Hezbolá, armas y ocupación: el nuevo conflicto interno que sacude a Líbano

El plan del gobierno libanés para desarmar a Hezbolá enfrenta una feroz resistencia mientras se reavivan las tensiones con Israel y crecen las presiones internacionales

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Una decisión que desató la tormenta

El reciente anuncio del gobierno de Líbano sobre su intención de desarmar a todos los grupos armados que no estén bajo control del Estado antes de fin de año ha desatado una fuerte polémica en la escena política del país. La medida, que apunta directamente al grupo chií Hezbolá —uno de los actores más influyentes militar y políticamente del país—, ha provocado reacciones en cadena tanto dentro como fuera de sus fronteras.

“El gobierno ha cometido un pecado grave que despoja al Líbano de medios para resistir a Israel”, declaró Hezbolá en un comunicado, luego de que el primer ministro Nawaf Salam solicitara al ejército libanés elaborar el plan de desarme. La tensión no tardó en escalar.

Contexto: ¿por qué ahora?

La presión sobre Hezbolá para que abandone su brazo armado no es nueva. Sin embargo, el contexto actual ha acelerado los acontecimientos. La guerra de 14 meses con Israel, iniciada tras el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023 contra territorio israelí, ha dejado a Hezbolá considerablemente debilitado.

Más de 4.000 muertos y 11.000 millones de dólares en daños fueron el saldo del conflicto, que finalizó con un frágil alto al fuego en noviembre. Durante este periodo, múltiples líderes políticos y militares de Hezbolá perdieron la vida, y el grupo vio disminuido su poder operativo.

Hezbolá: partido político y fuerza paramilitar

Hezbolá es mucho más que una milicia. Desde su fundación en 1982 con apoyo iraní, ha evolucionado en un actor político con fuerte representación parlamentaria y una red de servicios sociales que lo han convertido en una fuerza casi paralela al Estado en muchas zonas de Líbano. Tiene hospitales, escuelas, medios de comunicación y entrega asistencia directa a miles de personas.

Pero su brazo armado sigue siendo la piedra angular de su identidad y razón de ser. “La resistencia ante Israel”, afirman sus líderes, “es un derecho legítimo mientras el sur del país siga ocupado”.

La ocupación israelí en territorio libanés

Uno de los argumentos centrales de Hezbolá contra el desarme es que Israel aún mantiene el control sobre cinco colinas estratégicas dentro de territorio libanés. “Mientras estas no se liberen y haya ataques aéreos regulares contra nuestras posiciones, no hay condiciones para hablar de desarme”, dijo un alto comandante del grupo en declaraciones filtradas a medios locales.

Las colinas en cuestión —incluidas Shebaa Farms y Kfarshouba Hills— han sido motivo de disputa por décadas. Israel afirma que pertenecen a los Altos del Golán, que ocupó en 1967, pero el gobierno libanés las reclama como parte de su soberanía.

Presión internacional y postura de Estados Unidos

El papel de Estados Unidos en este entramado no puede subestimarse. Según Hezbolá, la orden de desarme responde a las “directrices del enviado estadounidense Tom Barrack”. Aunque no hay confirmación oficial, múltiples medios con sede en Beirut han señalado que la Casa Blanca ha intensificado recientemente sus presiones sobre el gobierno libanés para poner fin a la influencia militar de Hezbolá, en línea con su estrategia regional de contención hacia Irán.

Ante esta situación, Hezbolá advierte que cualquier intento unilateral de desarme podría desatar una nueva guerra civil, comparable a la vivida entre 1975 y 1990. “No renunciaremos a nuestras armas porque son la única garantía real frente a la agresión israelo-estadounidense”, insisten.

El Plan del Ejército Libanés

El primer ministro Nawaf Salam ha pedido al ejército nacional un plan detallado para garantizar que solo las instituciones del Estado tengan derecho a portar armas. El objetivo, según declaraciones oficiales, es “reforzar la soberanía del Estado y prevenir futuros conflictos armados internos”.

Aunque la fecha límite para entregar el plan es fin de mes, hay escepticismo sobre su ejecución real. Por décadas, el ejército libanés ha evitado confrontar directamente a Hezbolá debido al temor de provocar un conflicto armado interno. Además, muchos altos mandos simpatizan con la “resistencia” que el grupo representa frente a Israel.

¿Un nuevo conflicto interno?

El Líbano atraviesa uno de sus momentos más frágiles desde la guerra civil. La crisis económica que estalló en 2019 ha sumido al 80% de la población en la pobreza, la inflación ha superado los tres dígitos y la moneda local ha perdido más del 95% de su valor. En este contexto, una confrontación directa entre Hezbolá y el Estado podría ser desastrosa.

Las divisiones sectarias siguen siendo latentes. Mientras los cristianos —particularmente las facciones alineadas con las Fuerzas Libanesas y el Partido Kataeb— celebran la decisión gubernamental, las comunidades chiíes del sur temen una “traición a la causa nacional”.

Israel y las sombras de una nueva guerra

Israel, por su parte, observa con interés. Según el gobierno de Netanyahu, el plan del gobierno libanés “es un paso en la dirección correcta”, aunque se mantienen escépticos de su viabilidad. Fuentes militares israelíes citadas por Haaretz y The Times of Israel aseguran que Hezbolá posee entre 150.000 y 200.000 misiles, muchos de ellos con capacidad de alcanzar cualquier punto del estado hebreo.

Esto hace de Hezbolá la milicia no estatal más armada del mundo. Algunos analistas creen que Tel Aviv podría incluso facilitar de manera indirecta el éxito del plan libanés si esto significara desactivar el frente norte.

Una opinión polarizada

Las reacciones entre los ciudadanos libaneses tampoco han sido homogéneas. Algunos sectores urbanos —particularmente en Beirut— apoyan el plan gubernamental con la esperanza de volver a una normalidad estatal. “Hezbolá ha secuestrado al país durante años con sus armas”, afirma Yara, una estudiante universitaria.

Sin embargo, en ciudades del sur como Tiro o Nabatieh, muchos ven la posible pérdida del brazo armado de Hezbolá como una rendición ante Israel. “Nosotros no confiamos en nadie más para protegernos”, dice Hussein, comerciante local.

¿Diálogo posible?

En una nota más conciliadora, el propio Hezbolá ha declarado estar dispuesto a “un diálogo sobre sus armas”, siempre que el gobierno cumpla primero con la “liberación de los territorios ocupados” y la liberación de prisioneros libaneses retenidos por Israel.

Esta posición, similar a la adoptada tras la guerra de 2006, parece buscar ganar tiempo más que ofrecer una salida real al conflicto. Pero en un país donde los equilibrios son precarios, cualquier gesto que reduzca la tensión es bienvenido.

Un futuro incierto

El Líbano se enfrenta a una encrucijada histórica: ¿puede construir un Estado fuerte y soberano sin confrontar a uno de sus actores más influyentes? ¿Está la comunidad internacional dispuesta a apoyar un proceso de paz interno basado en el respeto mutuo y la reconstrucción institucional?

Mientras tanto, el tiempo corre. Y en el corazón del medio oriente, cualquier error puede encender de nuevo la chispa de un incendio que nadie podrá apagar.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press