Chikungunya: una amenaza olvidada que resurge en Asia
Brotes en China reavivan la preocupación global por este virus transmitido por mosquitos
Una epidemia silenciosa en el sur de China
Esta semana, autoridades sanitarias chinas anunciaron un alarmante aumento de casos de chikungunya, una enfermedad viral transmitida por mosquitos, en la ciudad de Foshan, al sur del país. Se han registrado más de 7,000 casos, lo que ha desatado una respuesta inmediata del gobierno, incluyendo campañas de fumigación, multas a ciudadanos y estrictas recomendaciones de prevención.
Este brote nos recuerda cuán vulnerables siguen siendo muchas regiones frente a enfermedades tropicales, incluso con los avances tecnológicos y científicos actuales. Para entender mejor este fenómeno, es importante analizar su origen, propagación, y por qué ahora, más que nunca, deberíamos prestarle atención.
¿Qué es el chikungunya?
El chikungunya es un virus identificado por primera vez en Tanzania en 1952. El nombre deriva del vocablo en lengua makonde que significa "el que se encorva", haciendo alusión al dolor extremo que puede causar en las articulaciones.
Transmisión: es propagado por los Aedes aegypti y Aedes albopictus, los mismos vectores del zika y el dengue. Estos mosquitos pican principalmente durante el día y se reproducen en aguas estancadas.
Síntomas comunes:
- Fiebre repentina y alta
- Dolor articular severo, especialmente en manos y pies
- Erupciones cutáneas
- Fatiga, náuseas y dolor muscular
Aunque la mayoría de los afectados se recuperan en pocos días, existe un sector de pacientes —especialmente ancianos, bebés y personas con enfermedades crónicas— que puede desarrollar consecuencias graves, incluso daños orgánicos o dolor articular crónico que perdura meses o años.
Un repaso por los brotes a lo largo del tiempo
A partir de los años 2000, el virus comenzó a propagarse con más frecuencia fuera de África. Ya en 2006, India sufrió una epidemia con más de 1.3 millones de casos. En 2013, la enfermedad llegó al continente americano, comenzando por el Caribe. Sólo en 2014, se detectaron más de un millón de infecciones en las Américas.
Según datos del ECDC (Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades), hasta mediados de 2023 se registraron 240,000 casos en 16 países, con mayor carga en Brasil, Bolivia, Argentina y Perú. También se han detectado pequeños brotes en Europa, lo que demuestra cómo el cambio climático permite que los mosquitos vectores se instalen en regiones antes inhóspitas para ellos.
¿Hay vacunas o tratamiento?
Aunque no existe un tratamiento específico para erradicar el virus, los síntomas pueden aliviarse con antipiréticos, antiinflamatorios y reposo. En los casos más complicados puede ser necesaria la hospitalización.
En cuanto a vacunas, dos han sido aprobadas recientemente:
- VLA1553: desarrollada por Valneva, autorizada en Brasil y EE.UU.
- MV-CHIK: referente a inmunizaciones locales en Brasil.
Sin embargo, estas vacunas todavía son de uso restringido a viajeros o poblaciones específicas. No están disponibles de forma masiva en las zonas más golpeadas por la enfermedad, lo cual representa un gran desafío para la salud global.
El epicentro actual: el sur industrial de China
En Foshan, una ciudad industrial con conexiones directas a Hong Kong, el brote ha llevado al gobierno a tomar medidas drásticas. Además de las campañas de concientización sobre eliminar criaderos de mosquitos, se han establecido multas de hasta 10,000 yuanes (aproximadamente $1,400) a quienes no colaboren.
Incluso podrían cortarles la electricidad a quienes insistan en acumular agua en recipientes exteriores. Hay patrullas fumigando calles y obras en construcción mientras tanto, y brigadas que reparten mosquiteros a la población vulnerable.
El Departamento de Estado de Estados Unidos ha emitido una advertencia de viaje sobre la provincia de Guangdong, incluyendo Foshan y otras ciudades industriales como Dongguan, mientras que otras regiones asiáticas también están en vigilancia.
Factores ambientales que agravan la crisis
Una de las causas principales de esta explosión de casos son las lluvias intensas e inusuales, junto con las altas temperaturas que China ha vivido este año. Estas condiciones crean un entorno ideal para la reproducción del mosquito vector. Este patrón también se está repitiendo en Sudamérica, especialmente en zonas tropicales y húmedas.
Según estudios recientes, el cambio climático ha aumentado en un 30% la extensión geográfica donde estos mosquitos pueden vivir y reproducirse, lo que deja en evidencia la urgente necesidad de vincular las políticas sanitarias con las ambientales.
¿Estamos preparados para nuevas epidemias?
La cobertura mediática y la inversión científica se han concentrado en otras enfermedades virales como el COVID-19, la viruela del mono o la gripe aviar. Pero el chikungunya no ha desaparecido y continúa amenazando silenciosamente a millones. Su bajo índice de mortalidad ha hecho que se lo subestime, a pesar del impacto social y económico que produce.
En países afectados, especialmente del Sur Global, una epidemia de chikungunya paraliza la actividad laboral, escolar, y presiona a sistemas de salud muchas veces ya saturados.
Además, el turismo y el comercio internacional se ven negativamente impactados. China sabe esto de primera mano y actúa con rapidez, pero si la situación no se contiene, puede convertirse en una crisis regional.
¿Qué podemos hacer como ciudadanos?
La lucha contra el chikungunya requiere un enfoque colectivo. Algunas recomendaciones útiles:
- Eliminar todo recipiente con agua estancada en balcones, patios, jardines o techos.
- Usar repelente de insectos, especialmente durante las horas diurnas.
- Durante brotes: usar ropa de manga larga y evitar zonas húmedas o boscosas.
- Si presentás síntomas: acudí al médico, evitá automedicarte y descansá adecuadamente.
Desde un enfoque gubernamental, urge invertir en campañas educativas, vigilancia epidemiológica y acuerdos internacionales de prevención, dado que es una enfermedad que no reconoce fronteras.
Un futuro incierto pero evitable
La historia de chikungunya es un ejemplo más de cómo los desafíos sanitarios del presente y futuro no solo estarán marcados por virus nuevos, sino también por viejos conocidos que resurgen con más fuerza.
Hoy es China. Mañana podría ser cualquier región tropical de América Latina, África o incluso Europa del Sur. En un mundo cada vez más conectado e impactado por el cambio climático, prevenir y educar son nuestras mejores armas.