met, la guitarra fue presentada en subastas de Christie’s en 2004 (sin éxito), adquirida por Dirk Ziff en 2016, y exhibida desde 2019 en la exposición “Play it Loud: Instruments of Rock & Roll”.

Todo esto, según el Met, desestima cualquier reclamo de Taylor… aunque este y su equipo están exigiendo una evaluación de procedencia independiente.

“Un experto independiente en guitarras debería poder determinar la procedencia del instrumento”, sostuvo Marlies Damming, pareja y representante de Taylor.

¿Quién tiene la razón? El dilema de la procedencia en objetos culturales

Los litigios por obras de arte o instrumentos históricos con pasado confuso son comunes en los museos del mundo. A menudo, el vacío documental en contextos caóticos (como estudios de grabación de los 70) dificulta rastrear con certeza la línea de propiedad.

Esto trae interrogantes sobre la responsabilidad de las grandes instituciones al recibir donaciones de calibre histórico. ¿Deben los museos abrirse activamente a revisiones externas cuando surge una disputa legítima? ¿O basta con proveedores acreditados y documentos formales?

La realidad es que la historia de la música popular está marcada por improvisación, informalidad y consumo descontrolado. Las estrellas intercambiaban guitarras sin recibos, las dejaban en estudios, casas de amigos o se perdían en las giras. Esto deja grietas legales e históricas de difícil resolución.

“Keithburst”: más que una guitarra, un icono cultural

Independientemente de quién haya sido su dueño legítimo, la Gibson Les Paul de 1959 ocupa un pedestal legendario dentro del imaginario colectivo del rock. Fue utilizada por Keith Richards en 1964 durante la primera aparición de los Rolling Stones en “The Ed Sullivan Show”, momento considerado uno de los catalizadores de la beatlemanía estadounidense y del boom del rock británico.

Posteriormente, Eric Clapton y Jimmy Page también la tocaron, lo cual agranda su legado. Estamos hablando de una de las guitarras más veneradas dentro del canon del rock, tal vez solo detrás de la Stratocaster de Jimi Hendrix en Woodstock o de la “Black Beauty” de Peter Green.

Este tipo de instrumentos se convierten en artefactos culturales con valor histórico incalculable, tan significativos como un Van Gogh o una escultura de Rodin. Y como tales, invitan a ser considerados desde múltiples ángulos: música, arte, comercio y memoria colectiva.

El coleccionismo millonario en ascenso

La batalla actual también arroja luz sobre un fenómeno creciente: el coleccionismo millonario de guitarras vintage. Según la prestigiosa publicación Vintage Guitar, el modelo Les Paul Standard de 1959 puede alcanzar precios de hasta medio millón de dólares dependiendo del estado, procedencia y celebridad que la haya tocado.

Dirk Ziff, el actual donante, es un apasionado coleccionista —y como se ve— con gran capacidad económica. Su donación al Met no solo apunta a compartir su pasión, sino a asegurar que estas piezas se preserven en condiciones óptimas y con acceso público.

Rock, memoria y disputa: ¿es solo rebeldía o patrimonio?

La cultura del rock, que alguna vez fue símbolo de contracultura, marginalidad y anarquía, hoy se integra a los salones de los museos más célebres del mundo. Esto plantea un choque entre un espíritu impulsivo y rebelde con la lógica institucional de los archivos permanentes, las vitrinas y los sistemas de inventario.

Más aún, el reclamo de Taylor encapsula una batalla universal entre la experiencia vivida y la documentación oficial: ¿vale más la memoria del músico que la hoja de transferencia de una casa de subastas?

¿Qué sigue?

Por ahora, el Met ha declarado que no ha recibido solicitud oficial por parte de Taylor o sus representantes. Mientras tanto, el mundo del rock observa expectante un drama que parece salido de un guion de película biográfica: una guitarra legendaria perdida en el caos de los 70, resucitada en los vitrales de un museo, y un exmúsico clamando justicia histórica.

Lo que está en juego aquí no es solo la propiedad de un instrumento. Es algo más profundo: quién tiene derecho a contar la historia del rock.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press