Bielorrusia, represión sin tregua y misiles en la frontera: una tormenta perfecta para la estabilidad global

Raids masivos contra la oposición y el fin de tratados nucleares tensan el equilibrio de poder entre Occidente, Rusia y una Bielorrusia aliada al Kremlin

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Por décadas, la relación entre Rusia y Estados Unidos definió el equilibrio global con respecto al uso y la proliferación de armas nucleares. Sin embargo, en pleno siglo XXI, los ecos de la Guerra Fría regresan con fuerza. Bielorrusia, un actor geopolítico menor hasta hace poco, ha emergido como epicentro simbólico y estratégico de ese resurgir de tensiones. Este artículo hace análisis del cóctel explosivo que significa la represión autoritaria interna, la proyección militar nuclear y la ruptura de mecanismos diplomáticos de control armamentístico.

Represión en Bielorrusia: la disidencia bajo ataque sistemático

Desde las controvertidas elecciones presidenciales de 2020, en las que Alexander Lukashenko se adjudicó un sexto mandato en medio de acusaciones de fraude masivo, Bielorrusia vive una represión sin precedentes en Europa en lo que va de siglo.

Solo en el último operativo reportado a finales de 2023, las autoridades bielorrusas identificaron al menos a 207 personas que participaron en manifestaciones en el extranjero contra el régimen. Dichas protestas, llevadas a cabo en países como Polonia, Lituania, Canadá y Estados Unidos, conmemoraban la independencia de 1918 del país tras la caída del Imperio Ruso.

La organización Viasna —el Centro de Derechos Humanos más prestigioso de Bielorrusia— ha catalogado esta última ola represiva como la más intensa del año. Según Pavel Sapelka, miembro de Viasna, decenas de activistas fueron detenidos recientemente, sumándose a una lista de casi 1.200 presos políticos documentados.

Uno de los nombres más emblemáticos es el del Nobel de la Paz 2022, Ales Bialiatski, fundador del grupo. La magnitud de la persecución se refleja en otra cifra escalofriante: al menos ocho prisioneros políticos han muerto bajo custodia desde 2020.

Exilio y hostilidad internacional

La represión ha propiciado una diáspora masiva de la oposición. Se estima que más de 500.000 bielorrusos están actualmente en el exilio. Las autoridades mantienen una vigilancia constante sobre estas comunidades, considerándolas una amenaza a la estabilidad del régimen.

Recientemente, el Ministerio de Exteriores de Bielorrusia convocó al encargado de negocios de Polonia para protestar por una próxima manifestación opositora en Varsovia, con motivo del quinto aniversario del inicio de las protestas de 2020.

El calificativo del acto como “hostil y destructivo” deja entrever el nivel de paranoia institucional del régimen. Afirma también la narrativa de Lukashenko, que retrata a los opositores exiliados como marionetas del Occidente.

Armamento nuclear: el giro militar escabroso en la frontera europea

A lo interno de Bielorrusia, la represión es sofocante. Pero en el tablero global, el protagonismo del país ha aumentado por un elemento todavía más peligroso: la militarización nuclear de su territorio.

En noviembre de 2023, Rusia probó con éxito su nuevo misil hipersónico Oreshnik contra Ucrania, uno de los desarrollos más avanzados del Kremlin. Pero lo más alarmante vino después: el presidente Vladimir Putin anunció que misiles hipersónicos serían desplegados en Bielorrusia durante 2024.

No es una decisión menor. La ubicación estratégica de Bielorrusia convierte a este país en un pivote militar de la OTAN. La presencia de misiles rusos en suelo bielorruso es comparable al episodio de los misiles soviéticos en Cuba de 1962, lo que llevó a la humanidad al borde mismo del cataclismo nuclear.

¿Qué significa que Rusia coloque armamento de esta clase en Bielorrusia?

  • Un mensaje explícito a Occidente: Rusia está dispuesta a tensar las fronteras de la OTAN.
  • Una extensión del teatro de guerra europea: Bielorrusia se convierte en plataforma ofensiva.
  • Un factor de disuasión devastador para vecinos como Polonia o Lituania.

El desmoronamiento del andamiaje de tratados nucleares

El fin de los tratados bilaterales entre Estados Unidos y Rusia agrava aún más este panorama. Este proceso lleva más de dos décadas de desintegración:

  • 2002: el presidente George W. Bush sacó a EE. UU. del Tratado ABM tras los atentados del 11-S.
  • 2019: Donald Trump se retiró del INF, según EE. UU., por violaciones rusas del acuerdo.
  • 2023 en adelante: Rusia abandona restricciones autoimpuestas sobre misiles previamente prohibidos.

Hoy solo queda vivo —y apenas de forma nominal— el tratado New START, firmado en 2010 para limitar armas nucleares estratégicas. Pero Rusia lo suspendió tras la invasión de Ucrania y no permite inspecciones.

“Está funcionalmente muerto”, resumió el experto británico Sidharth Kaushal, del Royal United Services Institute.

Arsenales modernos, menos numerosos pero todavía letales

La buena noticia, al menos por ahora, es que los arsenales nucleares han disminuido considerablemente desde el pico de la Guerra Fría. Según la Federación de Científicos Americanos:

  • En 1986, la URSS tenía más de 40.000 ojivas nucleares; EE. UU., más de 20.000.
  • En 2025 (estimaciones): Rusia tiene 5.459 ojivas nucleares; EE. UU., 5.177.
  • Eso constituye el 87% del total global.

El número menor no debe engañarnos: el poder destructivo de las armas actuales supera muchas veces el de las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Además, las armas modernas son más rápidas, más precisas y más versátiles en su tipo de despliegue.

Un contexto de rivalidades múltiples

La tensión nuclear ya no solo se da entre Moscú y Washington. En el tablero actual se suman potencias como China, que está elevando su capacidad atómica a un ritmo sin precedentes.

“Estamos frente a una espiral competitiva entre EE. UU. y China que muy probablemente llevará a una expansión armamentística mutua”, advirtió Kaushal.

Además, conflictos regionales como el de Israel e Irán, y guerras activas como la de Ucrania, amplifican el interés de los países en desarrollar misiles de alcance medio y armamento dual (convencional y nuclear).

Bielorrusia: tablero y peón a la vez

En medio de estos vientos de guerra, Bielorrusia ocupa una posición paradójica. Es a la vez un tablero crucial en la geopolítica futura de Europa y un peón bajo control ruso.

La escalada represiva contra ciudadanos que participaron en actos de protesta fuera del país demuestra que el régimen de Lukashenko está dispuesto a utilizar recursos dignos de una dictadura totalitaria. Y al abrir su territorio a misiles rusos, deja claro que su lealtad no está con su pueblo, sino con Moscú.

Así, la estabilidad global —nuclear y política— no solo depende del equilibrio entre potencias como China, EE. UU. y Rusia. También está en juego en países como Bielorrusia, donde la oscuridad del autoritarismo local puede transformarse rápidamente en un nuevo foco global de tensión bélica.

Y es que en este mundo interconectado, las dictaduras no solo reprimen: también arman misiles.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press